El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Una penosa sucesión de despropósitos
Los sucesos que han dado lugar a este auto de la Audiencia Provincial que declara totalmente ajustada a derecho la detención de la esposa del general Francisco Martín Alonso, Esther Vaquero Martín, se produjeron el 2 de julio de 2010, cuando la señora circuló durante unos dos kilómetros en dirección prohibida por la autovía de Tafira a Las Palmas de Gran Canaria. En ese trayecto se cruzó con varios coches, uno de ellos conducido por el inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía Eduardo Belda Bueno, que logró detenerla cuando adelantaba a otro coche. Belda bloqueó la marcha del coche de la conductora y llamó al 1-1-2 para que acudiera alguien, la Policía Local o la Guardia Civil, y se actuara reglamentariamente por la comisión flagrante de un delito contra la seguridad vial. La señora fue condenada días después en una sentencia de conformidad (con abogado y fiscal en presencia) a cuatro meses de cárcel -con suspensión condicional por ausencia de antecedentes- y un año sin carné. Hasta ahí todo más o menos normal, si por normal debemos entender que alguien circule de esa manera por la carretera poniendo en peligro su vida y la de los demás. Pero a partir de ese suceso se desencadenó una penosa cadena de despropósitos que ya había empezado con la sorprendente y primera presencia en el lugar de los hechos de un comandante del Ejército de Tierra, allí comisionado para evacuar la zona y evitar infortunios. Pero siguió con los 45 minutos que tardó en llegar la Guardia Civil, que no disponía del material reglamentario para someter a la detenida a pruebas toxicológicas y alcanzó el cenit de la pandereta con la carta que el general jefe de la Guardia Civil remitió a la jefa superior de Policía recriminándole la actuación del inspector Belda en un tonito muy propio de quien ejerce el mando en plaza por encima de zarandajas legales.
Los sucesos que han dado lugar a este auto de la Audiencia Provincial que declara totalmente ajustada a derecho la detención de la esposa del general Francisco Martín Alonso, Esther Vaquero Martín, se produjeron el 2 de julio de 2010, cuando la señora circuló durante unos dos kilómetros en dirección prohibida por la autovía de Tafira a Las Palmas de Gran Canaria. En ese trayecto se cruzó con varios coches, uno de ellos conducido por el inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía Eduardo Belda Bueno, que logró detenerla cuando adelantaba a otro coche. Belda bloqueó la marcha del coche de la conductora y llamó al 1-1-2 para que acudiera alguien, la Policía Local o la Guardia Civil, y se actuara reglamentariamente por la comisión flagrante de un delito contra la seguridad vial. La señora fue condenada días después en una sentencia de conformidad (con abogado y fiscal en presencia) a cuatro meses de cárcel -con suspensión condicional por ausencia de antecedentes- y un año sin carné. Hasta ahí todo más o menos normal, si por normal debemos entender que alguien circule de esa manera por la carretera poniendo en peligro su vida y la de los demás. Pero a partir de ese suceso se desencadenó una penosa cadena de despropósitos que ya había empezado con la sorprendente y primera presencia en el lugar de los hechos de un comandante del Ejército de Tierra, allí comisionado para evacuar la zona y evitar infortunios. Pero siguió con los 45 minutos que tardó en llegar la Guardia Civil, que no disponía del material reglamentario para someter a la detenida a pruebas toxicológicas y alcanzó el cenit de la pandereta con la carta que el general jefe de la Guardia Civil remitió a la jefa superior de Policía recriminándole la actuación del inspector Belda en un tonito muy propio de quien ejerce el mando en plaza por encima de zarandajas legales.