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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Lecciones del 7-J, pero para más cosas

El éxito de las manifestaciones del sábado es indiscutible. Da igual la cifra. Miles y miles de canarios se echaron a la calle en las ocho islas para protestar expresamente contra las prospecciones petrolíferas y contra los métodos que ha tenido el Gobierno de España de imponerlas en contra de sus representantes públicos y rechazando una consulta popular que, al menos en formato doméstico, se va a producir. Se ponga Soria como se ponga. Pero la protesta no debe leerse exclusivamente en clave petrolífera, ni haría bien el Gobierno de Canarias y los cabildos que le respaldan en esta acción (Lanzarote y Fuerteventura) en traducir ese respaldo en forma de éxito político. No. La gente no sólo se queja de las prospecciones, que son el último atropello contra el medio ambiente. También rechaza las decenas de malas decisiones políticas contra nuestro patrimonio natural, algunas de ellas adoptadas por quienes todavía les representan. No es un cheque en blanco, ni una aprobación de las políticas pasadas, presentes y futuras en otras vertientes de la conservación natural. Que en Tenerife haya habido más manifestantes que en cualquiera de las demás islas debería ser objeto de análisis porque en esa isla llueve sobre mojado. Sin duda es el Gobierno de España y el Partido Popular el que está tardando en reflexionar. Deben replantearse ese apoyo ciego a Repsol que, como mínimo, le va a suponer una sangría importante en las urnas. También debe corregir esa inveterada manía de imponer por las bravas un modelo de desarrollo y de política energética que choca frontalmente contra las más avanzadas exigencias energéticas y contra los modelos sostenibles. Sin menospreciar, en absoluto, un planteamiento interno de reclamación de explicaciones por el empeño de anteponer los intereses de Repsol –y con ellos los de su ministro de jornada- contra los que representaron este sábado esas decenas de miles de canarios plantados en la calle frente a ellos.

El patetismo del PP

La posición de enroque absurdo solo conducirá al PP a la desconexión total de la sociedad. Es el único partido que tras las pasadas elecciones europeas no ha hecho ni un solo replanteamiento de sus modos ni ha analizado a qué se debe su cada vez más acentuada lejanía absoluta de la calle. Y el petróleo en Canarias –y ya veremos en Baleares-, junto a la abdicación del rey son los primeros hitos a los que se ha tenido que enfrentar. Como ha ocurrido siempre tras cualquiera de las miles de manifestaciones que en su contra se han producido estos dos últimos años en España, ha vuelto a reducir al absurdo las cifras para, en una comparación insostenible con la población que no se echó a la calle, menospreciar a los manifestantes como si solo fueran antisistemas o comunistas incorregibles. Cualquiera que haya acudido a alguna de las manifestaciones del sábado habrá podido apreciar la amalgama de personas que había allí. De todas las edades (muchísima gente joven), de casi todos los partidos políticos, de todas las clases sociales… quisieron pronunciar nuevamente su “basta ya” ante esta forma de entender la política y las decisiones de despacho y maletines.

Cuidado, Gobierno de Canarias

Pero el PP parece irreductible en su cerrazón a las voces de la calle. La autoridad de José Manuel Soria sobre sus correligionarios en Canarias impide, salvo honrosas pero poco representativas excepciones, que nadie puede discrepar. Cargarán con las consecuencias electorales y de desarraigo. Pero los demás partidos con mando en plaza también habrán de repensarse muchas cosas tras la masiva protesta del sábado. No se bendice ninguna política gubernamental, se reclama que cambien las cosas. El petróleo es la razón de hoy, pero no la única. Conviene que, al calor de esta respuesta social, el Gobierno de Canarias se tome muy en serio otras exigencias ciudadanas a las que ha hecho y sigue haciendo oídos sordos. Ahí van algunos ejemplos:

  • Energías renovables: no es de recibo que un Gobierno que lucha a brazo partido contra el petróleo todavía continúe empeñado en la instalación de regasificadoras (dice que de manera coyuntural) en una tierra con unas condiciones únicas para ser referente mundial en renovables. Si quiere ser creíble, ha de deshacer esos planes energéticos, plantear a Madrid con la misma intensidad el desbloqueo de las renovables y convencer a la gente de que el ejemplo herreño es exportable a todas las demás islas en un plazo razonable, abortando cualquier plan que tenga que ver con las fósiles.
  • Refinería de Santa Cruz de Tenerife: a pesar de las prometedoras novedades con expedientes severos a Cepsa, es obligatorio encontrar una solución definitiva que acabe con la contaminación y con las graves secuelas de salud que padecen los vecinos de la capital tinerfeña.
  • Urbanismo en Lanzarote: La perpetuación de casos de corrupción urbanística conviviendo con una ciudadanía comprometida con su medio ambiente, no es en absoluto admisible. Hay que ser ejemplarizantes y aplicar las sentencias judiciales contra los hoteles clandestinos, o encontrar soluciones que no sean chanchullos. Las instituciones deben personarse en los expedientes judiciales abiertos y hacer que paguen los que vulneran la legalidad urbanística.
  • Mano dura con todos. La Agencia del Medio Urbano y Natural no debe hacer distingos, ni usar distintos raseros frente a los infractores, sea cual sea su pedigrí.
  • Costas: Llevar hasta las últimas consecuencias el recurso contra la nueva Ley de Costas del PP, pero ser coherentes con lo que pasa en Canarias.
  • Oasis de Maspalomas: Acabar con la pelea de campanario entre el Gobierno de Canarias y el Cabildo de Gran Canaria y aprobar de inmediato el BIC de esa zona emblemática de la isla. Obligar luego a los empresarios con intereses en la zona (RIU, Lopesan, SeaSide, Satocan, etcétera) a entrar por una solución que suponga el disfrute público del espacio.

Todo en revisión (también en CC)

El PSOE, muy a su modo, ha iniciado su catarsis tras el cataclismo del 25-M. Veremos cómo termina. Pero todavía prosperan en su seno esos gestos relacionados con las “razones de Estado” que en el pasado histórico y en el pasado reciente le han conducido ahora a la incomprensión de la ciudadanía. Aplicar esa responsabilidad divina en momentos que no son los de la transición, ni los del golpismo, ni los del terrorismo –todo ello superado, por fortuna- no anima a sus votantes y a sus simpatizantes a separar a ese histórico partido de los intereses que defiende el PP. El último ejemplo es el de la abdicación del rey y la tramitación de la ley orgánica que dará paso a Felipe VI. En otros tiempos hubiera sido necesario y hasta conveniente asegurar la sucesión en la jefatura del Estado, pero ahora no existe ninguna amenaza interna que lo aconseje. Si descartamos, claro que el clamor ciudadano sea una amenaza para el Estado y no –como sí es- una amenaza contra las caducas formas de entender el poder y las relaciones políticas. Ese debate se ha trasladado también a Coalición Canaria, que ajena al núcleo duro de las decisiones graves de los grandes pactos de Estado –Mauricio y sus cuitas con Aznar sólo llegaron a la categoría de apaños- ha tenido que someterse también a la necesaria revisión de los nuevos tiempos. Ocurrió en el Consejo Político Nacional celebrado hace unos días. Se debatía, casi de puro trámite, el voto de la diputada Oramas en la ley orgánica de abdicación. Pero saltó de manera teóricamente inesperada el senador herreño Narvay Quintero para plantear el debate. Este prometedor político parece haber entendido mejor que otros el sentir de la calle, y recordando a los suyos que no existe aún pronunciamiento congresual sobre el modelo de jefatura del Estado, logró que la postura se abstencionista. Técnicamente, enfatizó Quintero, sólo se va a votar la abdicación, pero políticamente se somete a la consideración de los representantes ciudadanos la continuidad, aún por discutir, de la monarquía. Ya saben que en el próximo congreso nacional de CC habrá una ponencia sobre la cuestión, tiempo al tiempo.

Los que siempre la cagan

Todas las manifestaciones ciudadanas de este sábado se condujeron de manera pacífica. Hubo consignas irreproducibles en un medio de comunicación, pero comprensibles en el contexto de una protesta callejera. Pero la tranquilidad fue generalizada. Sólo un reducido grupo de energúmenos, ya acabada la manifestación de Santa Cruz de Tenerife, se salió de la norma. Armados con banderas, pancartas y un bidón vacío de 200 litros, pintado de blanco y con la marca Repsol, se dirigieron al puerto santacrucero donde se encuentra una de las primeras plataformas petrolíferas que por allí ha recalado estos días. Al ver a un pequeño grupo de guardias civiles en la carretera interior de la dársena, les arrojaron el bidón, lo que constituyó para los fotógrafos presentes motivo noticiable para retratar el momento. Una de esas fotógrafas fue insultada por algunos de los presentes, que la acusaron sin fundamento alguno de ser “una infiltrada de la Policía”. A pesar de sus esfuerzos por identificarse como gráfica de la agencia nacional DyD Fotógrados, los energúmenos la zarandearon, la increparon y la agredieron levemente, dañando su material de trabajo. Sólo la intervención de una pareja de jóvenes que la protegió y la sacó del tumulto evitó que le propinaran incluso un golpe con un palo que uno de los manifestantes utilizaba. Desgraciadamente, siempre hay alguien que la caga, y en esta ocasión fueron estos pocos manifestantes, por supuesto escondidos tras pasamontañas. Cómo no.

El éxito de las manifestaciones del sábado es indiscutible. Da igual la cifra. Miles y miles de canarios se echaron a la calle en las ocho islas para protestar expresamente contra las prospecciones petrolíferas y contra los métodos que ha tenido el Gobierno de España de imponerlas en contra de sus representantes públicos y rechazando una consulta popular que, al menos en formato doméstico, se va a producir. Se ponga Soria como se ponga. Pero la protesta no debe leerse exclusivamente en clave petrolífera, ni haría bien el Gobierno de Canarias y los cabildos que le respaldan en esta acción (Lanzarote y Fuerteventura) en traducir ese respaldo en forma de éxito político. No. La gente no sólo se queja de las prospecciones, que son el último atropello contra el medio ambiente. También rechaza las decenas de malas decisiones políticas contra nuestro patrimonio natural, algunas de ellas adoptadas por quienes todavía les representan. No es un cheque en blanco, ni una aprobación de las políticas pasadas, presentes y futuras en otras vertientes de la conservación natural. Que en Tenerife haya habido más manifestantes que en cualquiera de las demás islas debería ser objeto de análisis porque en esa isla llueve sobre mojado. Sin duda es el Gobierno de España y el Partido Popular el que está tardando en reflexionar. Deben replantearse ese apoyo ciego a Repsol que, como mínimo, le va a suponer una sangría importante en las urnas. También debe corregir esa inveterada manía de imponer por las bravas un modelo de desarrollo y de política energética que choca frontalmente contra las más avanzadas exigencias energéticas y contra los modelos sostenibles. Sin menospreciar, en absoluto, un planteamiento interno de reclamación de explicaciones por el empeño de anteponer los intereses de Repsol –y con ellos los de su ministro de jornada- contra los que representaron este sábado esas decenas de miles de canarios plantados en la calle frente a ellos.

El patetismo del PP