Treinta y cinco años después, en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (Arco) 2016 que se celebra en Madrid solo permanecen 5 autores canarios, 3 vivos (Martín Chirino, Juan Hidalgo y Concha Jerez) y dos muertos (Manolo Millares y Óscar Domínguez). Son los efectos devastadores de la crisis, también artística, donde las nuevas expresiones y soportes están en internet o en la calle, rompiendo el clásico mercado analógico de intermediación estética. Arco comenzó en 1981 y entonces asomaban los artistas canarios de mayor proyección internacional: César Manrique alumbró durante casi una década a las entonces pujantes galerías canarias, Atiir, Vegueta y otras peninsulares con artistas como Juan Gopar, Juan José Gil, Monagas, Ricardo Montesdeoca, Leopoldo Emperador, Toño Cámara, Pepe Dámaso, Lola Massieu, Cristino De Vera… Todo eso ha quedado arrasado, murió también el crítico Antonio Zaya, baluarte de los nuevos valores, y hoy, 35 años después, la presencia canaria en Arco la sostienen solo 5 artistas.
El grancanario Juan Hidalgo sigue siendo vanguardia a sus 88 años y Adora Calvo, la galería de Salamanca, lo acoge en su seno. Su célebre flor envuelta en un preservativo y 3 fotografías de desnudos velados por el plástico sorprenden a los visitantes que se asoman desde lejos a esta feria de las vanidades donde el fundador del Grupo ZAJ ha tenido una presencia casi permanente. Hidalgo es un valor seguro, un clásico vivo, y los intermediarios lo saben. Con 75 años algo parecido le ocurre a Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 1941), ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas y otra pianista y experimentadora artística cuyas osadías dejan en evidencia a los más jóvenes. Sus instalaciones y performances son ya una referencia y en Arco se le ha sorprendido Caminando a través de utopías rotas, que es el título de su ventana cerrada a cal y canto, junto con su Medida/Límite una intermedia instalación resultado de dos acciones y una obra anteriores con medidas variables. Es la galería Aural de Alicante quien se arriesga con su innovadora propuesta.
El tercero de los clásicos canarios de la feria y del arte contemporáneo es el escultor Martín Chirino. Este martes 1 de marzo celebra su 91 cumpleaños y Arco 2016 lo festeja en 3 galerías: la internacional Marlborough, con sede en Londres, Nueva York, Barcelona y Madrid, pero también en las catalanas Senda y Marc Domenech, donde acompaña a Óscar Domínguez y Manolo Millares. El fundador del grupo El Paso entra en el siglo XXI como el artista canario vivo más expuesto internacionalmente. El último de los capítulos del arte contemporáneo canario de proyección global es para un galerista tinerfeño, Angel Luis de la Cruz, que con su sala Leyendecker ha llegado a los 47 años exponiendo ininterrumpidamente arte no local. Esta vez lo hace en Arco 2016 con James English Leary, Gianfranco Foschino, Angel Otero y Richard Mosse, el artista irlandés cuyas fotografías utilizando infrarrojos alcanzan los 30.000 euros en Madrid. Angel Luis las vende todas y Leyendecker sigue con sus clásicos de hace 35 años: Dokoupil, Scholte y las japonesas Yanagi y Yokomizo junto a otros como Baechler, Brendan Cass, David LaChapelle, Marilyn Minter, John Newsom, Angel Otero y Verene. Y ahí sigue, inasequible al desaliento y a la intemperie, con más canas pero con la misma ilusión y tino que hace tres décadas.
Arco 2016 ha certificado que los nuevos soportes no caben ya en las ferias clásicas. Los nuevos artistas como el grafitero Bansky (¿para cuando una vindicación de nuestro Muelle?-, el videoartista Bill Viola o los marketinianos Damien Hirst y Jeff Koons, “repartiéndose el mercado del arte”, como escribe el novelista francés Michel Houellebecq en El Mapa y el Territorio, o escapan del inversor y degustador “tradicional” o estos certámenes se les quedan pequeños. Se marcharon Warhol y Basquiat, queda Julian Opie y permanecen los dos valores canarios del siglo XX para fijar el molde: Manolo Millares y Óscar Domínguez. La parisina 1900-2000 de la Rue Bonaparte y las madrileñas Guillermo de Osma y Leandro Navarro siguen apostando por ellos sin apenas temblarle el pulso. Es el Arco del triunfo de los que perviven a las modas y vaivenes o que soportan mejor que nadie el paso del tiempo. Una época –la nuestra– que, eso sí, Arco 2016 retrata mejor que nadie.