Yolanda Soler Onís: “'Negra Caridad' es una novela de ida y vuelta a América, en el tiempo y entre las distintas regiones de España”

Alicia Justo

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Yolanda Soler Onís (Comillas, 1964) he presentado recientemente en Las Palmas de Gran Canaria su última novela, Negra Caridad, la precuela de Malpaís (Premio Tristana de Novela 2002) y en la que, al igual que en muchas de sus obras, usa las migraciones como telón de fondo para construir una historia atemporal donde las pasiones de la vida como el amor, el dinero, la soledad o la venganza no mueren con el tiempo. 

Soler Onís trabajó en Canarias como gestora cultural y periodista hasta 2005, cuando se centró en la enseñanza del español para extranjeros, lo que la ha llevado a dirigir las sedes del Instituto Cervantes en Mánchester, Varsovia, Marrakech y, ahora, Beirut.

En la misma cafetería en la que en su etapa como periodista entrevistó al escritor uruguayo Mario Benedetti, casi entre esas mismas palmeras, es ahora ella la entrevistada. Confiesa este detalle con gesto humilde, antes de ponerse del otro lado de esta conversación y desvelar algunos detalles de su última obra.

Negra Caridad es un relato en el que conviven la novela histórica, la novela negra, la de aventuras y el libro de viajes y que transcurre entre España, Cuba y Guatemala. Sus protagonistas, la rica indiana Rosa Cueto y el joven policía canario Sindo Roca se verán envueltos en una trama con un crimen a resolver que se inicia en el pueblo ficticio de Santullano de Piélagos, ubicado en Asturias. El tema central del libro es la venganza, pero con el mismo trasfondo que ha atravesado todas sus novelas: la cuestión migratoria. La escritora la ha reflejado en sus obras desde diferentes prismas, como la época de los indianos, las primeras pateras en Canarias o los expatriados. 

Esta circunstancia también ha estado presente en la vida de Yolanda Soler y puede que esté detrás de ese propósito de narrar de manera literaria los movimientos de personas. A los seis años cambió el verde de los campos de Cantabria por el marrón del paisaje árido del sur de Gran Canaria en plena época de construcción hotelera. Ese cambio le produjo un choque que se suavizará con el tiempo. “En el fondo, con ese ir y venir, te acostumbras y descubres que te sientes bien en todas partes, que eres capaz de disfrutar de cada uno de los espacios, pero que, a veces, tienes la pena de que no en todos los lugares te aceptan”, expresa.

Para ahondar en la emigración que abarca este libro, Soler escarba en los recuerdos de su infancia (aunque la obra no es autobiográfica) y acude a esas referencias que le llegaron por su familia. En aquellas vacaciones de verano cuando retornaba a su lugar de nacimiento, escuchaba de boca de su tío abuelo las aventuras que vivió muy joven en Latinoamérica, a donde había ido para conocer el estado de una empresa de sombreros que su familia tenía en La Habana.  Son esas historias de indianos, las que pintan el paisaje del norte peninsular y que también resuenan en Canarias: “Negra Caridad es una novela de ida y vuelta a América, en el tiempo y, también, de mirada entre las distintas regiones de España”, revela.

Todos esos apuntes de una niña en los veranos de Cantabria le han servido a la autora para especificar los nombres de los barcos, las escalas, el huracán o las balaceras de Guatemala que se mencionan en el libro. “Todo eso lo tenía escrito y lo utilicé para ilustrar el viaje de mi indiana”, confiesa. La intervención en la trama del policía Sindo Roca le da otra perspectiva, “para que a través de su mirada se cuente esa historia y que fuera interesante”. Si no, habría sido un culebrón, comenta entre risas. 

¿Existió alguna mujer que emigró sola a América en esa época y que regresó rica? Este es el punto de partida en esta historia y aunque según los archivos en los que Soler ha investigado no se dio esta circunstancia, la figura de Rosa Cueto obliga a hacerse esta y otras preguntas.

Para la creadora de Negra Caridad, Rosa Cueto es un personaje que puede ayudar a comprender las migraciones. Una mujer que desde niña soñaba con prosperar mientras contemplaba las casas de arquitectura colonial propias del norte español, precedidas en sus jardines de palmeras y otros árboles exóticos traídos por sus dueños desde las colonias. También, invita a la reflexión sobre el papel que jugaron muchos indianos en América, quienes hicieron su fortuna gracias a la trata de personas esclavizadas traídas por la fuerza desde África, entre los cuales, uno de los más conocidos fue el Marqués de Comillas. Cuando estos hombres regresaron a España, Soler recuerda que no se les preguntó cómo se habían enriquecido. “Cuando llegaron se convirtieron en prohombres porque venían con dinero; y me pregunto, sin desvelar nada del libro, si hubieran tratado igual a una mujer”, remarca.