Opiniones del Sector Primario
El tomate sobrevive en la cuerda floja
Se suele decir que “la esperanza es lo último que se pierde” y parece que esto va a seguir siendo así para el caso del tomate canario de exportación, el que tradicionalmente se ha cosechado en las islas para colocar en mercados externos de otros países de la Unión Europea (UE): en Reino Unido, aún dentro de ese club de los Veintiocho, y en Holanda. Esperanza hay, sin duda, pero también es legítimo y necesario advertir que esta se debilita poco a poco, con el paso del tiempo y con el dibujo propio de una curva descendente que apunta hacia la nada.
También es verdad que más de 130 años de zafras consecutivas son muchos como para ahora pensar en tirar la toalla, aunque los problemas a los que se enfrenta esta actividad agrícola, otrora principal en las islas (más incluso que el plátano), no son pocos ni de calado menor: la amenaza del Brexit; la presencia de plagas y más plagas (potenciadas por el cambio climático); la competencia del tomate de otras procedencias en territorio comunitario en la etapa otoño-invierno (antes bajo dominio canario), de manera especial el importado desde Marruecos por las ventajas de acceso otorgadas por la UE; la lejanía de los mercados de destino y las nuevas dificultades técnicas en el transporte (condiciones de los barcos, frecuencias…); la necesidad de ajustes continuos en su marco singular de apoyo público, y la normativa laboral con el incremento reciente, por poner un ejemplo de lo que afecta ese ámbito normativo estatal, del salario mínimo profesional (SMI), un asunto que ha abierto una guerra entre empresas locales y sindicatos y que ya tendrá que ser dilucidado en los tribunales.
Así están las cosas y, pese a tanta dificultad, hay que decir, por ver la coyuntura con optimismo, que el enfermo se mantiene con vida. Pero ¿hasta cuándo…? Esta es la pregunta que respondida con el corazón tiene fácil respuesta: “Larga vida para el tomate canario de exportación”, aunque, si lo mismo se hace desde la racionalidad, que es lo que se espera de este espacio de divulgación, enseguida se activa una lluvia de dudas razonables que se apoyan en una buena ristra de certezas negativas.
Por ahora, tras cerrarse la zafra de 2018-19, se observa una cierta estabilidad dentro de la honda crisis, estabilidad bien dicha si solo el análisis se hace en el ámbito regional (se mantienen los envíos con una leve caída) o para la provincia de Las Palmas, ya que en el caso de Tenerife hay un empeoramiento de la situación, una aproximación grave al precipicio, por si fuera poco el estado anterior.
Según los datos oficiales de la campaña citada aportados por la Federación de Productores Hortofrutícolas de la provincia de Las Palmas (Fedex) y por la Asociación de Cosecheros Exportadores de Tenerife (Aceto), las dos organizaciones empresariales de ese sector agrícola en las islas, el resultado de la última zafra, la concluida a principios de mayo pasado, refleja una “mejora sustancial” respecto al periodo anterior, 2017-18.
Así lo definen ambas patronales provinciales en un comunicado conjunto, algo que hacen teniendo en cuenta el estudio de parámetros clave para interpretar la evolución de este negocio de exportación; a saber, el rendimiento obtenido, los precios en los mercados de destino y las dificultades observadas en el transporte de las producciones locales a los puertos de Rotterdam, en Holanda, y Southampton, en Inglaterra, los dos nodos principales de recepción en la UE de la llamada fruta en la jerga de los tomateros isleños. También se manda algo a Península.
Por provincias y para la zafra 2018-19, en Las Palmas los resultados se elevan respecto a la campaña anterior, pese a acortarse la exportación en un mes, reducirse la superficie de cultivo en 51 hectáreas y existir una empresa menos. El volumen de tomate exportado ha sido de dos mil toneladas más (45.779,3) frente a las cantidades enviadas en la zafra 2017-18 (43.717,1). Ello representa casi el 5% más de salida a los mercados para el producto de esa provincia.
Si el mismo análisis se realiza para toda Canarias, la campaña de envíos a Península, Reino Unido y Holanda se cierra con 51.362 toneladas, unas 251 menos que en la etapa precedente, en 51.613 para 2017-18 (entonces cayó el 6%). Este retroceso se debe al comportamiento muy negativo de Tenerife.
Hay que decir, dentro de la misma exposición de detalles, que la provincia de Santa Cruz de Tenerife ha reducido drásticamente el volumen exportado al transitar de las 7.920,2 toneladas de 2017-18 a las 5.583,2 de esta zafra, lo que significa el 29,5% menos. Los motivos de ese descenso, según las reseñadas fuentes, están vinculados principalmente a la evolución del número de empresas productoras, que, en la campaña pasada, fueron cinco y en esta han sido solo dos. Las plagas también han hecho un severo destrozo (Tuta absoluta, polilla del tomate o minador del tomate, como se quiera denominar).
En el cómputo global de las exportaciones desde Canarias durante la campaña 2018-19 de tomates, pepinos, arándanos, calabacines, pimientos y berenjenas, las toneladas exportadas han sido 76.618,2 toneladas, es decir, 1.884,5 más que en la recolección total anterior.
Sobre lo ocurrido en la zafra 2018-19, Fedex y Aceto apuntan varias cuestiones de interés, entre otras que la campaña “ha perdido la casi totalidad del mes de mayo, que habitualmente era una etapa interesante por el volumen de fruta”. En esta ocasión, “la disminución drástica de los precios ha sido determinante para detener los envíos y dar la actividad por finalizada”.
Atendiendo a lo expuesto por esas organizaciones empresariales en un plano más optimista, el incremento de la ayuda a la hectárea (medida de apoyo público recogida en el programa Posei), condicionado al plan de mejora, “está dando los primeros resultados y el aumento de la producción empleando menor superficie es un claro indicativo de ello”.
Dicho eso, se apunta lo evidente: “No todo es positivo en el horizonte de los exportadores canarios”. Aún “planea la incertidumbre del Brexit”, que, con la nueva fecha que se ha fijado para ver qué se hace con ese proceso, la del próximo mes de octubre, “preocupa mucho por coincidir con el inicio de los envíos de la próxima campaña”. A este respecto se apunta cuál es la postura del sector tomatero de exportación: “La aprobación por parte de la UE de una excepcionalidad basada en nuestra condición de región ultraperiférica”, de manera que las islas sigan manteniendo las condiciones actuales de acceso a ese mercado tradicional (sin someterse a futuros aranceles y con las medidas públicas de apoyo a la exportación: directas e indirectas).
También es motivo de intranquilidad, recalcan los productores locales, el desarrollo que está teniendo la plaga de Tuta absoluta, que, en el caso de los cosechadores de exportación, “ha ocasionado daños al final de la campaña. Los productores para el mercado local ya acumulan pérdidas muy cuantiosas”. Además se indica que la campaña 2018-19, igual que las precedentes, “ha estado condicionada por los efectos que está provocando el cambio climático. La escasez de lluvias y las altas temperaturas para el periodo de la zafra han vuelto a sumar otro invierno atípico para lo que es habitual en nuestro archipiélago, lo que supedita la producción y el efecto, entre otros, de la afección de plagas”.
Así las cosas, y ya hay una tonga de zafras con balances nada positivos, no queda otra que esperar, trabajar, consolidar y ver lo que al final pasa con la pesadilla del Brexit. No se ha puesto fácil pero… Lo dicho: “Larga vida al tomate canario de exportación”.
*Artículo publicado en Agropalca, en su edición del segundo trimestre de 2019Agropalca
Se suele decir que “la esperanza es lo último que se pierde” y parece que esto va a seguir siendo así para el caso del tomate canario de exportación, el que tradicionalmente se ha cosechado en las islas para colocar en mercados externos de otros países de la Unión Europea (UE): en Reino Unido, aún dentro de ese club de los Veintiocho, y en Holanda. Esperanza hay, sin duda, pero también es legítimo y necesario advertir que esta se debilita poco a poco, con el paso del tiempo y con el dibujo propio de una curva descendente que apunta hacia la nada.
También es verdad que más de 130 años de zafras consecutivas son muchos como para ahora pensar en tirar la toalla, aunque los problemas a los que se enfrenta esta actividad agrícola, otrora principal en las islas (más incluso que el plátano), no son pocos ni de calado menor: la amenaza del Brexit; la presencia de plagas y más plagas (potenciadas por el cambio climático); la competencia del tomate de otras procedencias en territorio comunitario en la etapa otoño-invierno (antes bajo dominio canario), de manera especial el importado desde Marruecos por las ventajas de acceso otorgadas por la UE; la lejanía de los mercados de destino y las nuevas dificultades técnicas en el transporte (condiciones de los barcos, frecuencias…); la necesidad de ajustes continuos en su marco singular de apoyo público, y la normativa laboral con el incremento reciente, por poner un ejemplo de lo que afecta ese ámbito normativo estatal, del salario mínimo profesional (SMI), un asunto que ha abierto una guerra entre empresas locales y sindicatos y que ya tendrá que ser dilucidado en los tribunales.