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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Algo pasa con Susana

El PSOE de Canarias no ha estado fino. O mejor dicho, ha estado tan sujeto a las leyes básicas de la naturaleza que ha terminado por demostrar su extrema sujeción a las consignas emanadas desde la dirección federal con sede en Ferraz. Inconsciente de su caudal, de la posibilidad de explotar en su favor una posición de gobierno ventajosa, una gestión de la crisis cuanto menos digna que le permitiera sacar la cabeza y presumir, ha optado por la sumisión y el conformismo. Su dirigencia empezó abrazando, como única salida posible a la dimisión diferida de Pérez Rubalcaba, la tesis del congreso primero y primarias después. Decía entonces esa dirigencia, en una pose que duró escasas 48 horas, que lo mejor para unas primarias de verdad era recomponer previamente el partido para evitar que las luchas cainitas que anidan en su interior pudieran condicionar una elección limpia del candidato a presidir el Gobierno en 2015. Luego vino la aceptación de que el congreso federal debe ser abierto, con el voto directo de los afiliados, como había preconizado el lunes siguiente del cataclismo un sector importante de la Ejecutiva Federal. Así que, sin solución de continuidad, el PSOE canario se adhirió de inmediato a la propuesta. Pero, como no hay error sin su secuela, también se plegó la dirección regional socialista de Canarias a poner nombre al candidato, en este caso candidata, que habrían de votar los 250.000 militantes socialistas de España: Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y valor en alza del PSOE español. Las baronías confluían en un preocupante remedo que no hacía otra cosa que intentar perpetuar el poder del aparato, y a ellas se sumaban eufóricas, en una delirante coincidencia, la prensa de la derecha y los poderes que representa, que aplaudían la moderación del proceso y, cómo no, el nombre de la elegida.

La lealtad y la afrenta

Lo de Susana Díaz y el PSOE oficial no es otra cosa que la triste representación de lo que pasa en el socialismo canario. José Miguel Pérez, prácticamente el último en llegar a la dirección regional del PSOE, se ha convertido en una víctima más del continuismo y de la inercia. Su magnífica sintonía con Rubalcaba le ha reportado, sin duda, notables ventajas para embridar un partido desarticulado y para conseguir para las Islas cosas que históricamente parecían imposibles. Por ejemplo, influir en decisiones estratégicas a las que hasta entonces era ajena la federación socialista canaria. A esa buena relación se debe, entre otras muchas cosas, que López Aguilar no quedara fuera de la lista a las europeas, batalla que libró en solitario José Miguel Pérez hasta límites tan extremos que convierten en ilógico e injusto el pago que recibió del candidato (hoy eurodiputado electo) cuando se dejó fotografiar con los rebeldes a los que la dirección federal y regional decidió expulsar. Pérez es rehén leal de Rubalcaba, y a sus designios sucesorios se ha plegado de una manera poco tan poco hábil que provocará una grieta insalvable entre el oficialismo que esas decisiones representan y las nuevas corrientes de renovación que contrariamente apuestan por la búsqueda de nuevas caras para el nuevo socialismo español, el canario incluido.

Viejos rivales

Por el flanco renovador y combativo se le abren al PSOE canario algunas vías de agua de difícil digestión, como la que representa la gente de Bases 2020. Leales, mucho más leales, que algunos elementos que José Miguel Pérez sostiene incomprensiblemente en su núcleo duro, esa corriente lleva mucho tiempo reclamando lo que ahora parece natural en el partido: que haya primarias abiertas para todo, que se reduzcan los avales a la mínima expresión y que se haga efectivo ese viejo objetivo (casi una estafa) de abrirse a la sociedad. El aparato se pliega a las mismas escaramuzas de siempre, lo que convertirá a los Franquis, Cruz, Yanes, Spínola… y compañía en comparsas del aperturismo para que nada cambie. Pedirán el voto para Susana Díaz proclamando la llegada de un orden nuevo que no será otra cosa que el triunfo del aparato sobre las refrescantes corrientes de renovación de ideas y de generaciones. Dirán que los que vienen sólo son un quítate tú pa ponerme yo, pero no moverán el culo ni para bailar el himno del partido. Para colmo, cada vez que el río se revuelve, regresarán de allende los mares los eternos aspirantes a moverle la silla a José Miguel Pérez, encabezados todos ellos por el senador Arcadio Díaz Tejera, el más viajero de todas sus señorías gracias a sus actividades de signo humanitario en el exterior. Aparece cuando suenan tambores de cambio, lo que no ha de traducirse necesariamente en nuevos tiempos ni en rupturas con el pasado. Díaz Tejera ha perdido al menos en dos ocasiones frente a Pérez, y parece querer reclamar su derecho a un lugar en la organización que jamás obtuvo pese a ser, como el secretario general, del equipo paracaidista que cayó sobre el PSOE cuando se creía –ahora vemos que erróneamente- que no podía estar peor.

Algo de Izquierda Socialista

En tiempos de tribulación siempre aparecen en el PSOE los tocados por la ortodoxia, los expedidores de los carnés de auténticos socialistas y los infalibles custodios de las esencias legadas por Pablo Iglesias, el fundador de hace 130 años, no el de Podemos. Izquierda Socialista, un movimiento cada vez más residual, como lo es el PCE en Izquierda Unida, ha sido la primera corriente dentro del PSOE en presentar candidato. Tienen la noticia en nuestro periódico. En Canarias, sus acólitos tiran voladores ante la confirmación de que son más de dos, incluso más de tres, los que alimentan esa corriente. Obsérvese, sin ánimo de ser excesivamente crueles, el espíritu renovador que preside la candidatura que, si no estamos mal informados, encabezará para dirigir al PSOE del cambio: un señor de casi 60 años, el catedrático Pérez Tapia, que ya ha vivido con intensidad sus años de servicio a la política. Sus compañeros en las Islas lo traerán en parihuelas, lo presentarán como la alternativa más de izquierdas del mundo; harán actos, cenas y encuentros de verdadero espíritu socialista. Pero no se comerán ni una rosca porque en Canarias nadie cree ya en Izquierda Socialista, una corriente dirigida por unos nostálgicos que no se han dado cuenta de que hasta a ellos, la verdadera izquierda socialista les ha adelantado por la izquierda. Su criticismo con la dirección les lleva a romper con su propia esencia para propiciar pactos con el Partido Popular allá donde el aparato los prohíbe, y su resistencia a la verdad les conduce a llamar mentirosos a los periodistas sin delimitar nunca dónde empiezan las mentiras ajenas –de haberlas- y donde terminan las propias. Pasarán a la historia por haber acabado con la carrera política de López Aguilar por una escaramuza absurda en la que el eurodiputado picó firmando su renuncia final a ser alguien en la política de Canarias. Sus últimos cinco años en la Eurocámara son su última oportunidad.

Soria, la política y el Día de Canarias

Pretender hacer pasar un discurso institucional del Día de Canarias por un “discurso no político”, como ha reclamado Soria, es una auténtica majadería. El Día de Canarias está fijado el 30 de mayo por una decisión absolutamente política, como estrictamente política fue la aprobación del Estatuto de Autonomía en fecha tan señalada por un órgano ineludiblemente político como es el Parlamento de Canarias. Por lo tanto, cualquier discurso de un político sobre el día (político, que no médico, matemático o astrofísico) de Canarias obligatoriamente ha de ser político. Otra cosa es que sea partidista, dogmático o electoralista, en cuyo caso estaríamos ante otra eventualidad. El discurso, cualquier discurso, contra las prospecciones petrolíferas pronunciado en tan señalada fecha no puede considerarse partidista o dogmático, y mucho menos electoralista. Primero, porque la oposición al petróleo no es patrimonio exclusivo de Coalición Canaria. Más bien al contrario, el único partido a favor de las prospecciones es el PP, por lo que se desmorona por completo ese envite de Soria. CC, PP, Nueva Canarias, Izquierda Unidad, Podemos, Compromiso, Sí se Puede… han mostrado abierta y públicamente su rechazo. No es dogmático por idénticas razones, porque a la explotación de hidrocarburos se opone todo el espectro ideológico canario, a excepción, insistimos, del PP, que sí aplica su prontuario para obligar a los suyos a tragar con esas ruedas de molino. Luego, el dogma, en todo caso, habría que buscarlo (y encontrarlo) en el partido de Soria, y nunca en el de sus oponentes. Y no es electoralista porque, por más que nos empeñemos, las últimas elecciones fueron el domingo 25 de mayo, y las próximas serán, como muy pronto, dentro de otros doce meses. Sentadas estas bases, debemos considerar absolutamente provocador –marca de la casa- el artículo de opinión dirigido por Soria a varios periódicos de papel que se imprimen en Canarias en el que afeaba a Paulino Rivero su discurso sobre el Día de Canarias.

Todo por Repsol

El artículo de José Manuel Soria, publicado en Canarias7 y en La Provincia (nos preguntamos, descangallados, qué fue lo que pasó para que no nos lo hiciera llegar a nosotros) es una constatación más de lo que al señor ministro le preocupa quedar bien con Repsol. No basta con facilitarle todos los trámites administrativos para que la autorización para las prospecciones pase el filtro de Industria y, con un salto mortal con doble tirabuzón, también el del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Tocaba mojarse. El fondo del artículo soriano no va dirigido contra el discurso de Paulino Rivero en el Día de Canarias, sino contra sus efectos: la movilización que se le viene encima al PP canario y a la compañía Repsol tras la Declaración de Impacto Ambiental dictada por Medio Ambiente. Se trata de poner medidas preventivas, de movilizar al PP y a los sectores empresariales sociales (que seguramente los hay) afines a contrarrestar la contestación institucional, mediática y popular, sobre todo popular, que se empieza a fraguar en las islas más comprometidas con la causa. Cualquiera que conozca a Soria sabe perfectamente que todas esas amenazas se la bufan por completo; él mismo ha insistido por activa y por pasiva que no cree que el debate petrolífero le reste un solo voto. Siendo, así, ¿a qué vino ese artículo tan provocador? ¿Por qué ataca tan frontalmente al Gobierno de Canarias y a los dos partidos que lo sustentan? Muy sencillo, porque al ministro no le preocupa el desgaste político, sino el degaste empresarial y de marca que va a tener que soportar Repsol a partir de ahora, acumulable al que ya ha sufrido en las cuestiones previas. Imposible encontrar un cómplice tan activo como Soria para Repsol.

Baleares, ¿después de las autonómicas?

El artículo contiene alguna que otra excusa de Soria, el por qué de las prospecciones en Canarias, la cantinela de la necesidad de un país de saber cuáles son sus recursos energéticos. También hay algún aviso, como el referido a las Islas Baleares, pendientes, como lo estaban las de Canarias hasta esta misma semana, de una resolución del Ministerio de Medio Ambiente. Dice Soria que no pasarán, que la misma suerte que hemos sufrido aquí correrán las Baleares ante los permisos, con el agravante de la cercanía física de las prospecciones, allí a nueve kilómetros, aquí a unos cincuenta. Esta versión de Soria también constituye una provocación para los ciudadanos y las instituciones baleares, que esperaban que el encuentro que esta semana celebrarán el presidente José Ramón Bauzá y la vicepresidenta nacional, Soraya Sáenz de Santamaría, pueda resolver el conflicto de allí. Siendo como es de mentiroso y pendenciero el personaje, no podemos separar para ustedes la paja del trigo, la verdad de los hechos de los anuncios y amenazas que produce el señor ministro. Cierto es que en Baleares hay más cercanía con el PP, derivada básicamente de la unanimidad institucional, política y social del Mediterráneo, pero más certeza arrojan los intereses económicos y energéticos de este Gobierno, que es muy capaz de aplazar a después de las autonómicas de 2015 su resolución sobre Baleares y asumir el desgaste nacional que le pueda ocasionar acto seguido, amortiguado por su convicción de que la mejora económica le permitirá un nuevo respiro.

El PSOE de Canarias no ha estado fino. O mejor dicho, ha estado tan sujeto a las leyes básicas de la naturaleza que ha terminado por demostrar su extrema sujeción a las consignas emanadas desde la dirección federal con sede en Ferraz. Inconsciente de su caudal, de la posibilidad de explotar en su favor una posición de gobierno ventajosa, una gestión de la crisis cuanto menos digna que le permitiera sacar la cabeza y presumir, ha optado por la sumisión y el conformismo. Su dirigencia empezó abrazando, como única salida posible a la dimisión diferida de Pérez Rubalcaba, la tesis del congreso primero y primarias después. Decía entonces esa dirigencia, en una pose que duró escasas 48 horas, que lo mejor para unas primarias de verdad era recomponer previamente el partido para evitar que las luchas cainitas que anidan en su interior pudieran condicionar una elección limpia del candidato a presidir el Gobierno en 2015. Luego vino la aceptación de que el congreso federal debe ser abierto, con el voto directo de los afiliados, como había preconizado el lunes siguiente del cataclismo un sector importante de la Ejecutiva Federal. Así que, sin solución de continuidad, el PSOE canario se adhirió de inmediato a la propuesta. Pero, como no hay error sin su secuela, también se plegó la dirección regional socialista de Canarias a poner nombre al candidato, en este caso candidata, que habrían de votar los 250.000 militantes socialistas de España: Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y valor en alza del PSOE español. Las baronías confluían en un preocupante remedo que no hacía otra cosa que intentar perpetuar el poder del aparato, y a ellas se sumaban eufóricas, en una delirante coincidencia, la prensa de la derecha y los poderes que representa, que aplaudían la moderación del proceso y, cómo no, el nombre de la elegida.

La lealtad y la afrenta