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Que pague el maquinista

¿Hablaba por teléfono el maquinista cuando llegó a la señal de 80 kilómetros por hora, previa a la fatídica curva de Androis? ¿Mandaba un sms? O, con perdón, ¿se produjo algún fallo técnico que le impidió responder al requerimiento de disminución de velocidad como debería? ¿Son suficientes las medidas de seguridad en la zona aun tratándose de una vía de tránsito mixto (alta velocidad y convencional)? ¿Qué pasaría en un caso similar ante el desvanecimiento por cualquier causa del conductor de un tren, vaya a la velocidad que vaya? ¿Qué dice la caja negra del tren siniestrado? Demasiadas preguntas quedaban pendientes de contestar la noche de este domingo después de que prestara declaración el maquinista de Renfe Francisco Garzón ante el juez de Santiago que instruye el tremendo accidente ferroviario que el miércoles pasado segó la vida de 79 personas. El Gobierno, Renfe y el responsable de las infraestructuras ferroviarias, Adif, prefirieron de inmediato cargar las culpas exclusivamente sobre el profesional, con una intachable hoja de servicios, experimentado incluso en esa ruta. Porque de lo que se trataba era de salvar la buena imagen que tiene el Alta Velocidad Español (AVE) ante los multimillonarios contratos internacionales que negocia (el más cercano, Brasil, el jueves mismo) y reconocer ni siquiera la duda de que contribuyera a la tragedia un fallo técnico o de señalización era mucho para la marca España. El paroxismo llega a tal nivel que hasta Renfe se ha personado en la causa penal no para defender a su conductor y con él el buen nombre de los profesionales que forman su plantilla, sino “como perjudicada”. Para disgusto de los que querían que Francisco Garzón fuera enviado a prisión preventiva, el juez Aláez lo puso en libertad con cargos, y con la obligación de comparecer semanalmente ante el juzgado. Al pobre le va a salir la jauría mediática de debajo de la mesa camilla de su casa para ver si lo trincan en alguna debilidad que pueda fortalecer la imagen de desgraciado que de él quieren dar Gobierno y empresas ferroviarias.

¿Hablaba por teléfono el maquinista cuando llegó a la señal de 80 kilómetros por hora, previa a la fatídica curva de Androis? ¿Mandaba un sms? O, con perdón, ¿se produjo algún fallo técnico que le impidió responder al requerimiento de disminución de velocidad como debería? ¿Son suficientes las medidas de seguridad en la zona aun tratándose de una vía de tránsito mixto (alta velocidad y convencional)? ¿Qué pasaría en un caso similar ante el desvanecimiento por cualquier causa del conductor de un tren, vaya a la velocidad que vaya? ¿Qué dice la caja negra del tren siniestrado? Demasiadas preguntas quedaban pendientes de contestar la noche de este domingo después de que prestara declaración el maquinista de Renfe Francisco Garzón ante el juez de Santiago que instruye el tremendo accidente ferroviario que el miércoles pasado segó la vida de 79 personas. El Gobierno, Renfe y el responsable de las infraestructuras ferroviarias, Adif, prefirieron de inmediato cargar las culpas exclusivamente sobre el profesional, con una intachable hoja de servicios, experimentado incluso en esa ruta. Porque de lo que se trataba era de salvar la buena imagen que tiene el Alta Velocidad Español (AVE) ante los multimillonarios contratos internacionales que negocia (el más cercano, Brasil, el jueves mismo) y reconocer ni siquiera la duda de que contribuyera a la tragedia un fallo técnico o de señalización era mucho para la marca España. El paroxismo llega a tal nivel que hasta Renfe se ha personado en la causa penal no para defender a su conductor y con él el buen nombre de los profesionales que forman su plantilla, sino “como perjudicada”. Para disgusto de los que querían que Francisco Garzón fuera enviado a prisión preventiva, el juez Aláez lo puso en libertad con cargos, y con la obligación de comparecer semanalmente ante el juzgado. Al pobre le va a salir la jauría mediática de debajo de la mesa camilla de su casa para ver si lo trincan en alguna debilidad que pueda fortalecer la imagen de desgraciado que de él quieren dar Gobierno y empresas ferroviarias.