LONDRES, 5 (Especial para EUROPA PRESS, Eva Martínez Millán)
La campaña electoral llega a su fin en Reino Unido con la misma incertidumbre con la que arrancó, mañana es el turno de los electores de decantarse entre la continuidad de unos laboristas que, de mantenerse en el poder, lograrían el hito del cuarto mandato, o apostar por una alternancia que, según las encuestas, estaría capitaneada por el conservador David Cameron. La única certeza que apuntan los sondeos es la falta de mayorías absolutas, un escenario que reforzaría el papel de los liberaldemócratas no sólo para decidir el inquilino de Downing Street, sino la estabilidad de un Gobierno que tendrá que hacer frente al mayor agujero presupuestario de la historia británica.
Los líderes concluyeron ya las agendas, puesto que cada uno debe acudir a las respectivas circunscripciones a las que representan y en las que votarán mañana antes de regresar a Londres para seguir desde la capital el final de la jornada y el inicio del recuento de resultados. El primer ministro, Gordon Brown, que se estrena como cabeza de lista, al igual que sus rivales, partirá de Kirkaldy, en Escocia; el aspirante 'tory', de Witney; y el liberaldemócrata, Nick Clegg, de Sheffield.
Los colegios electorales abren a las 7.00 horas (una más en la península Ibérica) y permanecerán ininterrumpidamente habilitados 15 horas, de modo que no será hasta a partir de las 22.00 horas cuando se podrán a dar a conocer las primeras estimaciones de voto. No obstante, en algunas circunscripciones, especialmente en Escocia e Irlanda del Norte, el recuento no empieza hasta el día siguiente. Además, en esta ocasión se suma la coincidencia de la cita con las locales que se celebran en parte del país.
En cualquier caso, debido a lo ajustado de las previsiones, es improbable que el nuevo reequilibrio de fuerzas en Westminster se concrete hasta primeras horas del viernes, según expertos consultados en torno a las 3.00 o 4.00 horas (hora local), y ni siquiera parece que el mapa político definitivo que deje este 6 de mayo vaya a garantizar que los ciudadanos conozcan antes del fin de semana quién será su próximo primer ministro.
De confirmarse las estimaciones que apuntan las encuestas, las urnas darían paso a una nueva fase de negociaciones, una práctica apenas empleada en Reino Unido en las últimas décadas, puesto que el precedente más reciente de un Legislativo sin mayorías data de febrero 1974. Por entonces, la inestabilidad derivada de la debilidad del Ejecutivo motivó una nueva convocatoria electoral en otoño de ese mismo año. Un desenlace alertado en esta ocasión por los dos principales partidos, frente a la “oportunidad” que la, de momento, tercera fuerza, detecta en un panorama que obligue a los grupos políticos a debatir.
FIN DE CAMPAÑA
En este panorama los partidos apostaron este miércoles por no arriesgar. Los tres se agarraron a su manual de campaña para poner punto y final a la carrera más larga e intentar, sobre todo, llegar hasta la cesta de indecisos en la que, según revelan los estudios demoscópicos, recaerá parte de la responsabilidad del color de la próxima Administración. Aparte, la capacidad de influencia que otorguen a cada partido influirá en la duración del nuevo mandato, si bien la complicada situación económica del país podría influir en el apetito por otra cita con las urnas en el corto plazo.
De hecho, en el cierre de la campaña, éste volvió a ser el argumento de cabecera de Gordon Brown. Tras cuatro complicadas semanas, en las que vio cómo las técnicas de sus estrategas por reivindicar su imagen quedaban por detrás de la telegenia y dominio de las nuevas formas de comunicación de sus contrincantes, el 'premier' insistió esta jornada en que no se trata de popularidad y que sólo él puede garantizar la vuelta a la normalidad de una economía que acaba de superar la recesión más prolongada desde que existen los registros.
Cameron, por su parte, reiteró la necesidad de cambio y de poner fin a un proyecto que consideró agotado. Tras experimentar a principio de semana un notable repunte en los sondeos, en las últimas horas ha visto cómo los laboristas recuperaban ligeramente un fuelle que, dado el peculiar modelo electoral, les permitiría competir en número de escaños, a pesar de quedar a más de cinco puntos en apoyo popular de los conservadores. De lo contrario, éstos aspiran a gobernar en minoría, con apoyos puntuales que ya se habrían trabajado con grupos minoritarios como los unionistas del Ulster.
La 'Encuesta de encuestas', que hace una media entre todos los estudios demoscópicos, otorga a los de Gordon Brown 272 escaños, dos más que los que lograrían los 'tories'. No obstante, éstos se llevarían un 35 por ciento de las papeletas, por el 29 por ciento que recabaría el Laborismo. Los liberal-demócratas, por su parte, quedarían como en la misma tercera posición que habían venido ocupando a lo largo de esta legislatura y, con un 27 por ciento de los votos, se harían con 79 escaños, 17 más que los que tienen actualmente.
Una posición que, en cualquier caso, sigue beneficiando a un Nick Clegg que, además de continuar desmarcándose de las dos opciones tradicionales, recuperó este miércoles su mensaje de que la del 6 de mayo es una oportunidad inédita “en una generación” para cambiar el sistema. Aunque sólo Gordon Brown o David Cameron tienen posibilidades de pasar el verano en Downing Street, es el líder liberal-demócrata quien podría tener la clave para sentenciar su futuro. El que no sea primer ministro, probablemente tampoco continúe al frente de los suyos en los próximos meses.
CLAVES
La clave de esta aparente incongruencia está en las particularidades del sistema británico, donde la representación parlamentaria responde a un diputado por circunscripción. En consecuencia, el poder corresponde al grupo que obtiene más escaños, una ecuación que no tiene por qué equivaler al porcentaje de apoyo popular y que, de cumplirse, podría poner al Laborismo en una complicada conyuntura en la que el descabezamiento del líder podría ser el precio por mantener el poder.
Precisamente éste es uno de los objetivos del voto útil que, hasta ayer, no se había materializado como una llamada real para privar a David Cameron del número 10. Como explicación, valga la traducción de los resultados de 2005. Cada asiento en los Comunes le costó al Laborismo 27.000 votos, a los 'tories' 44.000 y a la tercera fuerza, hasta 97.000. Aunque este año las circunscripciones han cambiado y se han ampliado en cuatro, hasta las 650, la aritmética electoral continúa penalizando a la oposición, que necesita más papeletas para mejorar su representación en el Parlamento.
Los cálculos, en este caso, están, además de a expensas de la cesta de indecisos, del papel fundamental, no ignorado por los partidos, jugado por las consideradas circunscripciones marginales, unas 100, en las que estaría la llave para el color político del próximo Ejecutivo. Hasta un tercio de los votantes en estas plazas determinantes tampoco sabrían aún por quién apostar y los que lo han decidido otorgan un empate técnico a conservadores y laboristas, con un 36 por ciento.