Casa África y el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) acogen hasta marzo la mayor exposición que se dedica en España al francés Jack Beng-Thi, un creador originario de isla Reunión cuya biografía y obra son todo un resumen del mestizaje de su isla, de tradición y modernidad
“Tengo mucho azúcar en la sangre”. Beng-Thi pronuncia esa frase en la presentación de su retrospectiva en Las Palmas de Gran Canaria con una sonrisa, sin ánimo alguno de hablar de su salud, sino de las raíces de alguien que desciende de los esclavos (hasta 1848) o trabajadores casi esclavos (hasta el final de la etapa colonial) que se dejaron la salud en las plantaciones de caña de La Reunión.
En su primera incursión en España como protagonista una exposición monográfica, este fotógrafo, poeta, videoartista, escultor y performer francés presenta dos colecciones: una que se puede ver hasta febrero en Casa África, con diez piezas de inspiración africana, y otra que se estrenará en diciembre en el CAAM, con obras de otros contextos y temáticas (hasta marzo).
La primera de ellas es un ejercicio de memoria, un intento por parte de Beng-Thi de que no se olvide a los miles de esclavos que fueron llevados durante siglos a La Reunión desde las costas vecinas de Mozambique y Madagascar, y a los muchos que se tragó el Atlántico junto con los buques que los transportaban en sus bodegas.
“El mar fue durante mucho tiempo una tumba”, comenta este artista multidisciplinar, que cree que su obra puede ser bien apreciada en Canarias, otro archipiélago europeo enclavado en África, en el que observa más afinidades con su tierra que las político-geográficas.
“Ustedes también tienen hoy muchas personas que se mueren en el mar”, comenta a los periodistas, en alusión a los inmigrantes que se dejan la vida en las pateras y cayucos. “En el Índico pasa lo mismo, con muchísima gente que viene de la India y las Islas Comoras”.
La obra que presenta en Casa África está llena de referencias al tráfico de esclavos que marcó durante siglos el continente, al que Beng-Thi alude con esculturas con cabezas humanas dispuestas casi como iban los esclavos en las bodegas de los barcos negreros, hacinados unos contra otros para que no se desperdiciara espacio.
Beng-Thi (Reunión, 1951) ha subrayado hoy que quiere contar estas historias porque en su propia tierra han sido silenciadas durante décadas, incluso cuando la isla dejó de ser tratada como una colonia y pasó a ser un departamento francés del ultramar.
Este creador subraya que él tuvo conocimiento de ella cuando se fue a estudiar a Toulouse (Francia) de joven y se interesó por consultar en archivos y bibliotecas documentos antiguos sobre la reunión, muchos de ellos escritos por navegantes que relatan el drama de la esclavitud, abolida en ese territorio hace siglo y medio.
El director del CAAM, Orlando Britto, ha subrayado al presentar esta doble exposición que Jack Beng-Thi es uno de los artistas más interesantes que pueden encontrarse en este momento en África, con una mirada tan mestiza como sus genes (desciende de abuelos vietnamitas, indios, africanos y europeos).
Además, ha explicado que a su insistencia se debe, en parte, que la Bienal de Dakar, una de las citas artísticas más importantes de África, se abriera también a la África no continental, a las islas.
El comisario de la muestra Nilo Palenzuela, ha destacado, por su parte las amplias conexiones que Beng-Thi tiene no solo con países africanos como Angola, Senegal, Mozambique o Sudáfrica, sino también con América Latina, fruto de un viaje de juventud.
En aquel viaje, que le ha dejado como legado un castellano más que aceptable, Beng-Thi se empeñó en cruzar Iberoamérica de norte sur, con la meta de acabar en Chile y conocer a Pablo Neruda. Pero cuando acababa de llegar a la frontera del país, el golpe de Estado de Pinochet contra Salvador Allende (1973) frustó el encuentro.