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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Rodrigo Rato, ese increíble gestor

Ha caído Rodrigo Rato por decisión del Gobierno de España, y esa decisión afecta a miles y miles de canarios que siguen confiando en Bankia, el banco bajo cuyo paraguas quedó absorbida La Caja de Canarias. La presión de las autoridades financieras internacionales sobre el ministro De Guindos forzó la salida de la entidad de un personaje que increíblemente siempre ha pasado como un gestor equilibrado, audaz y de éxito, y que hasta ahora solo puede anotarse en su haber la gestión de la política económica española en tiempos de vacas gordas. Tiempos aquellos, todo hay que decirlo, en los que el otrora ministro fomentó una burbuja inmobiliaria que, con el transcurso del tiempo (quién se lo iba a decir a él) ha acabado por estallarle en las manos en forma de activos tóxicos cada vez más devaluados que pesan como una losa en los resultados de la banca. Resulta cuanto menos extraordinario que autoridades económicas internacionales pidan a todo un Gobierno soberano la cabeza de alguien que ha ocupado en otros tiempos puestos relevantes en la gobernanza financiera global, que abandonó también de manera un tanto precipitada, como en esta ocasión.

Ha caído Rodrigo Rato por decisión del Gobierno de España, y esa decisión afecta a miles y miles de canarios que siguen confiando en Bankia, el banco bajo cuyo paraguas quedó absorbida La Caja de Canarias. La presión de las autoridades financieras internacionales sobre el ministro De Guindos forzó la salida de la entidad de un personaje que increíblemente siempre ha pasado como un gestor equilibrado, audaz y de éxito, y que hasta ahora solo puede anotarse en su haber la gestión de la política económica española en tiempos de vacas gordas. Tiempos aquellos, todo hay que decirlo, en los que el otrora ministro fomentó una burbuja inmobiliaria que, con el transcurso del tiempo (quién se lo iba a decir a él) ha acabado por estallarle en las manos en forma de activos tóxicos cada vez más devaluados que pesan como una losa en los resultados de la banca. Resulta cuanto menos extraordinario que autoridades económicas internacionales pidan a todo un Gobierno soberano la cabeza de alguien que ha ocupado en otros tiempos puestos relevantes en la gobernanza financiera global, que abandonó también de manera un tanto precipitada, como en esta ocasión.