El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
El ejemplo Rato
Observen esa foto. Se palpa la admirativa tensión, el encuadre adecuado, la definición perfecta del núcleo, del epicentro. Todo gira alrededor del tributo a un solo hombre, y aunque parezca mentira, ese hombre no es José Manuel Soria, que también está ahí, ni Cristóbal Montoro, ni Fátima Báñez, es verdad que ninguno de ellos aún investido ganador de las elecciones celebradas dos meses después. El que despierta la admiración es Rodrigo Rato y Figaredo, gurú de la economía, hacedor del milagro económico de Aznar, ex director del Fondo Monetario Internacional y por entonces chamán salvador de las cajas con el invento todavía brillante de Bankia. Había venido a Las Palmas de Gran Canaria por segunda vez para un acto económico de su partido. Lo había hecho cinco meses antes, en el marco de una gira nacional diseñada par dar lustre a su figura y al banco que ya presidía, tapadera de toda la basura de las cajas de ahorro. El PIB canario lo aplaudió a rabiar en la conferencia muy a la americana que ofreció en salón Arencibia, del hotel Santa Catalina, de donde salió a hombros, por la puerta grande y con las dos orejas y el rabo. Las caras de admiración y de entusiasmo eran generalizadas entre el respetable. Su discurso fue asombroso, perfectamente estudiado, el de un dirigente financiero global. Nadie se imaginaba entonces que ya había utilizado (y seguramente lo seguía haciendo) tarjetas opacas de Cajamadrid, o que podía estar blanqueando capitales, ocultando dinero al fisco y alzando bienes, tal y como le acusa ahora la Fiscalía. La derecha política y financiera ha visto caer del todo a uno de sus mitos más celebrados. Y el PP incorpora a su galería de indeseables a un personaje más, su Mario Conde, al que sacrifica ahora antes de que sea peor. Porque todavía puede ser peor.
En caso de duda, pasea el barco
Dicen los testigos presenciales que la ministra de Fomento perdió su habitual habilidad para contestar preguntas cuando la que tocaba exigía de ella una explicación convincente acerca de los motivos que llevaron a su departamento a sacar de paseo al pesquero ruso Oleg Naydenov hasta que se terminó hundiendo junto a Gran Canaria. Es más que probable que no haya explicaciones técnicas que puedan sostenerse, sobre todo para entender por qué el primer destino del pesquero fuera la punta de Jandía, zona de apreciado valor pesquero y ambiental hasta el punto de que su propio Gobierno, tras jugar al ratón y al gato con Repsol y la Unión Europea, terminó declarándolo Lugar de Interés Comunitario (LIC). Tampoco hay explicación que sirva para que un profano entienda que se lo llevaran luego al quinto pino con su interior lleno de agua y forzando el casco en una deriva bastante chiripitifláutica para acto seguido, sin sacarle el fuel de sus tanques ni nada, volverlo a acercar a la costa hasta el final de todos conocido. Quizás entre las autoridades marítimas peperas prevalezca un síndrome descrito del siguiente modo: “Si no sabes qué hacer con un barco en situación crítica, dale un paseo hasta que se le quite”. Desgraciadamente no sanaron de ese mal con el Prestige, al que el equipo de Álvarez Cascos, que aprovechó la crisis para irse de cacería, paseó por las costas gallegas hasta que el petrolero se partió en dos a 250 kilómetros de la orilla ocasionando uno de los mayores desastres ambientales del planeta. De momento va quedando en ridículo, una vez más, la delegada Hernández Bento en sus apreciaciones sobre el riesgo “pequeño” de vertido“. Es el remedo en versión una hora menos de los hilitos de plastilina.
Vino en turista
Se equivocó otra ministra, Isabel García Tejerina, de Agricultura y Medio Ambiente, cuando este jueves dijo que su colega Ana Pastor había venido a Canarias ipso facto, nada más enterarse de la crisis del pesquero ruso. No fue exactamente así: la señora ministra de Fomento dejó pasar casi 24 horas antes de tomar un vuelo regular con destino a Gran Canaria, a donde llegó la noche del miércoles para ponerse en situación de operatividad a la mañana siguiente. Por cierto, la señora Pastor viajó en clase turista, como la inmensa mayoría del pasaje. Sólo una persona, una, utilizó la clase business en ese vuelo: la senadora por la Comunidad Autónoma María del Mar Julios, que precisamente venía de increpar al Gobierno en la Cámara Baja por la trastada que nos ha hecho privatizando una parte de la empresa pública que se ocupa de la explotación de los aeropuertos, es decir, Aena. Debe ser que la señora Julios, alejada desde hace un tiempo de los cargos de alta responsabilidad legislativa, no sabe que ya no se estila eso de viajar en business porque el público municipal y espeso lo ve tan mal que lo termina contando a la prensa en cuanto se baja del avión.
Le ganamos al señor Mayor Oreja
No es frecuente tener un pleito judicial con un ex ministro del Reino, y menos disputárselo en su casa y ganárselo. Canarias Ahora lo ha tenido nada más y nada menos que con el ex ministro del Interior Jaime Mayor Oreja, que nos demandó en 2011 por dos artículos de opinión de nuestro colaborador Rafael González Morera. Mayor consideró que el columnista le ofendía al afirmar que le perjudicaba el final de ETA por la vinculación de su familia con compañías del mundo de la seguridad privada. El ofendido reclamaba al autor 30.000 euros, además de la publicación de la sentencia y otros suplidos. Así que para Madrid tuvo que ir nuestro inigualable e impagable abogado Luis Val Rodríguez, que defendió la causa de esta casa con la fe que siempre ha puesto en nuestros casos. No hubo suerte en la primera instancia porque la juez que nos tocó dio la razón por completo al señor Mayor, estimando la demanda en todos sus extremos, incluida la indemnización de 30.000 euros. Pero recurrimos a la Audiencia Provincial de Madrid, que revocó la sentencia y absolvió a nuestro colaborador. El ex ministro de Aznar no aceptó esa derrota y recurrió al Tribunal Supremo que esta misma semana ha notificado su sentencia: se ratifica la de la Audiencia Provincial y se desestima por lo tanto la demanda. Pero además de esta derrota judicial de este influyente ex ministro, la sentencia, de la que ha sido ponente el magistrado Rafael Sarazá Jimena, contiene algunas perlas que no podemos dejar de destacar. Por ejemplo esta: “En la ponderación de la libertad de expresión con el derecho al honor, es relevante que la expresión de opiniones o valoraciones se realice a través de un medio de información institucionalizado, pues la protección constitucional alcanza su máximo nivel cuando la libertad de expresión o de información son ejercitadas por profesionales de información a través del vehículo institucionalizado de formación de la opinión pública que es la prensa, entendida en su más amplia acepción”. Sarazá Jimena es un magistrado experto en el derecho a la libertad de expresión, asunto sobre el que ha escrito muchos artículos y ha publicado un libro. Felicitamos a Luis Val, al que agradecemos una vez más sus esfuerzos, y a nuestro compañero Rafael González Morera, que sigue ejerciendo su libertad como el primer día.
Regalan playas y bulevares
Hubo un tiempo no hace mucho, en el que los partidos políticos españoles parecían metidos en una febril competición por ver cuál de ellos recaudaba más y se gastaba más en campaña electoral. Solía ganar el PP, destinatario de las donaciones más espléndidas, lo que levantaba las sospechas que ahora estamos viendo confirmadas en toda su extensión. Todo era un frenesí de derroche, con banderolas sofisticadas que sustituían al cartel de toda la vida; con murales tipo Mao que dejaban chiquitas a las vallas más pretenciosas, con vídeos, cuñas de radio, banners digitales, folletos, pasquines, relojes, bolígrafos, jarras, tazas de café y camisetas en todos los formatos que transformaban la política en un inmenso bazar de baratijas. El candidato o candidata sólo tenía que ocuparse de sonreír, repartir flores y ejecutar fielmente el manual de campaña, consistente en emitir el mayor número de promesas graduadas en función del tamaño de la promesa que hubiera o hubiese emitido el contrincante más directo. Con el estallido de la crisis hubo elecciones más austeras y más realistas, con candidatos compungidos por la repentina desaparición de la caja B y la drástica reducción del presupuesto. Se descrestaron gran parte de las promesas, desaparecieron muchas de las obras públicas y los compromisos se redujeron casi a combatir la crisis, eso sí, con medidas y objetivos que han resultado a la postre tremendamente falaces. Pero desde que decretaron el final oficial de esa crisis, algunos candidatos han vuelto a las andadas. Se acabaron las restricciones, vuelve el candidato faraón. El fuego lo rompió en Canarias en febrero el inigualable Nacho González, presidente y propietario del Centro Canario Nacionalista (CCN), que se presenta de nuevo a la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife. Su propuesta estrella ha sido la de construir no una playa sino tres en la ciudad: una en Valleseco, otra en la Avenida de Anaga y otra en la dársena de Los Llanos.
Triunfando en las redes
Seguramente sin pretenderlo, Nacho abrió la subasta porque tras él, el actual alcalde, José Manuel Bermúdez (Coalición Canaria) también se ha lanzado proponiendo una playa para la ciudad en la zona del denostado y polémico Parque Marítimo. ¿Y quién paga esos desafueros? Nacho González lo tiene claro: no habrá operaciones opacas como la que su señor padre de él protagonizó en Las Teresitas en un pelotazo de libro (fiscalía dixit) que todavía no ha quedado finiquitado porque ni González padre ni su socio, Antonio Plasencia, han devuelto al consistorio los 52 millones de euros que le cobraron por venderle un trozo de playa que ya era municipal. Nacho cree que el paganini debe ser Costas, como ha hecho con la regeneración del frente marítimo de Santa Cruz de La Palma. El hombre está entusiasmado porque desde que lanzó la idea en las redes sociales, la cosa ha tenido su éxito, faltaría más, a ver a quién no le agrada un caramelito así. Lo malo es que la promesa se lanza con dinero gestionado por una administración que no es a la que concurre, lo que convierte el compromiso en un nuevo brindis al sol. Más pegado a la tierra, quizás porque su ciudad no anda necesitada de nuevas playas, aparece el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, que ha prometido hacer un bulevar desde la plaza de España (antes plaza de La Victoria) hasta el nuevo parque del Estadio Insular, cuyas obras de conversión en un parque urbano tendrá que inaugurar ahorita mismo, en mayo, en compañía del presidente del Cabildo, el irradiado José Miguel Bravo de Laguna, que para algo ha sido el paganini. A Cardona se le ha ido el mandato con pequeñas acciones de gran valor publicitario, lo que parece haberle funcionado muy bien a tenor de lo que dicen las encuestas.
Observen esa foto. Se palpa la admirativa tensión, el encuadre adecuado, la definición perfecta del núcleo, del epicentro. Todo gira alrededor del tributo a un solo hombre, y aunque parezca mentira, ese hombre no es José Manuel Soria, que también está ahí, ni Cristóbal Montoro, ni Fátima Báñez, es verdad que ninguno de ellos aún investido ganador de las elecciones celebradas dos meses después. El que despierta la admiración es Rodrigo Rato y Figaredo, gurú de la economía, hacedor del milagro económico de Aznar, ex director del Fondo Monetario Internacional y por entonces chamán salvador de las cajas con el invento todavía brillante de Bankia. Había venido a Las Palmas de Gran Canaria por segunda vez para un acto económico de su partido. Lo había hecho cinco meses antes, en el marco de una gira nacional diseñada par dar lustre a su figura y al banco que ya presidía, tapadera de toda la basura de las cajas de ahorro. El PIB canario lo aplaudió a rabiar en la conferencia muy a la americana que ofreció en salón Arencibia, del hotel Santa Catalina, de donde salió a hombros, por la puerta grande y con las dos orejas y el rabo. Las caras de admiración y de entusiasmo eran generalizadas entre el respetable. Su discurso fue asombroso, perfectamente estudiado, el de un dirigente financiero global. Nadie se imaginaba entonces que ya había utilizado (y seguramente lo seguía haciendo) tarjetas opacas de Cajamadrid, o que podía estar blanqueando capitales, ocultando dinero al fisco y alzando bienes, tal y como le acusa ahora la Fiscalía. La derecha política y financiera ha visto caer del todo a uno de sus mitos más celebrados. Y el PP incorpora a su galería de indeseables a un personaje más, su Mario Conde, al que sacrifica ahora antes de que sea peor. Porque todavía puede ser peor.