El autor de la mejor novela negra del año en español, Alexis Ravelo, reconoce que los escritores tienen cada vez más difícil competir con la propia realidad, en unos tiempos en los que los periódicos proporcionan en portada historias que resultarían inverosímiles en cualquier libro.
“Si yo introduzco en una novela a dos marineros del Juan Sebastián Elcano -el buque escuela de la Armada- con 127 kilos de coca y vendiendo droga en Nueva York a unos narcos de allí, no se lo cree nadie. Es un argumento que nunca utilizaría en una novela, porque me parece absolutamente inverosímil y, sin embargo, ocurre”, declara en una entrevista con Efe el ganador del premio Dashiel Hammett por La estrategia del pequinés (Ediciones Alrevés).
Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) sostiene que forma parte del oficio del escritor sorprender al lector con su ficción, pero procurando que sea creíble, una tarea en la que se declara desbordado por los medios de comunicación, “donde todos los días se ven historias que son absolutamente inverosímiles”.
Vencedor del premio que otorga cada año la Semana Negra de Gijón, considerado el máximo galardón de la novela negra en lengua española, en el que competía con autores mucho más conocidos y veteranos, Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) señala en que muchas veces el gancho de una historia reside en lo insólito.
Como prueba de ello, cita la propia trama de La estrategia del pequinés, que gira en torno a “un golpe bastante idiota: atracar a un narcotraficante en Gran Canaria, una isla de la que luego no puedes salir”.
Y anticipa que, si esa en obra narraba unos planes delictivos descabellados, la próxima que tiene previsto publicar, que saldrá a la venta en 2015, va aún más allá en la línea del despropósito, puesto que relata “el golpe criminal más estúpido del mundo, que es organizar un secuestro exprés en Gran Canaria”, desvela.
Ravelo añade que, en concreto, “trata sobre unos pequeños estafadores, muy buenos en lo suyo, pero a los que les da por hacer algo que no habían hecho nunca y que ha hecho muy poca gente en una isla así: intentar un secuestro exprés. Algo que, por sentido común, es una soberana estupidez” en un territorio tan limitado.
El escritor grancanario avanza, asimismo, que en este libro, al igual que en varias de sus novelas anteriores, también se va a hablar de corrupción y de blanqueo de dinero.
Actividades ilícitas ambas que se desarrollan en lugares como Canarias con más frecuencia de lo que muchos creen, asegura, ya que “hay fenómenos como, por ejemplo, el de la corrupción, de los que en ocasiones se piensa que están libres los sitios turísticos, cuando precisamente ocurre lo contrario, que son campo abonado para este tipo de asuntos”, sostiene el autor.
“El crimen que generalmente tenemos en Canarias, aunque hayan crecido las estadísticas, no es el crimen violento. El crimen violento lo aprovecho para hablar de esa otra violencia estructural, esa coerción económica, esa corrupción del sistema que hace que haya unos cuantos pobres diablos machacados entre los dientes de los mecanismos del sistema y que haya otros que viven muy bien”, expone.
Y destaca que, puestos a buscar un prototipo de “canalla isleño”, él considera que “canalla de verdad” es “una mezcla del cacique oligarca de toda la vida y de nuevo rico neoliberal”.
“Esos son los malos de mis libros”, puesto que en ellos “hay malotes que se mueven en el mundo del crimen, pero más por una cuestión de mala suerte que de verdadera tendencia a hacer el mal”, como ocurre con los protagonistas de La estrategia del pequinés.
Ravelo recuerda que ese libro lo protagonizan “un parado de larga duración que tuvo un pasado medio golfo pero que, en realidad, se ha reformado y es abuelo”, “un antiguo sicario que lo había dejado, pero que ahora necesita dinero” y “una prostituta de alto standing que ve que el tiempo se le echa encima y que va a tener que rebajar las tarifas”, que se unen para “robar a un ladrón”.
El éxito inesperado de sus peripecias lo es todavía más, según admite su creador, por el hecho de que casi todos los personajes de la novela se expresan en la particular habla canaria, cuyos giros y vocablos no siempre conocen los hispanohablantes de otras latitudes.
Esta circunstancia no ha impedido que en el resto de España “suela gustar mucho cómo escribimos los canarios”, al aportar “un acento distinto, una musicalidad distinta”, dos factores que, unidos al escenario de sus historias, que muchos conocían solo como un lugar de vacaciones, hacen de sus relatos “un soplo de aire fresco”, opina Ravelo.