El gran número de molinos hidráulicos que, asociados a las acequias o canales de agua, se distribuyeron por el territorio insular a lo largo de la Historia, muestran la enorme importancia que este tipo de arquitectura tuvo en la actividad económica de subsistencia en la isla de Gran Canaria. A principio del siglo XIX, 186 industrias harineras estaban censadas en la isla, mostrando el gran auge de la actividad gracias a la fuerza motriz del agua.
Nos referiremos, al dedicarnos al Patrimonio Hidráulico, a los molinos de agua, no sólo por la temática elegida sino porque Ingenio conserva en estos bienes los más característicos de la comarca. Su origen histórico gira entorno a esta industria. Esto, unido a que ha acompañado el devenir económico de la población, le convierte en elemento trascendental de nuestro Patrimonio.
Los molinos no sólo eran una modesta planta industrial. Eran algo más. Junto a él se encontraba, por ejemplo, la vivienda del molinero desde la que controlaba las incidencias de la molienda. La aparición de estos complejos liberó al hombre del esfuerzo físico. Los ingenios, instalados junto a las acequias o machos, aprovechaban la fuerza del agua acumulados en los depósitos verticales denominados “cubos” para impulsar una rueda con palas que giraba una piedra que trituraba el grano.
La Villa de Ingenio tiene en los molinos de agua su tesoro más preciado. Nuevas vías de investigación documental, acaecidas gracias a la catalogación y descubrimiento de importantes fuentes documentales motivado por la importancia de la temática, han aportado luz a este campo.
Según los estudios, en la Villa de Ingenio existieron desde sus orígenes molinos de agua. Desde el más antiguo ubicado en el Barranco de Guayadeque denominado Molino Caído hasta la actualidad, se han construido gran variedad de ingenios aprovechando los canales construidos por las Heredades.
Actualmente el casco Histórico de Ingenio atesora cuatro de los molinos más singulares de la zona alta, todos construidos, según este estudio, por el Capitán Espino Ramírez. El de Manolico Díaz o de La Ladera, el de López o de La Rueda“, el de Ceferinito y el de Pepito Roberto, que durante muchos años estuvo explotado en arrendamiento por Atoñico Bordón, conforman el panorama.
A este conjunto debemos añadir otros de igual trascendencia situados en la zona del Carrizal, como el situado en la Huerta de Olivares, propiedad en 1959 de Doña Pilar Bethencourt del Río, y figurando en esa fecha Don Manuel Ruano Domínguez como arrendatario. Como característica principal es que era doble, es decir, tenía como elementos molturadores dos pares de piedras del país, un par movido por agua y otro por viento. Otros como el molino de Ritita en Carrizal aumentan la riqueza patrimonial.
Los Molinos de la Villa de Ingenio poseen unas características comunes. Quizás destacamos que, a diferencia de otras zonas, las labores de molinería en Ingenio fueron siempre de tipo familiar, no existiendo personal asalariado.
Actualmente, aún se mantienen estos ingenios dentro del conglomerado urbano del actual núcleo poblacional. Nuevas iniciativas intentan, no sólo perpetuar este legado, sino revalorizarlo.