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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

El síndrome de la UCD

Cuentan los históricos de la Unión de Centro Democrático (UCD), actualmente en las filas del Partido Popular, que lo que está pasando rebasa lo estéticamente admisible. Tanto, que empieza a cundir de manera alarmante el síndrome de aquel partido fundado por Adolfo Suárez para dar cabida a un amplio espectro de políticos, ideologías e intereses y, sobre todo, para ganar elecciones a lo bestia. Hasta que vino la ruptura, que fue todavía más cruenta. Pues se aprecian en el PP canario los síntomas que padeció la UCD en su peor etapa, la de las puñaladas que dieron paso a la descomposición del partido, también de centro de toda la vida, miren por donde. Militantes históricos, cuyos nombres guardamos de momento para que no los crucifiquen con escarnio público, no se ocultan en determinadas conversaciones privadas y no tanto para decir eso de “ya está bien”. Los desencuentros entre dirigentes, las opiniones enfrentadas entre altos cargos como Luzardo y Soria, o la política de enfrentamiento del PP en la provincia de Las Palmas con sus aliados en Santa Cruz de Tenerife y Madrid, están dando mucho que hablar. Lo de la Federación de Municipios y Provincias del otro día es sólo un botón de muestra, con ese simbólico y pírrico apoyo de ATI a un PP que precisamente se diluye en el bastión del insularismo.

Cuentan los históricos de la Unión de Centro Democrático (UCD), actualmente en las filas del Partido Popular, que lo que está pasando rebasa lo estéticamente admisible. Tanto, que empieza a cundir de manera alarmante el síndrome de aquel partido fundado por Adolfo Suárez para dar cabida a un amplio espectro de políticos, ideologías e intereses y, sobre todo, para ganar elecciones a lo bestia. Hasta que vino la ruptura, que fue todavía más cruenta. Pues se aprecian en el PP canario los síntomas que padeció la UCD en su peor etapa, la de las puñaladas que dieron paso a la descomposición del partido, también de centro de toda la vida, miren por donde. Militantes históricos, cuyos nombres guardamos de momento para que no los crucifiquen con escarnio público, no se ocultan en determinadas conversaciones privadas y no tanto para decir eso de “ya está bien”. Los desencuentros entre dirigentes, las opiniones enfrentadas entre altos cargos como Luzardo y Soria, o la política de enfrentamiento del PP en la provincia de Las Palmas con sus aliados en Santa Cruz de Tenerife y Madrid, están dando mucho que hablar. Lo de la Federación de Municipios y Provincias del otro día es sólo un botón de muestra, con ese simbólico y pírrico apoyo de ATI a un PP que precisamente se diluye en el bastión del insularismo.