El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
De motoristas a agentes
Un redactor de este periódico fue testigo este jueves de un suceso leve que pudo llegar a mayores. En la calle General Bravo esquina a la de los Malteses, un motorista tuvo que tirarse de su motocicleta para evitar arrollar a un carrito con un bebé que su madre, descuidadamente, ya había bajado a la calzada. La escena la presenció de lejos una pareja de la Policía Local, que acudió inmediatamente a hacerse cargo de la situación. El motorista, muy educadamente, miró para la señora reprochándole haberse lanzado a la calzada sin asegurarse previamente de la ausencia de vehículos; la doña, para escurrir el bulto, culpó de su maniobra a otro peatón que en ese momento se encontraba en la misma acera hablando por su teléfono móvil. Uno de los policías municipales recriminó en voz alta y a algunos metros de distancia al peatón del móvil su actitud y le informó -también a voz en grito- de que existe una ordenanza que prohíbe ese comportamiento telefónico. El peatón alucinaba; el motorista, se levantó, recogió la moto del suelo y se marchó. La dama se recuperó del susto y el otro guindilla trató de arreglar el desafuero de su compañero explicando lo de la ordenanza con mejores modales. El peatón infractor de tal precepto acababa de abandonar su puesto de consejero del Cabildo de Gran Canaria no sin antes comprobar que el nuevo presidente, el que aprobó tal ordenanza, acababa de incumplir un reglamento.
Un redactor de este periódico fue testigo este jueves de un suceso leve que pudo llegar a mayores. En la calle General Bravo esquina a la de los Malteses, un motorista tuvo que tirarse de su motocicleta para evitar arrollar a un carrito con un bebé que su madre, descuidadamente, ya había bajado a la calzada. La escena la presenció de lejos una pareja de la Policía Local, que acudió inmediatamente a hacerse cargo de la situación. El motorista, muy educadamente, miró para la señora reprochándole haberse lanzado a la calzada sin asegurarse previamente de la ausencia de vehículos; la doña, para escurrir el bulto, culpó de su maniobra a otro peatón que en ese momento se encontraba en la misma acera hablando por su teléfono móvil. Uno de los policías municipales recriminó en voz alta y a algunos metros de distancia al peatón del móvil su actitud y le informó -también a voz en grito- de que existe una ordenanza que prohíbe ese comportamiento telefónico. El peatón alucinaba; el motorista, se levantó, recogió la moto del suelo y se marchó. La dama se recuperó del susto y el otro guindilla trató de arreglar el desafuero de su compañero explicando lo de la ordenanza con mejores modales. El peatón infractor de tal precepto acababa de abandonar su puesto de consejero del Cabildo de Gran Canaria no sin antes comprobar que el nuevo presidente, el que aprobó tal ordenanza, acababa de incumplir un reglamento.