El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Soria y su gran amiga Margarona
Puede que el ministro Soria esté acatarrado. Pero también puede que los innumerables carraspeos con los que este viernes obsequió a los oyentes de Cope Canarias respondan a un mecanismo de autoafirmación o autodefensa en audio equivalente a las sacudidas de hombro y cuello con las que acompaña habitualmente (en vídeo) sus apariciones públicas, generalmente plagadas de trolas tamaño King-size. Porque mira que es trolero el ministro canario de Industria, Energía y Turismo, trolero como él solo. Y a lo largo del cuartito de hora que le dedicó a Mayer Trujillo por teléfono en el trayecto entre el ministerio y La Moncloa soltó unas cuantas. La más bochornosa de todas, la que está haciendo las delicias de la oposición, de los gracioseros y del público en general es la parte en la que, haciéndose el gestor eficiente y discreto, cuenta a los oyentes que fue él el que le arregló a la isla de La Graciosa el problemón que se le presentaba ante la decisión de Bankia de cerrar su sucursal en la isla. En ese tono de héroe antiguo al que nos tiene acostumbrados explicó al periodista que había hablado “con quien tenía que hablar -y permítame que no le diga con quien hablé porque estas cuestiones hay que hacerlas de la manera que hay que hacerlas-”, para que se corrigiera la decisión de la entidad bancaria. Y acto seguido añadió que había hablado telefónicamente con “la alcaldesa de La Graciosa, mi buena amiga Margarona Páez”, para tenerla al corriente de sus gestiones. Nos podemos imaginar la cara que se le habrá puesto a la señora Páez al enterarse de que ha vuelto a ser alcaldesa de La Graciosa, cargo que abandonó nada más y nada menos que en agosto de 2009, o sea, hace cuatro años. “El mismo día que se me transmitió [el problema] yo mismo [atención, él mismo] llamé a la alcaldesa pedánea de la isla de La Graciosa, que sabe usted que es doña Margarona, y yo mismo le transmití esta noticia a mi buena amiga Margarona”, proclamó el señor ministro. Llegados a este punto ponemos en remojo la historia completa, desde el principio hasta el final. ¿Contactó realmente Soria con algún directivo de Bankia o esa reserva tan profesional que guardó sobre su identidad responde simplemente a que también es mentira esa parte de la soflama? ¿Telefoneó realmente el señor ministro a Margarona Páez para decirle que él solito había arreglado el entuerto? En caso de haberla llamado, ¿la aclaró la ex alcaldesa de la isla que ella ya no ejerce ese cargo? ¿O más bien debemos creer que tampoco hubo contacto alguno del presidente del PP canario con nadie de La Graciosa? Finalmente, ¿hizo alguna gestión Soria o algún mamporrero lo resolvió y él solo apareció en el momento de las metopas y las medallas? Fuerte hombre mentiroso, oiga.
Puede que el ministro Soria esté acatarrado. Pero también puede que los innumerables carraspeos con los que este viernes obsequió a los oyentes de Cope Canarias respondan a un mecanismo de autoafirmación o autodefensa en audio equivalente a las sacudidas de hombro y cuello con las que acompaña habitualmente (en vídeo) sus apariciones públicas, generalmente plagadas de trolas tamaño King-size. Porque mira que es trolero el ministro canario de Industria, Energía y Turismo, trolero como él solo. Y a lo largo del cuartito de hora que le dedicó a Mayer Trujillo por teléfono en el trayecto entre el ministerio y La Moncloa soltó unas cuantas. La más bochornosa de todas, la que está haciendo las delicias de la oposición, de los gracioseros y del público en general es la parte en la que, haciéndose el gestor eficiente y discreto, cuenta a los oyentes que fue él el que le arregló a la isla de La Graciosa el problemón que se le presentaba ante la decisión de Bankia de cerrar su sucursal en la isla. En ese tono de héroe antiguo al que nos tiene acostumbrados explicó al periodista que había hablado “con quien tenía que hablar -y permítame que no le diga con quien hablé porque estas cuestiones hay que hacerlas de la manera que hay que hacerlas-”, para que se corrigiera la decisión de la entidad bancaria. Y acto seguido añadió que había hablado telefónicamente con “la alcaldesa de La Graciosa, mi buena amiga Margarona Páez”, para tenerla al corriente de sus gestiones. Nos podemos imaginar la cara que se le habrá puesto a la señora Páez al enterarse de que ha vuelto a ser alcaldesa de La Graciosa, cargo que abandonó nada más y nada menos que en agosto de 2009, o sea, hace cuatro años. “El mismo día que se me transmitió [el problema] yo mismo [atención, él mismo] llamé a la alcaldesa pedánea de la isla de La Graciosa, que sabe usted que es doña Margarona, y yo mismo le transmití esta noticia a mi buena amiga Margarona”, proclamó el señor ministro. Llegados a este punto ponemos en remojo la historia completa, desde el principio hasta el final. ¿Contactó realmente Soria con algún directivo de Bankia o esa reserva tan profesional que guardó sobre su identidad responde simplemente a que también es mentira esa parte de la soflama? ¿Telefoneó realmente el señor ministro a Margarona Páez para decirle que él solito había arreglado el entuerto? En caso de haberla llamado, ¿la aclaró la ex alcaldesa de la isla que ella ya no ejerce ese cargo? ¿O más bien debemos creer que tampoco hubo contacto alguno del presidente del PP canario con nadie de La Graciosa? Finalmente, ¿hizo alguna gestión Soria o algún mamporrero lo resolvió y él solo apareció en el momento de las metopas y las medallas? Fuerte hombre mentiroso, oiga.