El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
La terraza de la primera dama en El Sauzal
Todo el municipio de El Sauzal, del que su esposo fue alcalde una veintena de años, sabe que doña Ángela Mena es copropietaria de una cafetería con terraza. La cafetería se llama Jalea de Menta, y está situada en el número 3 de la privilegiada Avenida de la Sierva de Dios, junto a la sala de exposiciones municipal y frente a las Casas Consistoriales. Según un cartel colocado en la puerta, está especializada en “catering, fiestas privadas, bodas, bautizos, servicio a domicilio y comidas para llevar por encargo”. Por lo que tenemos entendido, y como no podía ser de otro modo, cuenta con todos los permisos municipales, incluida la instalación de unas mesas, unas sillas y unas sombrillas en la acera de enfrente, como se puede apreciar en la imagen que acompañamos. Lo que ignoramos es si el camarero cobra plus de peligrosidad, no por acudir al trabajo sin escoltas, sino por tener que cruzar, bandeja en mano, una avenida por la que pasa todo el tráfico rodado de la zona. La copropietaria y su esposo, don Paulino Rivero, acuden con cierta asiduidad a verificar la marcha del negocio. Que el ojo del amo engorda al caballo.
Todo el municipio de El Sauzal, del que su esposo fue alcalde una veintena de años, sabe que doña Ángela Mena es copropietaria de una cafetería con terraza. La cafetería se llama Jalea de Menta, y está situada en el número 3 de la privilegiada Avenida de la Sierva de Dios, junto a la sala de exposiciones municipal y frente a las Casas Consistoriales. Según un cartel colocado en la puerta, está especializada en “catering, fiestas privadas, bodas, bautizos, servicio a domicilio y comidas para llevar por encargo”. Por lo que tenemos entendido, y como no podía ser de otro modo, cuenta con todos los permisos municipales, incluida la instalación de unas mesas, unas sillas y unas sombrillas en la acera de enfrente, como se puede apreciar en la imagen que acompañamos. Lo que ignoramos es si el camarero cobra plus de peligrosidad, no por acudir al trabajo sin escoltas, sino por tener que cruzar, bandeja en mano, una avenida por la que pasa todo el tráfico rodado de la zona. La copropietaria y su esposo, don Paulino Rivero, acuden con cierta asiduidad a verificar la marcha del negocio. Que el ojo del amo engorda al caballo.