El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Es que una procesión impone mucho
Una procesión es una procesión. Con su San José paciente, con esas cornetas y esos tambores, con el recogimiento, el relajo en las puertas de los bares, ese alcalde con el bastón de mando, estirado como una vara. Era la primera procesión del barrio de San José de las Longueras a la que Paco Valido acudía como alcalde, y estaba que no cabía en sí de gozo. A su lado, Marcelino Galindo se lo contaba todo: Paco, mi niño, hemos tenido que parar la moción de censura que estos cafres querían meterte con Guadalupe de traidora. Yo hablé con Mauricio y me lo dejó clarito: mira, Marcelino, todo lo que tu quieras, menos poner de nuevo a Paco Santiago de alcalde, así que hazme el favor de estarte quieto. Paco Valido se sintió fuerte ese día, se sintió alcalde, salvó la moción de censura sin que tuviera que intervenir el que mandaba y manda, el tal Reyes. Galindo salvó tamporalmente al alcalde. Pero, ¿habría habido operación Faycán si la censura hubiese prosperado? ¿Qué habría elegido el alcalde, susto o muerte? La ciudad lo ha pagado caro, amigo Marcelino. De eso sí que no hay duda.
Una procesión es una procesión. Con su San José paciente, con esas cornetas y esos tambores, con el recogimiento, el relajo en las puertas de los bares, ese alcalde con el bastón de mando, estirado como una vara. Era la primera procesión del barrio de San José de las Longueras a la que Paco Valido acudía como alcalde, y estaba que no cabía en sí de gozo. A su lado, Marcelino Galindo se lo contaba todo: Paco, mi niño, hemos tenido que parar la moción de censura que estos cafres querían meterte con Guadalupe de traidora. Yo hablé con Mauricio y me lo dejó clarito: mira, Marcelino, todo lo que tu quieras, menos poner de nuevo a Paco Santiago de alcalde, así que hazme el favor de estarte quieto. Paco Valido se sintió fuerte ese día, se sintió alcalde, salvó la moción de censura sin que tuviera que intervenir el que mandaba y manda, el tal Reyes. Galindo salvó tamporalmente al alcalde. Pero, ¿habría habido operación Faycán si la censura hubiese prosperado? ¿Qué habría elegido el alcalde, susto o muerte? La ciudad lo ha pagado caro, amigo Marcelino. De eso sí que no hay duda.