Mientras reviso las notas con las que he de dar pie a este texto, otras notas, más sublimes, sin duda alguna, inundan el espacio de mi ánimo y me transportan a un ya lejano mes de diciembre de 1998. Me ha costado mucho tiempo fijar esta fecha, aunque siempre haya defendido que fue entonces cuando sucedió lo que ahora me apetece contarte como preludio al propósito que busca este escrito.
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