Viñedos arrancados a la lava

Cuesta llegar, pero las curvas merecen la pena. Escondidas en un desvío de la carretera que llega hasta Tejeda (Gran Canaria) aguardan las vides de las que nace el mejor vino blanco seco de Canarias de 2011. Dos caldos grancanarios han coseguido este año desbancar a los todopoderosos malvasía de Lanzarote en Agrocanarias. Uno de ellos es el Agala, de Bodegas Bentayga, cuya uva crece en terrazas de lava extendidas por una caldera que va a dar al roque que da nombre a la bodega y al Teide. “Aquí falta una terraza”, es la primera idea que viene a la cabeza; “estoy pensando poner un chill-out”, dice, entre risas, Sandra Armas, responsable del negocio.

A la espera de colocar “unos bancos de piedra” para disfrutar del paisaje con una copa en la mano, lo que sí ofrece la bodega es un paseo entre sus viñedos, solo una parte de las 11 hectáreas que cuelgan de la ladera. Sandra, ex maestra de primaria de 37 años, cuenta que han conseguido llegar a un acuerdo con un hotel en el pueblo y con el parador de Tejeda para organizar excursiones que pueden realizarse a pie, enlazando con las rutas senderistas que recorren la caldera, o en microbus. El plan incluye también una cata con dos de sus vinos, uno blanco y otro tinto, por unos 20 euros por persona, “algo más” si se quiere degustar el Agala Blanco Seco, su medalla de oro regional.

Pero no es la única opción. Cuando Elías, el enólogo, destapa brevemente el tanque donde fermenta la última vendimia del Agala Nocturno, un intenso olor a “melocotón y pera” inunda la sala. Es el semidulce de la casa, cuya uva recogen solo los miembros de la familia en una noche de septiembre que suele acabar en torno a las cuatro de la madrugada. Un especie única, como el Dulceelena, que lleva el nombre de la matriarca del clan (de seis hermanos). “Le pusimos el nombre de mi madre”, explica Sandra, “porque antes las mujeres solían beber vino dulce”.

La nueva cosecha está aún por salir, pero ya promete. “Ha sido muy buena”, asegura Sandra. De momento pretenden doblar la producción de 2011, que solo vio 7.000 botellas del Agala Blanco Seco. A partir de diciembre esperan poder colocar unas 13.000, eso con el permiso de los vinos de Lanzarote, cuyo nombre desplaza en la mayoría de restaurantes cualquier otra opción de vinos canarios. “Los restauradores me dicen que es lo que los clientes piden”, se queja, “es muy difícil abrirse un hueco, somos un grano de arena en una duna”.

Y para quien no se atreva a llegar “donde acaba la carretera y empieza un camino de tierra”, la propuesta alternativa es degustar el mejor blanco de Canarias en una terraza de Tejeda donde sí recomiendan “un vino de la tierra”. No tiene pérdida, al llegar al pueblo solo hay que preguntar por “la ensaladería” o dejarse llevar por la bandera arcoiris.