El historiador y presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Francisco Espinosa, considera superada la etapa del “revisionismo” histórico en torno a la Guerra Civil española. Espinosa, que acaba de publicar el ensayo Contra el olvido, comenta que “afortunadamente, el momento álgido de ese fenómeno revisionista ya pasó y seguramente el cambio ha tenido mucho que ver con el marco internacional, con la caída en picado de las ideas del presidente norteamericano Bush y los neoconservadores”.
En España, la proliferación de libros “pseudohistóricos” sobre la Guerra Civil y el franquismo, redactados por Pío Moa o César Vidal, entre otros, “tuvieron su peso muy ligado a la ayuda política en el período 2000-2004, con la implicación directa del Gobierno y del presidente José María Aznar”. En relación con el proyecto de ley de Memoria Histórica del Gobierno de Zapatero, actualmente en tramitación parlamentaria, Espinosa percibe “unas perspectivas malas, pues la derecha política no quiere la ley y algunos miembros dentro del PSOE, tampoco”.
Contra el olvido (Editorial Crítica) recoge algunos casos singulares de la represión franquista, como el de dos pueblos de Huelva que vivieron una experiencia contraria, Hinojos y Rociana.“En Hinojos, el líder falangista se preocupó de que no se matara a nadie del pueblo y, de hecho, fue una de las tres poblaciones de la provincia en las que no murió nadie, mientras que en Rociana fue el propio cura el que pidió más muertes, más sangre, después de la primera limpia”, relata.
Según Espinosa, “nunca está de más dejar constancia del papel de la Iglesia, que actuó muchas veces de verdugo, máxime cuando no ha variado hoy su postura hacia aquellos hechos y no ha pedido todavía perdón”. El trabajo historiográfico por hacer es enorme, avanza Espinosa, especialmente en zonas como Cádiz, “provincia de la que hay poca información y que fue un sitio clave puesto que el paso del ejército de África tuvo que contar con Cádiz y Algeciras para entrar en la península”.
Al respecto, Espinosa propone que “sería importante que, con el precedente de otros países con pasado oculto, se incluyera en la Constitución el derecho de habeas data, es decir, la posibilidad de que el ciudadano pueda acceder a todo registro documental sobre su persona y familiares desaparecidos”. El historiador denuncia asimismo que “bajo la excusa de que la documentación no está catalogada se ha impedido la labor a los investigadores: no hay nada mejor que dejar un fondo documental en eterno proceso de catalogación para acorazarlo frente a la investigación”.
Sobre uno de los eternos debates en relación con la contienda, el número de muertos, Espinosa comenta que “los investigadores preferimos movernos con nombres y apellidos, pero las cifras son altísimas: sólo en Sevilla, que tenía 250.000 habitantes, entre julio y diciembre de 1936 aparecen documentados 500 muertos, pero como se inscriben en los registros uno de cada seis, la cifra de víctimas podría ascender a unas 3.000”. En la ciudad de Badajoz, añade, la represión fue aún mayor, pues “se estima que en 1936 fueron fusilados entre 3.000 y 4.000 personas, sobre un censo de 40.000 habitantes”.
En uno de los capítulos del libro, dedicado a la novela La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, Espinosa “desmonta” una a una las “falsedades” de la novela. “Por más literaria que fuera su intención, Cela falseó la historia real de Torremejía, pues el supuestamente asesinado marqués de Torremejía nunca fue asesinado por los rojos, y oculta, sin embargo, que en este pequeño pueblo extremeño de mil habitantes fueron asesinadas 33 personas de la izquierda”.