Los bosques recuerdan a su modo, guardan registro de cuanto ocurre a su alrededor para quien sepa buscar el rastro de hitos locales o cambios a escala global, y los de Gran Canaria cuentan una historia que ya se intuía: la huella del fuego en ellos sugiere que las islas fueron pobladas mucho antes de lo que puede probar la arqueología, al menos cuatro siglos antes.
La historia es esta: la resistencia proverbial al fuego del pino canario, capaz incluso de sobrevivir a un volcán, como se acaba de acreditar en La Palma, se vio quebrada en Gran Canaria a mediados del s. III antes de Cristo (hace 2.280 años) y la corona forestal de la isla comenzó a retroceder desde la cumbre hasta cotas cada vez más bajas en una dinámica que se acentuó con el tiempo y que se aceleró definitivamente con la llegada de los europeos en el s. XV.
Los pinares canarios se recuperan de las llamas en un periodo que no va más allá de los trece años, tiempo muy inferior a la recurrencia de los incendios de origen natural, por lo se reponen de un fuego sin problema antes de que llegue el siguiente, salvo que medie otra interferencia aún mayor, como una erupción explosiva. La última erupción que sufrió Gran Canaria, la de Bandama, fue así.
Sin embargo, tuvo lugar 360 años después (hace 1.920 años, s. I AD) y en un lugar desde donde los flujos piroclásticos difícilmente llegarían a la cumbre, a cinco kilómetros de la costa, donde confluyen hoy los municipios de Las Palmas, Telde y Santa Brígida.
Fue un ciclo de incendios lo que hizo rendirse al pino canario hace casi 2.300 años y solo pudo ocasionarlo la mano del hombre. Es la tesis que defienden en Journal of Biogeography doce científicos del Consejo Nacional de Investigación de Italia (CNR) y de las universidades de La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, Oxford, Nottingham, Southampton y Copenhague a partir de los sedimentos recuperados en La Calderilla (San Mateo) y La Laguna (Valleseco).
El primer enclave, un cráter situado a 1.770 metros de altitud, conserva una secuencia de sedimentos de carbón vegetal que habla de los últimos 4.800 años de historia de Gran Canaria, mientras que en el segundo, otra antigua caldera, a 870 metros sobre el mar, se han encontrado granos de polen de gramíneas de hace 1.800 años; o lo que es lo mismo, el rastro los primeros cereales plantados en la isla por los grupos bereberes que llegaron desde el norte de África.
Este grupo de investigadores, encabezado por Cesare Ravazzi (CNR), sostiene que esos sedimentos acreditan que la cumbre de Gran Canaria estaba cubierta hace 4.800 por un bosque “prístino” de pinos, adaptado a sobreponerse a incendios intensos dentro del ciclo natural de ese tipo de fenómenos, cuando no media la mano del hombre. Sin embargo, en un momento situado hace 2.280 años se aprecia un cambio en la vegetación que no explica el ciclo natural.
Desde su punto de vista, hay datos en esos sedimentos y en el registro geológico de la isla que acreditan que eso puede ser reflejo de que en esas fechas aparece un uso “cultural” y “recurrente” del fuego, ligado a la agricultura y el pastoreo.
El programa estriba en que las dataciones más antiguas hechas con carbono 14 en yacimientos humanos en Gran Canaria son posteriores. De acuerdo con la arqueología, el rastro directo de los primeros pobladores de la isla se remonta al siglo III de nuestra era, una fecha que prácticamente se repite en el resto de Canarias.
Los autores de este artículo defienden que se sus hallazgos “sugieren que la gente llegó a Gran Canaria varios siglos antes de lo recogido en los datos arqueológicos”.
“Parece que los incendios recurrentes de tipo cultural y la ganadería impidieron a los pinares recuperarse a partir de entonces. La presión sobre los bosques continuó, sumada a los incendios posteriores provocados por las erupciones más recientes (de hace algo menos de 2.000 años). Y, finalmente, la Conquista castellana provocó un descenso definitivo de la corona forestal”, añaden.