El éxito sin fisuras de Maná se roba el corazón de 30.000 personas en Gran Canaria

Laura Bautista (EFE)

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Con solo tres notas de guitarra y el toque inconfundible de la armónica, el público en Gran Canaria enloqueció este sábado para recibir a Maná, que entró como un disparo de rock directo al corazón para reencontrarse con la isla tras años de espera.

Pidió “una señal de amor” con su canción de entrada y el público le respondió con una pasión correspondida por un grupo que nunca falla en la isla, en lleno absoluto en el estadio de Gran Canaria con un Granca Live Fest haciendo historia.

En apenas unos minutos ya se había instalado la buena vibra de los mexicanos, que entonaron un “te adoro más que nunca”, casi leyendo los pensamientos de un público entregado a una banda por la que no pasa el tiempo, y que ofreció un banquete de pop-rock latino.

“Qué emoción estar aquí”, gritó Fher Olvera, voz de este grupo con cuatro premios Grammy, ocho Grammy Latinos, cinco MTV Video Music Awards Latinoamérica, cinco Premios Juventud, 24 Premios Billboard de la Música Latina, un Premio Billboard Icono y 16 Premios Lo Nuestro, antes de levantar el concierto con Corazón espinado, que más de 30.000 voces cantaron con los de Jalisco.

“¿Me van a cantar a pleno pulmón?”, preguntó Olvera y el público de Gran Canaria gritó con toda su energía como respuesta, para dejarse enamorar por Labios compartidos, que dejó el concierto en todo lo alto y con una marea de brazos en alto a sus pies.

Con la solidez de la veteranía, una carrera musical llena de matices, esta banda con más de 50 millones de discos vendidos en todo el mundo tuvo palabras para la sostenibilidad con '¿Dónde jugarán los niños?', moviéndose en un registro tan amplio como su trayectoria, que supera los 40 años dedicados a la música.

Cosieron tema a tema toda una vida de canciones, desde Vivir sin aire con el que se “robó el corazón” de los miles de canarios y latinos presentes, con sonido y voz sin fisuras, con un coqueteo de reggae caribeño y con parada obligatoria en el Muelle de San Blas.

Brindaron con su gente, jugaron con el público, bailaron, saltaron, improvisaron y se creó un vínculo directo lleno de magia con las miles de almas que cantaban con ellos cada una de sus letras.

Entonaron Mariposa traicionera, la inolvidable Se te olvidó otra vez, De pies a cabeza, Oye mi amor, el canto al desamor de Te lloré todo un río, abriendo el corazón con Eres mi religión, o los 27 años de historia de Clavado en un bar con el que Canarias se rindió a Maná.

“Les amamos un chingo”, gritó Olvera y, con el estadio iluminado con decenas de miles de luces, Maná se despidió dando gracias por el amor y el cariño, en una atmósfera tan emotiva como inolvidable y Rayando el sol en plena noche.

Los mexicanos llegaron a un estadio que ya Estopa había dejado preparado para una noche larga y de la mejor música, exhibiéndose como “el vino tinto”, tal y como dice uno de sus temas y mostrándose maduros sobre el escenario y en la mejor forma musical.

Entre canciones de su último disco, no faltaron clásicos esperados y aclamados como La raja de tu falda, Partiendo la pana, Te falta el aliento o Pastillas de freno.

El público no paró de saltar con temas que son banda sonora para toda una generación, que cosieron entre solos de guitarra y batería potentes y llenos de fuerza.

Mucho rock español, alguna ranchera y un dúo que mostró su flexibilidad musical con un viaje por su trabajo más icónico y también más reciente, se despidió con un “nos vemos en los bares”, agradecidos por el “honor” de “encontrarnos en la casa de Pedri y Valerón”, a ritmo de flamenco y con Como Camarón como canción final.

La noche entró en velocidad de crucero con Jhayco, con el que el festival se adentró en la madrugada y en su recta final, con el broche del rap del tinerfeño Cruz Cafuné.