La crisis financiera y económica no ha dado respiro al Gobierno y ha monopolizado este año la acción del gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero, obligado a relanzar su agenda exterior al compás de los esfuerzos internacionales para frenar el caos de los mercados.
Zapatero, quien eludió durante meses pronunciar la palabra crisis y mantuvo un discurso de confianza en las posibilidades de recuperación de la economía española, tuvo que poner en marcha a su gobierno a medida que se sucedían los malos indicadores tras ganar las elecciones del 9 de marzo.
Después de una larguísima campaña, marcada en su última jornada por el asesinato del ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco, el PSOE revalidó su triunfo en las urnas y sumó cinco escaños a los que tenía en la pasada legislatura.
Pero Zapatero, falto de apoyos, no consiguió ser investido hasta la segunda votación celebrada en el Congreso.
Su nuevo gabinete fue todo un símbolo en favor de la mujer: más ministras que ministros; un ministerio de Igualdad; y, por primera vez en la historia, una mujer -Carme Chacón- al frente de Defensa.
El 14 de abril los ministros tomaron posesión de sus cargos y, sólo cuatro días después, el Consejo aprobó las primeras medidas urgentes para impulsar la economía, entre las que destacó la rebaja fiscal de 400 euros, compromiso electoral socialista.
Tras este paquete, vendrían otros y, bajo la amenaza de una recesión global, el Consejo ha acabado el año aprobando una nueva dotación extraordinaria de 11.000 millones de euros destinada a inversión productiva, la mayor parte a obra pública municipal.
Al situar el origen de los problemas en la crisis financiera internacional, Zapatero decidió tras el verano impulsar su agenda exterior.
La cumbre del G-20
Promovió y participó en la reunión que celebraron en París los líderes de la zona euro para adoptar las primeras medidas frente a las turbulencias de los mercados y durante semanas se empeñó en conseguir una invitación a la cumbre del G-20 de Washington, recabando apoyos desde Pekín hasta San Salvador.
En esta agenda exterior, Afganistán fue la portadora de las malas noticias, con el primer atentado suicida contra las tropas españolas y dos militares muertos; y Estados Unidos el de la buena nueva, con la victoria electoral de Barack Obama y el compromiso del Ejecutivo de convertirse en “aliado fiel” de la próxima administración.
Dentro del país, la crisis económica que ha acaparado las gestión de Zapatero -que ha prodigado en los primeros meses de gobierno sus intervenciones públicas- se ha convertido en prácticamente el único escenario de la batalla política partidaria.
El Gobierno y el PP coincidieron al recurrir el proyecto de ley del Parlamento Vasco que convocaba una consulta popular el 25 de octubre -declarada nula en septiembre por el Constitucional- y Zapatero y Mariano Rajoy concluyeron su primera reunión de la legislatura con importantes acuerdos en materia de justicia y política antiterrorista.
Los golpes policiales a la cúpula de ETA afianzaron ese consenso, aunque la prometida renovación del Tribunal Constitucional quedó empantanada en el Senado.
El Gobierno también se vio incapaz de cerrar el anunciado acuerdo sobre el nuevo modelo de financiación autonómica con todas las comunidades.
El año acaba con el paro como principal preocupación de los españoles, con el primer empate del PP y el PSOE en estimación de voto y con crecientes rumores sobre una hipotética y no lejana remodelación en el Gobierno.