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¿Indemnizar en el Oasis?

Cuando se había apagado –al menos momentáneamente- el tronar de los tambores de guerra lanzados por RIU a través del denunciante profesional Cristóbal Rodríguez Marichal, unas declaraciones del presidente del Gobierno, Paulino Rivero, han reabierto la polémica en torno al futuro del Oasis de Maspalomas. Influenciado por las amenazas de la cadena hotelera mallorquina de llevar su guerra contra la protección de la zona hasta las últimas consecuencias jurídicas, Rivero dijo algo que no es del todo correcto: que hay peligro cierto de que RIU pueda exigir indemnizaciones si pierde la opción de derribar el viejo hotel Maspalomas Oasis y construir sobre sus escombros un mamotreto que ya quisiera para sí Sing Sing. Al trapo agitado por Rivero corrieron presurosos los amigos de los mallorquines, con Fernando Fraile a la cabeza, amenazando con que, de haber indemnizaciones, las pagaríamos entre todos los canarios, una obviedad tan grande que, de no ser porque la ha pronunciado una persona que consideramos inteligente, sólo cabría situarla en la provocación para que la patronal hotelera tinerfeña caliente los cascos un poco más al presidente Rivero. Claro que, para que no fartara de ná, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, tan dado a hablar cuando no debe y a callar cuando debe hablar, se lanzó al vacío con unas declaraciones más chulescas que sutiles con las que quiso proclamar al mundo que, en el peor de los escenarios, ahí está él y sus millones para pagar lo que fuera menester. Entre la escasa información que al respecto maneja Paulino Rivero, la fanfarronería de Bravo y la penosa entrega de la patronal turística grancanaria a la cadena RIU, se ha revuelto el patio, para ganancia de quienes ustedes saben: los de fuera.

RIU podrá derribar su hotel y hacer otro

Lo primero: ¿está ahora mismo RIU en situación de exigir una indemnización? ¿Lo estaría si el Gobierno aprueba finalmente la tramitación del Bien de Interés Cultural en favor del Oasis de Maspalomas tal y como se lo ha remitido el Cabildo de Gran Canaria? Es obvio que la cadena mallorquina hará todo lo que crea que está en su mano para exigir que se le reponga lo que considera un daño, esto es, que se le hayan suspendido las licencias de demolición del viejo hotel y de construcción del nuevo ante la incoación del expediente del BIC. De momento no lo ha conseguido porque, salvo error u omisión, no se ha dictado a su favor ni una sola medida cautelar, si es que la ha pedido ante los tribunales de justicia. Por lo tanto, sus licencias están suspendidas y bien suspendidas. En el caso de que el Gobierno de Canarias aprobara la declaración de Bien de Interés Cultural y se viera afectada –como está previsto- la zona propiedad de RIU, nada le impedirá derribar el actual hotel y construir otro nuevo, sólo que en vez de poder levantar un biombo de 25 metros de altura, habrá de adaptarse a las prescripciones impuestas por la nueva normativa que imperará en el sector, es decir, no más altura de la que marcan las palmeras. Por lo tanto, sus derechos no se verían en absoluto arrollados, como RIU y sus mariachis se han empeñado permanentemente en resaltar para acojonar al personal contribuyente. Podrá haber hotel de RIU, pero acomodado a las exigencias del entorno, como cuando usted, querido lector, decide hacer una obra en un paraje protegido, en un barrio con limitaciones urbanísticas o en un suelo con una calificación concreta de edificabilidad y altura. Nada nuevo bajo el sol. Es conveniente recordar, llegados a este punto, que la licencia conjunta (demolición y construcción) la otorgó a RIU el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana condicionada al expediente del BIC, por mucho que la tramitara saltándose la ampliación de plazos que le había pedido el Cabildo para evitar los posibles conflictos ahora emergentes. Hay voces que aseguran que podría ser incluso nula, “en aplicación del artículo 158.3 del Texto Refundido de las Leyes del Territorio de Canarias y de Espacios Naturales de Canarias, que establece que no pueden concederse licencias de edificación para edificaciones que sean objeto de un procedimiento tendente a su catalogación o protección integral”, Emilio Mayoral, ayer mismo en un comunicado de prensa.

¿Qué derechos se vulnerarían?

Así las cosas, si nadie con ese expediente BIC en la mano puede impedir que RIU derribe el viejo Maspalomas Oasis y lo sustituya por otro establecimiento nuevo, en el corazón de la zona más protegida del Sur de Gran Canaria, ¿qué indemnizaciones puede reclamar? ¿Las ha calculado acaso la propia cadena hotelera? ¿Las conoce la siempre solícita Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo? ¿Por arte del demonio se nos ha escapado en ese expediente el pasaje referente a derechos indemnizatorios de nadie? Porque, por lo que conocemos del BIC, en ningún momento se han planteado procedimientos expropiatorios, ni se ha impuesto al soberbio reclamante nada que pueda parecer disparatado más allá de proteger un entorno de la manera que avalan todos los informes científicos, históricos y jurídicos que ha acumulado el Cabildo. No se ha violado ningún derecho: no pierde su derecho sagrado a la propiedad, ni su derecho a seguir explotando su negocio hotelero en el mismo sitio. Sólo se le imponen una serie de condiciones en las que se prima, por una vez y sin que sirva de precedente, el interés general frente al particular, por muy poderoso o influyente que este sea. Seguramente a estas consideraciones quiso referirse el presidente del Cabildo de Gran Canaria cuando se arrogó para sí las posibles responsabilidades indemnizatorias que pudieran derivarse de ese expediente. Porque, en la letra pequeña de sus ampulosas declaraciones puede leerse algo verdaderamente capital: para que el Gobierno canario pueda tumbar ese BIC, con esos contundentes informes técnicos y científicos, habrá de oponer otros que los contradigan. Sí, ya sabemos que Antonios Machados hay unos cuantos revoloteando alrededor de dictámenes a la medida (verbigracia, Granadilla), pero ya no estamos en los tiempos en los que la peña se lo tragaba todo en aras del progreso. Por cierto, también en este caso los movimientos ecologistas están del lado del Cabildo: hay que proteger y recuperar el uso público del Oasis. Ya está bien de reducirlo todo a una guerra empresarial.

Acaba el luto en ‘El Día’

O al menos eso proclamaba este martes en su artículo editorial el periódico que fundara hace 104 años Leoncio Rodríguez, tío de José Rodríguez Ramírez, fallecido el pasado 8 de abril a la edad de 88 años. Durante estas dos semanas, el periódico ha mantenido en su cabecera un crespón negro en señal de luto, el nombre del director fallecido en su mancheta y una frase suya (pretendidamente memorable) en la parte superior de la portada. La de este martes fue una especie de epitafio que define a la perfección al personaje: “Deseo que se me vea como un luchador por la libertad de la Isla y como un hombre honrado, cabal y útil”. En fin. El anuncio del final del luto en El Día coincide con el recrudecimiento de los rumores de la inminente venta del diario a Editorial Prensa Ibérica, una pretensión jamás negada que se alimentó aún más con la presencia de sus directivos en las honras fúnebres del desaparecido editor. Pero no, no hay nada de eso todavía, y por si alguien albergaba dudas, el editorial de este martes las ha tratado de despejar: “No abandonaremos la labor iniciada por su tío Leoncio y continuada por él. Continuamos siendo una empresa familiar que ha llegado a su tercera generación”. Al frente de la empresa ha quedado Mercedes Rodríguez, que apechugará con la herencia recibida, para lo bueno y para lo malo.

Desaparecen los insultos

La novedad en El Día, verdaderamente notable, ha sido la radical desaparición de los insultos en sus comentarios editoriales desde la muerte del veterano editor. Se critica a los competidores periodísticos y a Paulino Rivero, sí, y seguramente con mucho merecimiento en todos los casos, pero no se insulta a nadie ni se menta a la familia de nadie, ni se echa mierda sobre nadie. En un alarde de majadería marca de la casa, los dos escribanos que quedan al frente de la preparación de los textos editoriales trataron este martes de justificar tales exabruptos: “Esa claridad de pensamiento le supuso tener que sentarse en el banquillo. Algunos jueces le dieron la razón. Otros, lo condenaron sin paliativos. Pese a ello, siempre creyó en la justicia de la Justicia, al igual que creemos nosotros. Creemos ciegamente en los tribunales porque la mentira tiene poco recorrido; a la larga la verdad termina por imponerse”. El banquillo jamás tuvo que ver con sus ideas políticas, por muy disparatadas que pudieran resultar; se lo ganó a pulso por rebasar con frecuencia la línea entre la crítica y el insulto personal y la calumnia, práctica muy frecuente que parece erradicarse ahora tras el luto. Por lo demás, nada que reprochar a la consideración de “patriota canario” que los deudos atribuyen el desaparecido editor; ni siquiera a las explicaciones ofrecidas por la tardanza del timonel en caerse del caballo y descubrir el independentismo canario como solución a los problemas de Tenerife. Y, si se puede, de Canarias. El Día comienza una nueva andadura, la saludamos con respeto, por su historia y por lo que sus trabajadores merecen.

Cuando se había apagado –al menos momentáneamente- el tronar de los tambores de guerra lanzados por RIU a través del denunciante profesional Cristóbal Rodríguez Marichal, unas declaraciones del presidente del Gobierno, Paulino Rivero, han reabierto la polémica en torno al futuro del Oasis de Maspalomas. Influenciado por las amenazas de la cadena hotelera mallorquina de llevar su guerra contra la protección de la zona hasta las últimas consecuencias jurídicas, Rivero dijo algo que no es del todo correcto: que hay peligro cierto de que RIU pueda exigir indemnizaciones si pierde la opción de derribar el viejo hotel Maspalomas Oasis y construir sobre sus escombros un mamotreto que ya quisiera para sí Sing Sing. Al trapo agitado por Rivero corrieron presurosos los amigos de los mallorquines, con Fernando Fraile a la cabeza, amenazando con que, de haber indemnizaciones, las pagaríamos entre todos los canarios, una obviedad tan grande que, de no ser porque la ha pronunciado una persona que consideramos inteligente, sólo cabría situarla en la provocación para que la patronal hotelera tinerfeña caliente los cascos un poco más al presidente Rivero. Claro que, para que no fartara de ná, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, tan dado a hablar cuando no debe y a callar cuando debe hablar, se lanzó al vacío con unas declaraciones más chulescas que sutiles con las que quiso proclamar al mundo que, en el peor de los escenarios, ahí está él y sus millones para pagar lo que fuera menester. Entre la escasa información que al respecto maneja Paulino Rivero, la fanfarronería de Bravo y la penosa entrega de la patronal turística grancanaria a la cadena RIU, se ha revuelto el patio, para ganancia de quienes ustedes saben: los de fuera.

RIU podrá derribar su hotel y hacer otro