Coalición Canaria: Veinte años en las urnas

El próximo 28 de mayo se cumplen dos décadas del estreno electoral de Coalición Canaria (CC). Veinte años desde que el experimento aritmético-parlamentario que se puso en marcha en 1993 para presentar una moción de censura al socialista Jerónimo Saavedra decidió someterse al juicio de las urnas.

Manuel Hermoso, líder indiscutible de la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI) y de las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) había conseguido ser presidente del Gobierno, sí. Pero mediante una moción de censura y la suma parlamentaria de fuerzas políticas antagónicas que lo único que habían tenido en común eran sus ansias por defenestrar al PSOE del Gobierno.

En marzo de 1993 se crea Coalición Canaria , formada por las AIC, el Centro Canario Independiente (nombre adoptado en junio de 1992 por el CDS, cuando Lorenzo Olarte decide desvincularse del partido fundado por Adolfo Suárez), Iniciativa Canaria, la Agrupación Herreña de Independientes y Asamblea Majorera.

Durante dos años, en el Parlamento siguieron existiendo como grupos separados, aunque los 31 diputados permitieron, con algún que otro sobresalto, que Hermoso concluyera la III legislatura como presidente del Gobierno.

El año 1995 era el momento propicio para conocer si las urnas respaldaban un invento que internamente estaba sometido a “dolores de crecimiento”, como los denominó el histórico nacionalista Victoriano Ríos. Como muestra, Independientes de Fuerteventura (IF) y el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) habían decidido desvincularse de las AIC (y de CC) por entender que el proyecto político bendecía la hegemonía de Tenerife frente al resto de las islas.

Y lo hicieron. Si bien por la aritmética electoral no consiguieron sumar juntos los diputados conseguidos por separado y perdieron la mayoría absoluta (los mágicos 31 escaños), lo cierto es que el 32’85% de los votos emitidos fueron a parar al casillero de CC y contar 21 diputados.

CC era la fuerza parlamentaria que más escaños perdió, es cierto, pero también la que más diputados conservó. Frente a ella el PSOE liderado por Augusto Brito pasó de 23 a 16, fruto del desgaste que a nivel nacional sufría Felipe González en su última legislatura salpicada por los escándalos de corrupción, y el PP, subido a la ‘ola Aznar’ consiguió que José Miguel Bravo de Laguna obtuivera 18 escaños, triplicando su presencia parlamentaria respecto a 1991.

Oferta no rechazable

También es cierto que los herreños de AHI decidieron ir por su cuenta en las elecciones (1 diputado), aunque en la práctica votarían toda la legislatura con CC, y que la huida del PIL de Dimas Martín del proyecto nacionalista mermó los resultados del mismo (la Plataforma Canaria Nacionalista del PIL, PGC e IF logró 4 diputados).

Las urnas habían sido generosas con las nuevas siglas del moderno nacionalismo canario. Pero el PP lo fue aún más. En plenas negociaciones para formar un Pacto de Gobierno con el PSOE, los socialistas fueron víctimas de una nueva deslealtad política que sumar a la moción de censura.

Bravo de Laguna ofreció a Hermoso un año de gobierno en solitario y, tras las Elecciones Generales de 1996, entrar a formar parte del mismo teniendo en cuenta que todo hacía prever que José María Aznar sería el próximo presidente de España, lo que facilitaría las siempre tirantes relaciones bilaterales.

Era una oferta difícilmente rechazable. Porque garantizaba a Hermoso la Presidencia desde el primer momento, ya que la entrada de los conservadores un año después no conllevaba ni siquiera la presentación de una mera cuestión de confianza, toda vez que durante los primeros 365 de la legislatura el PP iba a apoyar todo lo que CC decidiera en solitario.

Era un Gobierno en minoría ficticio, si. Pero suficiente para que un proyecto nacido desde el poder pudiera mantenerse en el poder y sentar las bases para no apearse del mismo.

Y la historia electoral demuestra que la apuesta de CC sirvió a sus intereses.

Pese a los contínuos “dolores de crecimiento”, las trifulcas internas (Lorenzo Olarte no consiguió ser nombrado candidato a la Presidencia y, en su lugar, fue elegido un entonces desconocido Román Rodríguez), la imposibilidad de convertirse en un partido político que superara la alianza electoral o el escándalo del caso Tindaya, CC cosechó en 1999 su mejor resultado electoral en estos 20 años.

La cúspide

Fue un 13 de junio de 1999 cuando las urnas revelaron que CC había aumentado en apoyo y escaños. Un 36,93% de los votos (306.658 papeletas) y 24 diputados, tres más que en los anteriores comicios. El gran damnificado fue, por el contrario, el PP de Bravo de Laguna.

Los conservadores no habían conseguido capitalizar su paso por el Gobierno de Canarias, por otra parte plagado de escándalos y pulsos internos. Fueron los años del caso Bango y de las desavenencias entre Bravo de Laguna y su entonces número dos, Ignacio González, que acabaron con su cese como consejero de Presidencia primero y su expulsión del PP después.

Todo ello no sirvió para que el PP se subiera a la tendencia que consiguió la mayoría absoluta para Aznar en 2000.

Al contrario, los 15 diputados (3 menos que en 1995) y la caída de un 4% de apoyo en votos provocó que Bravo de Laguna anunciara su dimisión como líder del PP canario en la misma noche del recuento electoral, dando así paso al advenimiento de la era Soria que ha protagonizado los últimos 16 años de los conservadores canarios.

CC había conseguido lo que quería, consolidarse como fuerza hegemónica frente a los dos partidos estatalistas. Como proyecto político sobre el que pivotaría siempre la confección del Gobierno de Canarias y como dueña del mango de la sartén, ya que sabía (y sabe) que nunca será posible que PP y PSOE pacten dejar fuera a los nacionalistas de los bancos azules.

CC sube como la espuma y solo tiene que sentarse a decidir a quien elige como socio imponiendo al mismo sus propias condiciones. ¿Y quien sería el socio en 1999? El mismo que cuatro años antes, pero no porque una de las máximas de CC para conformar el Gobierno fuera coaligarse con quien gobernara en España. Ese argumento, aunque durante un tiempo sonó pragmáticamente sincero, escondía el verdadero: pactar con el adversario más débil.

Jerónimo Saavedra había conseguido recuperar al socialismo de los pésimos resultados cosechados en las Islas en 1995, más por los estertores del felipismo que por deméritos propios, dicho de paso, y con él al frente los socialistas consiguieron 19 diputados. Pocos para ganar y demasiados para pactar.

Con los conservadores en crisis de liderazgo y un Bravo de Laguna que pactó en funciones todo lo que CC le puso por delante, a condición de garantizar la entrada de sus fieles en el Gobierno antes de que llegara Soria, los nacionalistas no dudaron a la hora de a quien pedir el apoyo para investir a Rodríguez como el primer presidente post Hermoso.

Parte del éxito electoral de CC del aquel año dabe achacársele al propio Rodríguez, que barnizó de izquierdismo y nuevos tiempos regeneracionistas el proyecto nacionalista, que bebió de un nicho de votantes progresistas descreídos con el PSOE, al que se le achacaba que siempre se plegaba a los intereses de Ferraz más que a los de Canarias.

Pero ese espejismo duró poco, pese a la investigación sobre el caso Tindaya y a la Moratoria (incluso con intentos de bombardeo interno), poco casaba el izquierdismo con un socio conservador. Si a eso se une los interminables pulsos de poder en el seno del proyecto que no dejaba nunca de padecer “dolores de crecimiento”, todo hacía vaticinar que el principio del descenso de apoyo popular iba a hacerse notar en 2003.

No fue así. El prestigio popular y político de Adán Martín, que había ostentado la Vicepresidencia y la Consejería de Economía y Hacienda, evitó el principio del fin.

Había sido una década fructífera para CC con tres presidencias ininterrumpidas. Los años dorados, que las elecciones de 2003 garantizaron que se iban a prolongar cuatro años más.

CC perdió el 4% de los votos, pero solo un diputado. Martín certificó 23 escaños, el segundo mejor resultado de la historia de la formación política.

Y una vez más, los nacionalistas echaron mano de la máxima de cogobernar con quien estuviera en La Moncloa: el PP. Pero, en realidad, volvía a ser el más débil. No en número de votos (sacó 5 puntos al PSOE) ni en escaños (los conservadores empataron a 17 escaños con los socialistas) sino en perspectivas políticas de futuro: se olía que perderían las Elecciones Generales del año siguiente. Eran los tiempos de la foto del trío de las Azores y la guerra de Irak.

Fue una legislatura convulsa gracias a todo ello. Ningún consejero del CCN fue incluido en el Gobierno, por lo que abandonaron CC al poco tiempo. En enero de 2005, Román Rodríguez deja ICAN y crea el partido Nueva Canarias- Nueva Gran Canaria, que se coaliga con el Partido Nacionalista de Lanzarote en 2006.

Soria mantiene pulsos y enfrentamientos cada vez menos soterrados con Adán Martín, sobre todo desde que José Luis Rodríguez Zapatero accede a La Moncloa en marzo de 2004, con declaraciones públicas que enfrentan al Gobierno de Canarias con el de España y ponen en peligro las relaciones bilaterales. Como consecuencia, el PP es expulsado del Ejecutivo en mayo de 2005.

Martín culmina su legislatura en minoría, igual que Hermoso la inició en 1995 diez años antes. Pero lo que podría haber acabado de una forma más o menos idílica, concluyó como el período más turbulento del Parlamento de Canarias.

Gane quien gane…

En el imaginario colectivo electoral está impresa la máxima: “gane quien gane, preside CC”.

Pues bien, la misma se hizo más realidad que nunca en el año 2007, cuando los nacionalistas (que, por fin, consiguieron concurrir como partido único 14 años después de inventarse) cosecharon la primera derrota electoral de su historia y, aún así, presidieron el Gobierno gracias a un pacto previo que habían cerrado meses antes de las elecciones con el PP.

Los últimos meses de la legislatura de Martín fueron un infierno parlamentario. Ya se sabía a ciencia cierta que el candidato del PSOE iba a ser Juan Fernando López Aguilar, que con su discurso apocalíptico y salpicado de adjetivos nada elogiosos hacia sus adversarios políticos describía de una forma perfectamente comprensible para la ciudadanía lo que habían sido los últimos 14 años de vida política y gubernamental en Canarias.

Las ansias de regeneración política estaban calando en la sociedad, gobernada desde 1995 por un pacto CC-PP que parecía imposible de romper. Todo hacía presagiar una victoria sin paliativos de los socialistas y, por primera vez, peligraba la Presidencia del Gobierno para los nacionalistas.

La estrategia estaba clara: acercarse al PP de nuevo y evitar que NC, el otro partido emergente de izquierdas (escisión de la propia CC) pudiera cosechar diputados suficientes para sumar 31 diputados junto a los socialistas.

Ambas cosas se lograron. Paulino Rivero controlaba CC más que Adán Martín (más proclive a pactar con el PSOE que con el PP) y con un florentino golpe de mano consiguió ser proclamado candidato, el primero que iba a lograr que los nacionalistas no fueran primera fuerza política. Pero poco importaba ese dato si CC se mantenía en el Gobierno y, además, presidiéndolo.

Los acuerdos con el PP incluso se visualizaron antes de las elecciones de aquel 27 de mayo de 2007. En el Parlamento, las conclusiones de las comisiones de investigación sobre el caso Amorós y el caso eólico demostraron que el pre-pacto existía.

Y se hicieron realidad pese a la incontestable victoria del PSOE, que consiguió 26 diputados y un apoyo del 34,51 por ciento (322.833 papeletas), diez puntos más que una CC relegada a ser segunda fuerza política y parlamentaria con 19 escaños.

Pero no importó, una vez más Soria ofreció los 15 diputados del PP a cambio de la vicepresidencia y la todopoderosa Consejería de Economía y Hacienda. Rivero presidiría, sí, pero las llaves del Gobierno estaban en manos de Soria. Además, por primera vez se visualizó a las claras que eso de pactar en Canarias con quien gobernaba en España era una máxima cincelada en hielo.

La historia ya se conoce, el pacto de perdedores gobernó hasta finales de 2010. Las trifulcas internas de los socialistas fueron minando las fortalezas de López Aguilar, desterrándole a la Unión Europea y luego cercenándole como secretario general y líder de los socialistas canarios. Las ansias de poder y los egos políticos de Soria y Rivero fueron ‘in crescendo’ y chocaron a pocos meses de concluir la legislatura, cuando el líder del PP canario dio un portazo tras finalizar los últimos Presupuestos de la misma.

Y hasta se permitió una advertencia: el PP apoyaría al Gobierno desde fuera si no se enmendaba ni un solo céntimo de lo presupuestado.

Segunda derrota

Rivero aceptó, pues ya tenía en mente qué iba a pasar a partir del 22 de mayo de 2011. Volvería a pactar con el partido más débil, que a todas luces iba a ser el PSOE, inmerso en la crisis política fruto de la crisis económica a la que Zapatero no supo dar solución y que abría el camino a Mariano Rajoy a La Moncloa.

Y así fue, por supuesto. Pese a que el PP fue el partido más votado en porcentaje (31,94% frente al 24,94% de CC), la matemática de reparto de escaños hizo que ambos empataran a 21 diputados.

En puridad, CC solo tiene 18 diputados propios, ya que 2 son del CCN y 1 de los herreños de AHI. Pero, pese a que en el inicio de la legislatura los conservadores airearon el dato, lo cierto es que lo hicieron poco, pues la matemática parlamentaria es tozuda y 21 son 21.

Lo cierto es que por segunda vez, Rivero perdía las elecciones y, por segunda vez, conseguiría presidir el Gobierno, esta vez de la mano de José Miguel Pérez y 15 diputados socialistas (el peor resultado en la historia de los socialistas canarios), que consiguieron que el PSOE volviera al Gobierno de Canarias 18 años después de ser expulsados por la moción de censura que creó a CC.

Ahora le toca el turno a Fernando Clavijo de conseguir que el “gane quien gane…” siga como seña de identidad de la política canaria.

El nuevo y cambiante escenario que se abre a partir del 24 de mayo hace prever que será así, salvo sorpresas. Y pese a que todas las encuestas vaticinan que CC conseguirá empeorar los resultados de 2007.

Lo único nuevo es que el más débil puede serlo tanto que no sirva para ser socio y que los pactos, a partir de ahora, serán un menage à trois.

La solución al enigma se sabrá cuando se desprecinten las urnas y concluya el recuento.

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