La poeta franco-española Laurence Iché falleció el pasado lunes a los 86 años de edad en la madrileña localidad de Galapagar donde residía. Iché era viuda del también poeta francés Robert Rius y del pintor español Manuel Viola, aunque en Canarias era conocida por ser la literata gala más vinculada al pintor Óscar Domínguez, a quien frecuentó en París.
Laurence Iché (Saint Etienne, 1921-Madrid, 2007) era la íntima amiga de Maud Bonneaud, primera esposa de Domínguez, y después estuvo casada con su amigo, el crítico de Arte Eduardo Westerdahl, cuyo museo acaba de abrirse al público en Puerto de la Cruz (Tenerife). Su amistad era tan estrecha que incluso le confió sus memorias.
Fue autora del libro de poemas titulado Al filo del viento y de Etagère en flamme, cuentos ilustrados por Picasso. También intervino en el film de los canarios Miguel Morales y Teresa Correa titulado Las dos que se cruzan sobre la vida de Maud Bonneaud y el año pasado participó en el congreso Surrealismo Siglo XXI que el profesor Domingo-Luis Hernández celebró en La Laguna.
Sobre Oscar Domínguez recordaba que “le horrorizaba luchar, la guerra... no servía para eso. Simpatizaba con la gente de izquierdas, pero... ¿acción?: nada en toda su vida. Su mano la utilizaba para pintar, y además sentadito y con una manera especial de agarrar el pincel. Era increíble verlo”.
“Mi padre y todos sus amigos estaban indignadísimos por lo de Franco”
Vivió las consecuencias de la Guerra Civil en España muy joven desde su propia casa, donde “mi padre y todos sus amigos estaban indignadísimos por lo de Franco. Y luego el patético éxodo, todas estas personas que venían a Francia... Era un espectáculo difundido por radio que te rompía el corazón, esa gente que para salvar la vida tenía que emigrar, fue recibida por la Gendarmerie francesa y colocada en campos de concentración en el pueblo de Argelés-sus-mer”.
Según contaba, los exiliados, “para escapar, se enrolaban en la legión extranjera francesa, otros vivían un poco escondidos hasta que irrumpieron en Francia los alemanes. Casi enseguida se organizó un clima antagónico entre la población y la Gestapo. En la zona libre se refugiaron muchos artistas: entre mis conocidos se fueron a Niza Christine Boumeester y su marido Henry Goetz, también pintor, así como el gran Picabia. Herold y Braünner, pintores surrealistas, fueron a la región de Perpignan”, según recordaba en una reciente entrevista.
En su último testimonio oral recordó: “Tomé contacto con los surrealistas por mi primer marido durante la ocupación. A Paul Eluard lo conocí en París, se quedó e hizo un poema magnífico: Liberté. Luego fueron muy amigos despues de la ocupación. Más tarde vine a España en 1949 con Manuel Viola, hasta que murió. El mundo ya no es igual cuando desaparecen ciertas personas”.
“Paul Eluard iba a casa de Picasso, nos encontrábamos allí. Todos los viernes cenábamos juntos en un restaurante que se llamaba El Catalán, no sé si porque era catalán el tío, en la calle Grand Agustines. Iban Eluard, su mujer Nush, Picasso, Hugnet y su mujer Germain, mi marido Robert Rius y yo. Eluard se había separado ya de Gala desde el año 30, Dalí se enamoró de ella y Eluard, que era muy mujeriego, se encontró a Nush, que era sensacional, una mujer que me impresionó, de una belleza extraña. Picasso le hizo varios retratos. Murió de repente también después de la ocupación, tuvo un derrame cerebral o algo así. Luego Eluard se volvió a casar unos años más tarde”.
Relación con Picasso
Su relación con Picasso también tenía eco en su memoria: “Vestía muy sencillo: un short y tricot a rayas, como de marinero, un pantalón cuando salía, pero nada de moda o lujo. Se compró propiedades porque ganó mucho dinero tras la liberación, pero para él eran sólo estancias vacías donde acumulaba cuadros y esculturas. Y cuando la casa estaba repleta de obras, se compraba otra, incluso un castillo, y empezaba a construir una nueva... En toda su vida no paró de pintar. Era muy simpático además de ser considerado el pintor más emblemático del siglo XX”.
No obstante ella consideraba que “los ”chiricos“ de la época metafísica pintados por Domínguez eran mejores que los verdaderos, aunque se vendían por muy poco dinero, apenas 1.000 francos. Eran impresionantes, me gustaban mucho. Chirico vivía entonces en Italia, pues los cuadros falsos se podían hacer con los pintores que no estaban en París”.
Durante la resistencia a la ocupación nazi, fue fundadora de la revista La Main à Plume y entabló contacto con todo el movimiento surrealista. Su figura, pintada por Victor Braüner, puede apreciarse dentro de su cuadro La Piedra Filosofal, expuesto en el Museo de Arte Moderno de París. También Picasso le hizo un retrato a lápiz y su progenitor, el escultor René Iché, la moldeó en varias ocasiones.