Pedro Duque (Madrid, 1963) fue el primer astronauta español y es un extraordinario divulgador científico que desmonta bulos en Twitter. Ha permanecido 19 días en el espacio exterior. En 1998 lo hizo a bordo del Discovery, responsabilizándose del sistema informático del transbordador y de varios experimentos. En 2003 desarrolló un extenso programa experimental en la Estación Espacial Internacional. En noviembre participó en la segunda edición de Pangaea, un curso de geología para astronautas organizado por la Agencia Europea Espacial en el geoparque de Lanzarote. Los paisajes de aspecto extraterrestre de la Isla resultan casi surrealistas, pero ese es precisamente el motivo por el que sirven para acercar la realidad a las futuras misiones espaciales, señalaba la Agencia Espacial Europea a la hora de explicar los motivos de la elección de estos terrenos.
- Ha participado en las dos campañas Pangaea que ha organizado la Agencia Europea Espacial en Lanzarote. ¿Cómo valora el entrenamiento en este análogo planetario? Pangaea
- Me sorprendió la cantidad de cosas que los geólogos ven en cada roca. Es complicado entrar desde la nada en eso, así que hemos tenido muchas clases teóricas. Fue realmente sorprendente ver cómo con conocimientos profundos de geología se puede interpretar qué pasó en un sitio.
- Los geólogos dicen que una roca es como un libro abierto.
- Sí, las rocas de Lanzarote parecen todas negras, pero no es así. Hay negros y negros. Unas cortantes, otras con churretes, con intrusiones, rocas que parecen una especie de turrón con una almendra en su interior de color verde; y que son superindicativas de la temperatura y la velocidad a la que se ha formado, etcétera. Las pequeñas cosas son suficientes. Las personas que vayan a otro planeta y tengan que tomar muestras, tienen que saber dónde y de qué tomarlas. Si te encuentras dos mil toneladas de rocas, todas iguales, tienes que saber ver cuál es la importante. Para eso es este entrenamiento: para aprender a tomar muestras y describir lo que ves; también para que el científico pueda orientar [al astronauta] en base a las descripciones que esté dando.
- Este año está trabajando como comunicador de tripulación para la astronauta Samantha Cristoforetti. ¿En qué consiste esa labor?
- Simulamos cómo funcionan normalmente las naves espaciales. Yo estoy en lo que sería el control de tierra, en la base. Eso es lo que hacemos siempre con todos los vuelos espaciales. En el caso de la Estación Espacial Internacional, por ejemplo, sólo hay una persona que habla con los astronautas para no liar guirigay en las comunicaciones. Siempre suelen ser astronautas, para tener un lenguaje común. Tienen que interpretar qué es lo que dice el científico en un lenguaje que entendamos todos.
- Ha explicado en alguna ocasión que el trabajo de un astronauta en el espacio es parecido al de un ayudante de laboratorio y que le sorprendió el recibimiento que tuvo a su regreso del Discovery. Casi veinte años después, ¿qué poso le ha dejado aquella primera misión?Discovery
- Las misiones que se hacen ahora son de la Estación Espacial Internacional, para trabajar allá de ayudante de laboratorio y también de fontanero, de electricista, de todo lo que haga falta, porque otra gente no hay para hacer las reparaciones. Y, bueno, eso le quita un poco la consideración especial que tenían los astronautas cuando se iba a la Luna. Ahora estamos preparando los siguientes viajes y quien vuelva de la Luna o de Marte será otra vez muy altamente considerado por haberse atrevido a ir. Volverá ese espíritu. Siempre es el mismo trabajo, pero cuando haces exploración la gente se identifica mucho más. ¿Qué recuerdo? Bueno, la primera vez que montas en un cohete no se olvida nunca. Ni la primera vez que miras por la ventana. Estar ahí todo ese tiempo fue el motivo de que la segunda vez fuese mucho más eficiente. Una de las cosas que te quedan del primer vuelo espacial es que, cuando vuelves, la gente te trata con una admiración que no pensabas que fuese a ocurrir, y eso tiene su efecto en la calle, en los periodistas y también en el trabajo. La gente empieza a hacerte caso. Pasas a una categoría diferente y las personas que diseñan cosas para ir al espacio te tratan diferente.
- Su experiencia en el espacio le ha hecho asumir una gran responsabilidad como divulgador científico.
- Sí, que la gente te conozca más y te haga un poco más de caso hace también que seas más cuidadoso con todo lo que hablas. Cuando se trata de cosas científicas, hay que tener cuidado de no emitir opinión en balde. Ya que la gente hace caso, tienes la obligación de explicárselo de manera que lo entiendan bien y, sobre todo, de no estar nunca del lado de los que propagan bulos, sino de los que hacen la ciencia verdaderamente.
- Quince mil científicos han vuelto a advertir en un manifiesto que es extremadamente urgente tomar medidas para afrontar el cambio climático. La primera alerta se dio en 1992, sin mayor consecuencia. ¿Qué podemos hacer para reaccionar y que este tema entre en la agenda política?
- Lo único que podemos hacer es utilizar el voto, exigir que las diversas opciones políticas definan claramente lo que quieren hacer respecto a esto y, por otra parte, que cada uno, personalmente, haga lo que pueda en su ámbito personal (gastar menos combustible, por ejemplo) y concienciar a la siguiente generación: explicarle a tus hijos cuáles son las consecuencias para el mundo de todo lo que hacemos en el día a día.
- Dicen que la primera persona que pisará Marte está ya en un colegio. ¿Qué consejo le daría a un niño que sueña con ser astronauta o a un estudiante cualquiera?
- La recomendación desde luego es que se dedique a lo que le interese, a lo que le suscite una pasión, sólo de esa manera será bueno en lo que haga. Otra cosa que puedo decir es que las oportunidades que da la escuela en España son más que suficientes y que las aproveche. Que cuide la salud a la vez de estudiar, que juegue mucho fuera y se dedique mucho menos a simplemente mirar pantallas porque con eso uno no se desarrolla del todo bien.
Esta entrevista fue publicada en la edición de papel de Diario de Lanzarote.
Mar de lava de Tinguatón. Un hombre, vestido con un buzo blanco, explora el terreno pertrechado con la tecnología más avanzada —la que se usará en la primera misión espacial a Marte— y con réplicas del instrumental que usaron los astronautas en la misión Apolo en los años setenta del siglo pasado. Es Hervé Stevenin, ingeniero aeroespacial e instructor de paseos espaciales de la Agencia Espacial Europea. El geoparque lanzaroteño es “uno de los mejores lugares del planeta para estudiar la interacción de la actividad volcánica con el agua” y entrenar la exploración planetaria.
Los tubos de lava de la Isla son muy similares a los que se han encontrado en Marte. Sus jameos, muy parecidos a los que ya se conocen en la Luna. Durante un mes, astronautas, científicos e ingenieros se han dedicado a observarlos, dibujarlos, recoger muestras de roca y de microorganismos, y aplicar última tecnología a la exploración de este terreno.
El robot Asguard se paseó por la irregular superficie de Tinguatón y elaboró un modelo 3D del entorno, el investigador de la Universidad de Leicester, John Holt, testó Split (una herramienta con la que es posible tomar muestras de rocas sin dañar la estructura ni la distribución química), se realizaron estudios geoeléctricos, escáneres con láser 3D, y un mapeo con una Leica Pegasus. El tubo de lava de La Corona, el cráter de Caldera Blanca o los canales de Pico Partido han sido algunas de las localizaciones de Pangaea, un curso que ha servido para entrenar la eficiencia y comunicación en las futuras expediciones al planeta rojo.