La desaceleración del sector de la construcción podría restar hasta un punto al crecimiento del Producto Interior Bruto de 2008, según el último análisis sobre la economía española elaborado por Deloitte.
El informe también advierte de que España “se podría mostrar vulnerable” a la política monetaria restrictiva que actualmente mantiene el Banco Central Europeo.
La mayoría de los analistas consultados por el área de Asesoramiento Financiero Permanente de la auditora considera que el crecimiento económico español registrará una cierta “normalización” y se situará en el 3,5% este año, y el que viene un punto por encima del de la zona euro, que cifran en el 2,5%.
Según este informe, otros factores que podrían afectar negativamente a la economía española son el impacto de la evolución del precio del petróleo y del resto de materias primas, la “excesiva” fortaleza del euro en los mercados de cambio y finalmente, como efecto de los anteriores, un posible descenso en la confianza de los consumidores.
Para Deloitte, el encarecimiento de las condiciones monetarias está “empezando a preocupar” por los elevados índices de endeudamiento privado.
Recuerda además que el aumento de tipos está ya afectando a uno de los motores de la economía, la construcción, cuyo peso sobre el PIB es del 18%, por lo que su desaceleración podría restar un punto al crecimiento.
Aspectos positivos
Como aspecto positivo, se destaca el descenso en las presiones inflacionarias, que ha permitido estrechar el diferencial de precios de consumo con los socios comunitarios, lo que unido a un crecimiento más equilibrado podría permitir “nuevos mínimos” en la tasa de paro.
La tasa de crecimiento, dice Deloitte, continúa “muy saludable”, aunque la economía española sigue siendo “incapaz” de corregir sus “desequilibrios básicos”, entre los que cita la pérdida de competitividad, la inflación aún alta, el déficit exterior o la productividad, aún baja.
Entre los factores a tener en cuenta para el futuro, el estudio cita el impacto que puede tener sobre España la ralentización de las economías más desarrolladas; la vulnerabilidad ante nuevas subidas de tipos; la evolución de sectores como la construcción o la energía o el elevado endeudamiento privado.
También advierte sobre la posibilidad de mayores pérdidas de competitividad, provocadas por la evolución lenta de la productividad o el aumento de los costes laborales.