El pasado marzo, Canarias registró el quinto mes más seco desde 1961. Según la Agencia Estatal de Meteorología, llovió un 87% menos de lo habitual en dicho periodo y la temperatura se situó tres grados por encima de la media. Para los agricultores que no pueden acceder al agua pública de la desalación o de embalses, que ofrece precios más estables y asequibles para el riego, esto supone un incremento añadido a sus costes de producción que asfixia su actividad y, en algunos casos, les obligan a reducir sus plantaciones para adaptarse a la sequía. “Nos adaptamos plantando menos que en años anteriores”, dice Juan Hernández, agricultor que tiene 11 hectáreas de cultivos de papas en la zona alta del barranco del Guiniguada (Las Palmas de Gran Canaria).
Hernández explica que planta dos veces al año, en enero y en septiembre. “En esta época suelo plantar unos 400 sacos de papas, pero este año planté 120”, relata. Cada “saco” son 25 kilos, es decir, de 10.000 ha pasado a 3.000 kilos, que empezará a recoger la semana próxima. Una situación que achaca a la falta de lluvias, pero también a “la subida del gasóleo, de los abonos, de los fitosanitarios, de los envases de las cajas… es un suma y sigue, es por todo”.
Hernández dice que compra el agua a una heredad privada porque no tiene acceso a la desalación ni a las presas públicas del Consejo Insular. “La que yo compro no suele pasar de los 25 euros la hora de agua, que también es muy cara. Es casi 70 céntimos el metro cúbico y un precio asequible está entre los 50 y 60 céntimos”, señala. Pero también ha comprobado como en esta época se llega a pagar en la Isla “entre 0,80 o 1 euro el metro cúbico”, lo que considera “un disparate” para una esta época del año.
El Cabildo de Gran Canaria cuenta con ocho presas públicas, casi todas ubicadas entre el sur y el oeste de la isla. La de mayor capacidad está prácticamente vacía: el embalse de Soria, que puede almacenar hasta 12.924.960 metros cúbicos, tiene tan solo 54.320 m3 de un volumen, según los datos del Consejo Insular de Aguas correspondientes a marzo de este año. Los siete embalses públicos restantes están al 25% de su capacidad, en la misma línea que los meses anteriores; la presa de Chira, que es la segunda más grande del Cabildo, está al 13% de su almacenamiento.
“Los agricultores que trabajan con las presas del Consejo Insular de Aguas tienen buen precio porque el Cabildo no especula. Pero los pozos o heredades privadas sí lo hacen y dominan un porcentaje del mercado muy grande. Por ejemplo, con una ola de calor suben la hora de agua a 5 euros y pasa de 25 a 30 sobre la marcha”, explica Hernández. “Esto provoca que no podamos planificar, porque si vienen meses calurosos se dispara el precio del agua un 20 y te destroza la economía”, añade.
La escasez de lluvias es algo a lo que Hernández dice estar acostumbrándose y adaptandose. “Excepto el agua que cayó en otoño, no ha caído nada para asegurar campañas”, dice, refiriéndose al temporal Hermine en septiembre de 2022, que dejó lluvias en las presas para garantizar los cultivos hasta 2024, según dijo entonces el Cabildo de Gran Canaria, gracias a los 3 millones de metros cúbicos recogidos.
“Enero siempre ha tenido un pequeño veranillo. Después febrero y marzo cambiaba, pero este no y ya sabemos como es la primavera: amanece con síntomas de que va a llover y a las cuatro de la tarde estemos 25 grados”, lamenta Hernández.
Canarias no experimenta un año húmedo desde 2009. Según la Agencia Estatal de Meteorología, el valor medio que indica si las Islas han tenido una anualidad lluviosa o seca se sitúa en 280 litros por metro cuadrado durante el año hidrológico, es decir, de un 1 de octubre a un 30 de septiembre. Desde hace 13 años, cuando las Islas registraron un 5% más del valor promedio, la escasez de lluvias ha sido una constante salvo excepciones puntuales, como la borrasca Filomena, o Hermine.
El campo canario extensivo es el primero en percibir los periodos de escasez de precipitaciones en las Islas, denominadas sequías cuando se dejan sentir sus efectos sobre el suelo desecado. Y sus consecuencias se recrudecerán en el futuro, sobre todo en las zonas altas. Según un estudio de investigadores de la Universidad de La Laguna publicado en la revista Nature, entre 1980 y 2009, un 15,9% de la superficie de las Islas resultó perjudicada por los periodos prolongados de tiempo seco y un 2,3% por sequía extrema. Y la sequía empeorará con la elevación del territorio y afectará a más porcentaje de superficie para los años 2070-2099. El estudio prevé que la sequía hidrológica, aquella que damnifica directamente el almacenamiento de agua, afecte al 69,9% de la superficie de Canarias por debajo de los 400 metros, al 72,9% entre los 400 y 1.100 metros, al 71,9% entre los 1.100 y 2.100 metros y al 80,9% por encima de los 2.100 metros.