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Un libro sobre Soria

Carlos Sosa / Carlos Sosa

Cuando en agosto de 2013, en una sonada comparecencia sobre el caso Bárcenas en el Senado, Mariano Rajoy puso como ejemplo de político sometido a cacería policial y judicial a José Manuel Soria, decidí que había que desenmascarar a tamaño impostor. El presidente del Gobierno se había creído la versión que el líder del PP canario había hecho extender entre los suyos y entre el público municipal y espeso de que era víctima de una conspiración urdida por el ex ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar, por el jefe superior de Policía de Canarias, a la sazón Narciso Ortega, y por el director de Canarias Ahora, o sea yo.

Estamos ante la expresión más paradigmática del político que ha estropeado la política. Tras una fachada de gestor moderno y eficaz, de hombre dinámico y bien preparado, se esconde realmente la nada, puro humo. Tan sólo es valorable en él su esfuerzo y su obsesión por la imagen y por la comunicación, para lo cual no sólo ha invertido su tiempo, sino también mucho dinero de las administraciones a cuyo frente ha estado.

Su paso por la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, por la presidencia del Cabildo de Gran Canaria, por la vicepresidencia del Gobierno de Canarias y, ahora, por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, no deja lugar a dudas: no existe rastro alguno de un logro importante en beneficio de la ciudadanía, un hito, un acontecimiento por el que pueda ocupar un lugar de honor en la historia de la política canaria y española.

Más bien al contrario, toda su trayectoria está salpicada de escándalos y de una incapacidad casi única para la gestión transparente y eficaz que convierte en sorprendente que todavía haya gente que lo defienda.

Escándalos como el caso La Favorita, el caso Salmón, el caso Chalet, el caso Eolo, el caso Isolux… o más recientemente, el caso Tebeto o el caso Repsol, colocan a Soria en el grupo más destacable de políticos bajo la permanente sospecha. Que Rajoy lo ponga como ejemplo de víctima de una cacería judicial o mediática sólo puede responder a dos cosas, un inexplicable despiste del presidente del Gobierno o la constatación de que, al igual que su ministro canario, es un mentiroso redomado.

Los periodistas de Madrid no me creían cuando les advertía de la joya que Rajoy se había llevado para allá. Pero tardaron muy poco en confirmar su peor versión. Ya se publican perfiles del ministro que superan incluso a los que se pueden leer sobre otros compañeros de gabinete como Wert, Báñez o Montoro. Quizás porque de él se esperaba otra cosa o quizás porque muchos colegas se han sentido profundamente estafados ante la baja catadura política y moral del personaje.

Muchas de estas razones me han conducido a escribir este libro que este miércoles presentaré en Madrid junto a Nacho Escolar y Paco Pomares. Sin acritud, sin más objetivo que desenmascarar al impostor y relatar en una sola pieza lo que muchos saben y los demás ni se imaginaban.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Hechos probados. Una primera biografía de José Manuel Soria se presentará este miércoles, 26 de febrero, a las 19.00, en la librería Rafael Alberti, calle Tutor, 57, de Madrid.

Cuando en agosto de 2013, en una sonada comparecencia sobre el caso Bárcenas en el Senado, Mariano Rajoy puso como ejemplo de político sometido a cacería policial y judicial a José Manuel Soria, decidí que había que desenmascarar a tamaño impostor. El presidente del Gobierno se había creído la versión que el líder del PP canario había hecho extender entre los suyos y entre el público municipal y espeso de que era víctima de una conspiración urdida por el ex ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar, por el jefe superior de Policía de Canarias, a la sazón Narciso Ortega, y por el director de Canarias Ahora, o sea yo.

Estamos ante la expresión más paradigmática del político que ha estropeado la política. Tras una fachada de gestor moderno y eficaz, de hombre dinámico y bien preparado, se esconde realmente la nada, puro humo. Tan sólo es valorable en él su esfuerzo y su obsesión por la imagen y por la comunicación, para lo cual no sólo ha invertido su tiempo, sino también mucho dinero de las administraciones a cuyo frente ha estado.