Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.
Resulta difícil encontrar, en medio de una civilización que suele castigar la individualidad y, por ende, lo genial en las personas que la forman, una figura tan definitoria y capital -en una o en varias áreas de la creación artística- como lo fuera Osamu Tezuka (1928-1989). Sin su vasto legado artístico resulta imposible imaginar el mundo gráfico y animado contemporáneo japonés tras la debacle social y económica sufrida como consecuencia de la derrota del país asiático en la Segunda Guerra Mundial.
0
Osamu Tezuka pulió las aristas, actualizó y definió las herramientas de un estilo que ahora todo el mundo conoce por el nombre de manga. Además, le imprimió unas señas de identidad que han forjado el gusto de más de una generación, las cuales han crecido leyendo y/o viendo unos personajes dotados de unos ojos tan marcados o inmersos en un escenario donde la acción parece como que quisiera desbordar los límites de las páginas y/o la pantalla del cine, o la televisión en donde se esté proyectando la serie y/o la película de animación en cuestión.
Luego, y ya en el campo de la animación, el creador nacido el tres de noviembre del año 1928 en Toyonaka -una ciudad perteneciente a la prefectura de Osaka- supo ver las enormes posibilidades de la recién nacida televisión. Así, en 1963, y ya como uno de los responsables del estudio Mushi Production -luego de terminar su contrato con Toei Animation- decidió estrenar la versión animada de su manga Astro Boy, la cual que debutó en el mercado japonés en el año 1952.
Esta versión animada de la historia gráfica original Tetsuwan Atomu, la cual se desarrolló a lo largo de cuatro temporadas y un total de 193 episodios (1963-1966) fue, a la postre, la primera serie de animación japonesa estrenada en el siempre selectivo mercado anglosajón de la mano de NBC Enterprises. Hay que tener en cuenta que, tras su estreno, dentro y fuera de las fronteras del país asiático, la serie, su forma de presentar las situaciones, los personajes y, sobre todo, las secuencias de acción terminaron por marcar un patrón de comportamiento que luego imitaron todos aquellos que ofrecieron productos de similar estética, en las décadas siguientes.
En realidad, la serie del intrépido robot solamente fue la punta de un enorme iceberg creativo que había ofrecido títulos tan sobresalientes como Hi no Tori, Fénix, sin duda alguna la obra más ambiciosa de cuantas abordó el creador a lo largo de su carrera, que quedaría inconclusa con la muerte de Osamu Tezuka en 1989. Junto a ella, destacan otros títulos, tales como Ribon no Kishi -La Princesa Caballero, en nuestro país-; la historia del atípico y sobrenatural cirujano Black Jack; Buddha, una aproximación personal del artista para con la figura de Gautama Buddha; y Janguru Taitei -literalmente “Emperador de la jungla”, luego adaptada al mercado anglosajón como Kimba the White Lion, de la que nadie en la factoría Disney quiso acordarse cuando se desarrolló un proyecto como El rey León, aunque las similitudes sean más que evidentes.
Sea como fuere, la impronta del creador japonés, un firme admirador del trabajo del Walt Disney más clásico -algo que queda demostrado cuando se admiran las portadas originales de La princesa caballero- logró que las fronteras del noveno arte y del mundo de la animación se rompieran en favor de una concepción de la cultura contemporánea como un todo global del que, sin importar en el país en el que hubieras nacido, cualquiera se pudiera beneficiar. Es más, y eso es algo que queda claro cuando uno tiene la oportunidad de visitar la magnífica exposición organizada por el Museo de Arte de la ciudad de Tampere, Osamu Tezuka es un autor que se adelantó a su época y unas de esas personas que entendió lo importante que es la creación artística para el bien de un territorio geográfico.
Sus obras, un verdadero prodigio de simplicidad narrativa, pero sin olvidar el gusto por los detalles y por una composición de página, pensada para que el lector sepa siempre a dónde debe mirar, son también el bisturí con el que el creador supo cuestionar, criticar y/o reivindicar muchos de los problemas, carencias y/o vicisitudes sociales y culturales del momento histórico que le tocó vivir.
La misma exposición, supervisada por los responsables de la fundación Osamu Tezuka -Tezuka Production- es, por derecho propio, uno de los mejores ejemplos de cómo se debe presentar una muestra de estas características tanto por su diseño como por la claridad, cuidado y elegancia con la que están desarrolladas y diseñadas las salas que la componen. Incluso si el visitante ocasional no está familiarizado con las series sobre las que se sustenta la muestra; es decir, Astro Boy, La Princesa Caballero, Fénix, Black Jack, Buddha y Kimba the White Lion, es posible disfrutar con los doscientos ejemplares que cuelgan en sus paredes o con las ediciones originales de dichas obras gráficas, que se pueden ver en las vitrinas habilitadas en el museo para la ocasión.
Si, por el contrario, se desea ver algún ejemplo animado del trabajo de Osamu Tezuka, también se puede disfrutar con la versión original de Astro Boy, tal y como se emitió en la televisión japonesa hace más de cincuenta años.
Osamu Tezuka -Manga Jumala (El dios del manga) se complementa con una exposición anexa, Mangamania!, la cual pretende acercar a los visitantes al mundo del manga y el anime contemporáneo, el que actualmente se puede encontrar en las librerías finlandesas. De paso, le da carta de naturaleza a una disciplina artística que todavía debe luchar con la etiqueta de ser sólo un divertimento para adolescentes con mucho tiempo que perder…
La realidad, y el trabajo de Osamu Tezuka, está colgando de las paredes del museo de arte finlandés. El manga y el anime son dos disciplinas tan válidas como cualquier otra expresión artística más clásica -y socialmente aceptada- y ya empieza a ser hora de desterrar los tópicos al uso en favor de una mentalidad mucho más abierta y unificadora.
Sobre Osamu Tezuka, poco más se puede decir. Por lo menos si no se quiere escribir miles de páginas sobre quien, el día después de su muerte, se mereció el que todos los habitantes de su país se detuvieran durante unos minutos, incluyendo al mismísimo emperador, para poder rendirle un respetuoso y merecido homenaje. He aquí la validez e importancia de su trabajo dentro de la sociedad en la que vivió.
Cartel de la exposición Osamu Tezuka -Manga Jumala.
Osamu Tezuka -Manga Jumala (El dios del manga) estará abierta hasta el día cinco de enero del próximo año 2020 en la ciudad de Tampere. Si quieren obtener más información sobre los horarios, precios de las entradas y la posibilidad de tener una visita guiada, les recomiendo que visiten la página web del museo https://www.tampereentaidemuseo.fi/
Termino estas líneas dándole las gracias a la comisaria de la exposición, Virpi Nikkari, por el tiempo que me dispensó cuando acudí a visitar la exposición y por el material aportado para luego poder realizar mi trabajo.
Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.
0