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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Larry, nervioso (otra vez)

Ya anda Larry perdiendo el tiempo de nuevo con cosas nuestras, en lugar de dedicarse a los asuntos para los que los ciudadanos le han colocado en el Cabildo de Gran Canaria. Se puso nervioso el domingo por la tarde, cuando se enteró de que el lunes íbamos a ir con un grupito de gente a que nos afianzara ante el juzgado por la querella de su señorito. Y se puso a ver si se enteraba por ahí de quiénes eran los osados que iban a desafiar al poder vigente. El mismo lunes trató de identificar plenamente a los revolucionarios, por lo que no debe ser casual que la procuradora más procurada pasara dos veces por el lugar de autos y en una tercera apareciera en el ascensor cuando éste abrió sus puertas en la planta uno del edificio de los juzgados. Ya el martes, cuando vio las fotografías publicadas, trató de enlazar a alguno de los radicales que nos afianzaron con personas de su partido para encontrar el modo de aislarlos a su modo. Pero el aislado, cada vez más aislado, es él. Y su señorito, claro.

Ya anda Larry perdiendo el tiempo de nuevo con cosas nuestras, en lugar de dedicarse a los asuntos para los que los ciudadanos le han colocado en el Cabildo de Gran Canaria. Se puso nervioso el domingo por la tarde, cuando se enteró de que el lunes íbamos a ir con un grupito de gente a que nos afianzara ante el juzgado por la querella de su señorito. Y se puso a ver si se enteraba por ahí de quiénes eran los osados que iban a desafiar al poder vigente. El mismo lunes trató de identificar plenamente a los revolucionarios, por lo que no debe ser casual que la procuradora más procurada pasara dos veces por el lugar de autos y en una tercera apareciera en el ascensor cuando éste abrió sus puertas en la planta uno del edificio de los juzgados. Ya el martes, cuando vio las fotografías publicadas, trató de enlazar a alguno de los radicales que nos afianzaron con personas de su partido para encontrar el modo de aislarlos a su modo. Pero el aislado, cada vez más aislado, es él. Y su señorito, claro.