MADRID, 15 (EUROPA PRESS)
Rafael Álvarez “El Brujo” estrena en el Teatro María Guerrero 'El Evangelio de San Juan', “el más atractivo y menos realista” de los Evangelios a los que ha añadido algunos puntos de humor. En este sentido, el artista asegura que “en la historia de la Iglesia están los personajes más luminosos del mundo occidental”.
“El Brujo” ha explicado este miércoles que para él San Juan es “el Evangelio estético y místico, inspirado en el Cantar de los Cantares”. Esto es lo que descubrió tras leerlo detenidamente y después de un retiro en la Abadía de Silos donde ha hecho “grandes amigos” y ha comprobado que “los Evangelios están llenos de ternura y amor”.
“Son textos increíbles aunque han estado mediatizados por una educación religiosa que ha limitado su verdadera luz”, dice. “Yo creía, por lo que me han transmitido en mi educación, que la religión católica era de tinieblas y se lo comenté al abad de Silos. Me contestó que sigue siendo así pero que la luz brilla en las tinieblas”, desvela el actor.
PALABRA “HERMOSA Y DESCONOCIDA”
Una de las cosas que han enganchado a “El Brujo” con este Evangelio de San Juan es darse cuenta de que “Jesús habla de la capacidad subversiva de la palabra para revelar un mundo desconocido”. “Es una palabra hermosa, profunda y desconocida”, afirma.
Convertir todo esto en un espectáculo ha sido “lo más difícil”, confiesa el actor que no ha renunciado a ningún pasaje de este texto bíblico y lo cuenta “todo”. “Me ayudó mucho la música”, afirma aludiendo al trabajo de más de dos años con el compositor Javier Alejano. “El hilo musical de la historia narrativa es más importante que el descriptivo. Así lo he sintetizado”, explica.
En esta función, en cartel hasta el 17 de octubre y que abre la temporada del Centro Dramático Nacional, el humor tiene también un hueco necesario aunque “el humor de San Juan es depurado y destilado”, aclara. La misión de “El Brujo” en el espectáculo no es otra que la hacer de “cicerone juglaresco”. Aún así, el actor asegura que lo de menos es lo que él haga. “Lo que importa es la capacidad receptiva del espectador, que debe hacer de Dios”, apostilla.