BERLIN, 23 (Reuters/EP)
Serán los nuevos tiempos o la especulación, pero lo cierto es que el edificio Tacheles, un emblema de la cultura alternativa en toda Europa, podría tener los días contados si el pulso lo ganan los promotores y no sus moradores okupas.
“Berlín está cambiando para mal y no sólo se trata de Tacheles, existe una fuerza que está tratando de destruir la libertad de esta ciudad”, explica Txus Parras, un español de 47 años que se define como parte de la “resistencia artística” de Tacheles.
“Voy a dificultarles mucho las cosas a esta gente”, sentencia, con su ropa plagada de símbolos de amor y paz y pendientes de fieltro verde lima en el labio y la nariz.
Desde el fin de la Guerra Fría la capital alemana ha atraído a artistas de todo el mundo gracias a sus enormes espacios abiertos, los bajos alquileres y los encantos de una ciudad que el alcalde Klaus Wowereit describió alguna vez como “pobre pero sexy”.
El Tacheles, un edificio que solía albergar a 200 artistas de 130 nacionalidades, fue 'okupado' poco después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y desde entonces se ha convertido en una madriguera de talleres abiertos, teatros y oscuros bares.
Las paredes están cubiertas de capas de graffitis y empapeladas con afiches, mientras en el aire pende cierto olor a marihuana. “Cuando llegas intimida un poco pero estoy feliz de haber venido. Es único”, señala el turista italiano Fabrizio Biole, de 33 años.
Tacheles -que significa “hablar franco” en yidish- se ha convertido en un importante lugar ya no sólo de peregrinación artístico, sino de interés turístico, aunque prevalece como un símbolo de la marginalidad y la creatividad artística de Berlín.
CONTRA LOS HOMBRES DE GRIS
Tacheles corre el riesgo de desaparecer y sus ocupantes están enzarzados en una batalla eterna contra los desarrolladores inmobiliarios que quieren construir un enorme complejo residencial y comercial en esta propiedad del corazón de Berlín.
A los visitantes se les pide que firmen una petición de 'Apoyo a Tacheles' y se les entrega un panfleto de protesta contra la invasión de los “hombres de gris”. Sin embargo, Tacheles no es el único edificio que corre peligro.
Calle abajo, el foro fotográfico C/O Berlín está luchando para ampliar el alquiler de una adornada oficina postal que un nuevo inversor está interesado en restaurar.
Siguiendo por el río Spree, una serie de clubes y espacios de cultura alternativa como el Mercado de Arte Africano Joven, ubicado en un ex depósito de autobuses, están montando alegres manifestaciones contra los planes de construir oficinas y compañías.
“Todo el barrio está siendo transformado”, explica Heinrich Buecker, de 56 años, cuyo café Coop, en el distrito Mitte de la antigua Alemania Oriental, funciona como lugar de encuentro de artistas y organizadores de la escena alternativa de Berlín.
“La escena alternativa se originó aquí. Pero ahora está siendo empujada a distritos mas alejados”, asevera.
Muchas personas del lugar y visitantes han marchado a favor de la causa, mientras que otros protestan diciendo que los edificios pertenecen a los nuevos inversores, quienes están inyectando un necesario capital a la ciudad, que hace mucho tambalea al borde de la quiebra.
“No voy a firmar ninguna petición porque la sociedad occidental y todas nuestras libertades están fundados en base a los derechos de propiedad”, dice Erik Higgins, un estudiante de 18 años de Canadá, mientras examina detenidamente obras de arte a la venta en Tacheles.
“Es un lugar hermoso (...) pero uno se pregunta por qué hacen algo así en un terreno que no les pertenece”, agrega. Dado que Berlín tiene una deuda de 60.000 millones de euros y un alto índice de desempleo, no puede comprar edificios como Tacheles o ahuyentar a los inversores, dijo el secretario de Cultura del Estado Andre Schmitz.
ORGANIZACIÓN URBANA
No obstante, los distintos artistas de Tacheles sostienen que hace décadas vienen cuidando del edificio y son responsables de la regeneración de toda la zona. “Hace 20 años que estamos aquí, cuidando de este edificio y convirtiéndolo en el tercer sitio más visitado en Berlín”, dice Parras, mientras turistas pasan junto a su estudio sobre la calle Oranienburger, que ahora desborda de restaurantes y bares.
Los artistas insisten en que ofrecen un espacio gratuito para la cultura, sin cobrar entrada de acceso ni recibir subsidios del Estado, a diferencia de sitios oficiales como los museos. “La ciudad debería estar agradecida y apoyarnos. Y si la ciudad quiere una cultura de arte alternativo, debería comprar estos edificios para nosotros”, afirma.
Quienes organizan la escena cultural alternativa de Berlín prevén una drástica caída en el número de turistas si son forzados a retirarse a lugares alejados del centro de la ciudad. “Más del 50 por ciento de los turistas en Berlín son menores de 30 años”, dice el organizador de eventos Lotar Kuepper en el café Coop.
“Eso significa que la política de organización urbana cambiará para aliviar la presión sobre la subcultura o que la única industria en verdadero funcionamiento de Berlín colapsará, tal como la mitad del turismo”, aseveró.