Algunos estudios sobre el pasado de la Tierra sugieren que hace unos cien millones de años las erupciones submarinas dejaron sin oxígeno a los océanos y pusieron en marcha una reacción en cadena que provocó una extinción masiva de seres vivos. ¿Puede eso ocurrir? A pequeña escala, el volcán Tagoro lo demostró en El Hierro a finales de 2011.
Seis investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y del Instituto Español de Oceanografía (IEO) publican este mes en la revista Frontiers en Marine Science la última entrega de la ya larga lista de descubrimientos que propició el volcán Tagoro, la primera erupción submarina que la ciencia ha podido seguir en tiempo real de principio a fin.
El trabajo, cuya primera firmante son Alba González Vega (ULPGC-IEO), demuestra que la aquella erupción “robó” literalmente el oxígeno al Mar de Las Calmas durante dos meses (de octubre a noviembre de 2011), en una superficie no precisamente pequeña: 464 kilómetros cuadrados, el doble de lo que ocupa la isla de El Hierro.
En esa zona situada sobre el foco de erupción, frente al puerto La Restinga, y en sus alrededores, los niveles de oxígeno disuelto en el agua se desplomaron hasta un 96% desde la superficie hasta 250 metros de profundidad, lo que ocasionó una gran mortandad de peces.
El artículo explica lo que sucedió, en términos químicos: las miles de toneladas de gases que libera un volcán (como se acaba de ver en la erupción de La Palma, que duró dos meses menos que la de Tagoro) se vertieron en este caso directamente dentro del mar, con cantidades muy altas de azufre y hierro que reaccionaron el oxígeno disuelto en el agua (se oxidaron). Como resultado, en muchas zonas el Mar de Las Calmas se quedó sin oxígeno.
No fue el único cambio fisicoquímico que provocó el volcán al sur de El Hierro: la temperatura del agua llegó a subir hasta 18,8 grados, aumentó de forma exponencial el carbono disuelto (por los gases de CO2 de origen magmático) y el agua del Mar de Las Calmas se volvió mucho más ácida (el pH bajó hasta 5,2).
Con el paso del tiempo, la situación se fue revertiendo y en marzo de 2012 esas anomalías ya solo se apreciaban en un radio de medio kilómetro alrededor del volcán y, básicamente, en el fondo.
Pero también se observó otro fenómeno destacable, a juicio de los autores: por el obstáculo que ofrecen las islas a los vientos y corrientes dominantes del norte y nordeste, en el sur de Canarias suelen formarse grandes remolinos que luego vagan por el océano.
En los meses de la erupción de El Hierro ocurrió. Se formó sobre el volcán un gran remolino que transportó a 80 kilómetros de distancia grandes volúmenes de agua cargada de compuestos procedentes del magma y niveles de oxígeno relativamente bajos, lo que demuestra, remarcan los autores, que hay que tener en cuenta estas estructuras oceánicas a la hora de estudiar cómo se dispersan las plumas volcánicas.
Fenómenos como los que se apreciaron hace once años en El Hierro se cree que ocurrieron a gran escala el todo el planeta durante el Cretácico medio. Entonces, un aumento muy importante del vulcanismo submarino redujo los niveles de oxígeno en todos los océanos, cambió la productividad de sus ecosistemas, los mares dejaron de absorber CO2 de la atmósfera, el clima se calentó, los niveles del mar subieron y hubo episodios de extinciones masivas de especies.
El volcán de El Hierro solo produjo efectos locales, pero los procesos que generó son importantes para comprender los cambios globales que deparará el futuro, remarcan los autores, porque, por ejemplo, se espera que los niveles de oxígeno en el agua del mar bajen a nivel general hasta un 7% en el próximo siglo.
Tagoro permitió ver a la ciencia en directo cómo reaccionan los ecosistemas a un cambio de esa magnitud.