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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Soria no ayuda a los suyos

Hablando de jueces, ¿se acuerdan ustedes de aquel famoso jefe de gabinete que tuvo José Manuel Soria en el Cabildo? Sí, hoooombre, aquel de nombre Víctor Rodríguez Gago, peripatético componedor de campañas de agitación y propaganda, redactor de los artículos dominicales del jefe, neoliberal del ala triste de la doctrina. Le tenemos perdida la pista, pero ya sabemos que Soria también, y que se la ha perdido adrede. O si no que nos expliquen cómo es posible que un ex alto cargo de ese rango, con tanto poder acumulado en tan poco tiempo, diga por escrito que no tiene dinero para venir a Las Palmas de Gran Canaria a responder ante un juez de presuntos delitos cometidos contra este periódico, su director y uno de sus accionistas. Está limpio como un escoplo, sostiene, pero mientras, su jefe utiliza para sus asuntillos penales nada menos que a uno de los penalistas más caros de España, Nicolás González-Cuéllar Serrano, con despacho de prestigio en Madrid y honorarios que quitan el hipo. Una vez lo vimos venir a Las Palmas de Gran Canaria a una toma de declaración y volverse en taxi dos horas después rumbo al aeropuerto porque el juez estaba fuera del juzgado. Así pagan algunos a los bardinos que cuidaron sus predios y semovientes.

Hablando de jueces, ¿se acuerdan ustedes de aquel famoso jefe de gabinete que tuvo José Manuel Soria en el Cabildo? Sí, hoooombre, aquel de nombre Víctor Rodríguez Gago, peripatético componedor de campañas de agitación y propaganda, redactor de los artículos dominicales del jefe, neoliberal del ala triste de la doctrina. Le tenemos perdida la pista, pero ya sabemos que Soria también, y que se la ha perdido adrede. O si no que nos expliquen cómo es posible que un ex alto cargo de ese rango, con tanto poder acumulado en tan poco tiempo, diga por escrito que no tiene dinero para venir a Las Palmas de Gran Canaria a responder ante un juez de presuntos delitos cometidos contra este periódico, su director y uno de sus accionistas. Está limpio como un escoplo, sostiene, pero mientras, su jefe utiliza para sus asuntillos penales nada menos que a uno de los penalistas más caros de España, Nicolás González-Cuéllar Serrano, con despacho de prestigio en Madrid y honorarios que quitan el hipo. Una vez lo vimos venir a Las Palmas de Gran Canaria a una toma de declaración y volverse en taxi dos horas después rumbo al aeropuerto porque el juez estaba fuera del juzgado. Así pagan algunos a los bardinos que cuidaron sus predios y semovientes.