Después de atravesar la primavera más cálida de los últimos 30 años, la Agencia Estatal de Meteorología ya ha advertido de que se avecina un verano en España con temperaturas más altas de lo normal (el año 2022 fue el más caluroso en más de la mitad de las autonomías). A ello se suma haber registrado el segundo trimestre primaveral más seco desde 1965. En Canarias fue “muy seco”: tan solo cuatro litros por metro cuadrado de precipitación acumulada, es decir, el 12,6% de lo habitual para dicha etapa. En este escenario, relacionado con el cambio climático, ha llegado la época de mayor riesgo de incendios forestales, que antes abarcaba solo los meses estivales y se ha ampliado desde el 12 de junio al 31 de octubre. Para combatirlos, el Archipiélago contará con un total de 1.401 efectivos, 160 vehículos y 18 medios aéreos. Sin embargo, la máxima repetida hasta la saciedad es que la lucha más importante contra el fuego se realiza con labores silenciosas el resto del año, combinando la formación y la prevención en actividades que usan al fuego como el escudo más eficaz para dejar a las llamas sin combustible que consumir para propagarse.
Gran Canaria se ha posicionado como uno de los puntos principales de la Unión Europea en esta técnica, denominada quemas controladas o prescritas, que tiene su origen en Estados Unidos. “Allí los incendios son a lo grande. Al tener esas zonas tan bestiales, muchas veces no pueden introducir ni maquinaria, ni personal, ni aviones. La única forma de controlar un área tan inmensa es buscar un punto de anclaje y hacer una quema controlada. El fuego controlado va en una dirección, el fuego grande viene de otro rumbo y cuando llegan a determinada distancia, el fuego principal absorbe el oxígeno, atrae con mayor velocidad al pequeño fuego creado y ya no puede avanzar porque no hay nada que quemar y, entonces, ya has parado el incendio”, explica el comandante jefe de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en Canarias, Enrique Gregory Trovo.
Y señala que Gran Canaria ha sido pionera en implantar este sistema en España. “Siempre se busca a quien sabe más y quienes tenían más conocimiento sobre estas prácticas están en Canarias”. Lo dice mientras supervisa el desarrollo, en el mes de mayo, de un curso de formación impartido a medio centenar de miembros, bajo la dirección de personal de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria. El equipo Presa de la Corporación Insular cuenta con una experiencia de más de 20 años en las quemas prescritas, que suelen llevar a cabo en las zonas cumbreras de la Isla, y ese conocimiento lo comparten con las unidades procedentes de todos los rincones del Estado e, incluso, de otros países como Portugal o Italia.
“La isla tiene las condiciones idóneas para realizar las quemas y tiene personal muy especializado, con mucho conocimiento al respecto”, remarca el subteniente de la UME José Antonio Gamarra, uno de los más veteranos del cuerpo creado en 2005, quien a su vez considera que, gracias a este y otros motivos, “España tiene una de las unidades de lucha contra incendios forestales más potentes de Europa”. A su alrededor, en un área perimetrada de la cumbre grancanaria cercana a la Cruz de Tejeda y bajo la atenta mirada del equipo Presa con su indumentaria amarilla, efectivos de la UME riegan la vegetación seca con una especie de antorcha de goteo de gas-oil y de gasolina para generar pequeñas llamas que limpiará de potencial combustible para un incendio la zona.
Esta actividad también afecta a flora y fauna y es una de las razones por la que no se ha apostado de forma decidida en otras islas como Tenerife. Sin embargo, como método de prevención y para combatir un incendio es una técnica “muy eficaz”, según detalla Gregory, porque “ahorra tiempo, personal y asegura una franja del terreno que queda libre de combustible para que cuando un incendio alcance esa área no pueda hacer nada”. Es, en suma, una técnica que de alguna forma ha sustituido la labor que realizaban los agricultores y ganaderos para limpiar el campo y crear pastos. Ahora bien, “hay que saber hacerlo porque si una quema controlada te sale mal, se produce un incendio paralelo”, matiza Gregory, algo que nunca ha sucedido en las Islas.
Con las zonas estudiadas previamente por equipos especializados y conocedores del terreno, se seleccionan las áreas susceptibles de servir de cortafuegos ante potenciales incendios, detalla Gamarra. Para acometer la actuación se valoran, principalmente, las condiciones climatológicas bajo la regla de los 30: que la temperatura no supere esa cifra, que la humedad no sea inferior y que el viento no tenga una velocidad más alta. Una vez se da luz verde, se perimetra la parcela.
“Se hace una línea de defensa picando, quitando toda la vegetación alrededor, porque mientras no hay vegetación, no hay comida. Y luego ya se empieza a quemar. Se prende una llamita de un metro por un metro y, si se comporta como prevemos, la vamos analizando y dirigiendo: es como un barco, la puedo manejar y puedo llegar a pararla si las condiciones empeoran, porque no estamos para producir incendios sino para prevenirlos y si aumenta el viento o la temperatura, se dice la ventana de quema está cerrada y se detiene”, especifica Gamarra.
Durante toda la mañana, ya han quemado gran parte de lo que el equipo se proponía. A las 14.00 horas se para, que es cuando las temperaturas están más altas. Y toda la actividad de la jornada a partir de esa hora se centra en reducir todo el fuego creado. “Una vez hemos quemado las parcelas, nos dedicamos a la liquidación, para dejar todo a cero humo. Vigilamos durante toda la noche con 10 o 5 militares por lo que pudiera pasar”, añade Gamarra.
En Gran Canaria, el último gran incendio sucedió en 2019, cuando apenas comenzaba el mandato de Ángel Víctor Torres (PSOE) como presidente del Gobierno de Canarias que ya toca a su fin. Estuvo fuera de capacidad de extinción al propagarse por la copa de los árboles y no por el suelo y llegó a afectar a más de 10.000 hectáreas, lo que impidió que siguiera avanzando hacia la cuenca de Tejeda y el sudeste fueron los cortafuegos que ayudaron a reducirlo. Desde entonces, se han sucedido numerosos conatos, pero ningún gran incendio y el Cabildo ha hecho especial énfasis en la prevención, no solo con actuaciones de equipos especializados, sino también enfocados en la población que habita en zonas rurales con el proyecto Gran Canaria Mosaico.
“La mejor forma de combatir un incendio es la prevención, que es lo que estamos haciendo con las quemas controladas”, reitera Gamarra, pero también enfatiza la importancia de que las poblaciones rurales limpien sus cultivos y sus alrededores porque eso también contribuye a crear cortafuegos. También considera que es importante la labor de los pastores, que con su ganado limpian una parte del potencial combustible. “Hay que concienciar a la población civil de que un incendio es responsabilidad de todos”, indica.