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La crisis económica y Bush le cuestan la presidencia a John McCain

El republicano John McCain perdió la presidencia de EEUU por la crisis financiera y el descontento mayoritario con George W. Bush, según los expertos.

Desde el principio, McCain remaba contra corriente, pues éste era un año para los demócratas.

Los problemas económicos siempre perjudican al partido que ostenta la Casa Blanca. Bill Clinton, por ejemplo, arrebató la presidencia a George Bush padre en 1992 por una desaceleración que ya terminaba para el día en que los estadounidenses fueron a las urnas.

Ahora, la situación es más grave, pues la contracción económica acaba de comenzar, a juicio de los analistas.

La mayoría de los votantes citaron la economía como su principal preocupación, según las encuestas realizadas el martes a pie de urna.

“Una crisis financiera tan cerca de la elección ha sido un golpe muy fuerte para McCain”, dijo John Fortier, un experto del American Enterprise Institute, un centro de análisis conservador.

McCain no convenció a los estadounidenses de que su experiencia, mucho más vasta que la de Obama, le daba la mano segura para guiar el país por el campo minado de la incertidumbre económica.

De hecho, está vinculado a la visión republicana del Gobierno como un obstáculo al crecimiento y del libre mercado como el motor que, eliminados los frenos, tiraría del país con ahínco.

Esta es una visión desprestigiada, ya que actualmente es difícil encontrar a un analista que no cite la falta de supervisión como una de las causas del desaguisado.

“Ha habido una amplia tradición de desregulación. Ha sido un legado de los últimos ocho años”, dijo Theodore Moran, catedrático de finanzas de la Universidad de Georgetown.

Ese legado no es de McCain, sino de Bush, pero pasó factura al senador de Arizona.

A juicio de Gary Jacobson, profesor de la Universidad de California en San Diego, “la razón fundamental de la derrota de McCain es George W. Bush”.

Un 72% de los estadounidenses están insatisfechos con el trabajo del presidente, el mayor nivel de rechazo a un mandatario desde que se iniciaron los registros en la década de 1930.

McCain huyó de cualquier acto conjunto con el presidente, pero Obama lo ligó de forma incesante a su rival con Bush.

El problema no era sólo Bush, sino el partido republicano en general, cuya reputación está por los suelos, según reconoció Fortier.

McCain era quizá el hombre perfecto para su partido en esta coyuntura, en vista de su historial de trabajo con los demócratas para sacar adelante proyectos de ley centristas y su falta de reparos a la hora de enfrentarse a su partido.

Pero en la campaña caminó sobre una cuerda floja, pues debía ganar el apoyo de la base conservadora, al tiempo que seducía a los votantes de centro.

Consiguió lo primero, con el apoyo a las rebajas tributarias impulsadas por Bush -contra las que él votó como senador- y la elección de la gobernadora Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia.

Sin embargo, su giro a la derecha le alejó de los votantes moderados, según Jacobson.

La elección de Palin fue una de las apuestas que McCain tuvo que hacer para cambiar el ritmo de la campaña.

Cruzada contra la corrupción, impecable defensora de los valores tradicionales y atractiva, la gobernadora de Alaska le dio un empujón inicial.

No obstante, con el tiempo se convirtió en un lastre para él, según las encuestas, por las dudas sobre su capacidad para convertirse en presidenta, si fuera necesario.

La marea contra los republicanos también se plasmó en los dólares recaudados. Obama recibió más de 600 millones entre enero y septiembre, y McCain sólo la mitad.

Eso permitió al candidato demócrata inundar con sus anuncios las televisiones de los estados en liza.

Obama llevó a cabo una campaña eficiente y “se mostró calmado frente a los ataques” republicanos, según Alan Lichtman, profesor de política en American University.