La Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático alcanzó este sábado un acuerdo final, después de que Estados Unidos cediera en el último instante, lo que permite empezar a negociar el año próximo un pacto más ambicioso que el Protocolo de Kioto.
El momento culminante de doce días de reuniones se produjo este sábado, cuando la subsecretaria norteamericana de Estado para la Democracia y los Asuntos Globales, Paula Dobriansky, aseguró: “Nos unimos al consenso”.
Tras una tensa y maratoniana negociación, que obligó a prolongar un día más el desenlace de la reunión, una gran ovación de todos los delegados presentes saludó el martillazo descargado con satisfacción sobre la mesa, para dar fe del compromiso, por el presidente de la reunión, el ministro indonesio de Medio Ambiente, Rachmat Witoelar.
La posición de la delegación estadounidense, encabezada por Dobriansky, mantuvo en suspense el resultado de la conferencia hasta el último suspiro, por su firme negativa a asumir compromisos puntuales.
Sin embargo, y ante la presión de la sala, Dobriansky optó finalmente por desbloquear los debates y posibilitó el acuerdo que reclamaba el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien regresó este sábado a Bali desde Timor Oriental para salvar el pacto.
Un casi desesperado Ban emplazó a los delegados a lograr un consenso “por el bien de la Humanidad”, una iniciativa en la que fue respaldado por el presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, quien apeló al sentido de la responsabilidad de los presentes para superar las diferencias.
EEUU aceptó al final que el texto contenga de forma expresa que los países industrializados transferirán tecnología a los emergentes para ayudarles a luchar contra el calentamiento global, como exigía el llamado G-77 más China, que aglutina a 132 países en desarrollo.
A cambio, este grupo se compromete a llevar a cabo medidas para rebajar sus niveles de dióxido de carbono de una forma que sean controlables y verificables.
El documento alcanzado también incluye una referencia, aunque indirecta y no obligatoria, a la necesidad de que los países industrializados reduzcan sus emisiones de gases contaminantes entre el 25 y el 40%, respecto a los niveles de 1990, para el año 2020.
La Unión Europea (UE) y otros países trataron que la medida fuera vinculante, pero al final quedó como una nota a pie de página atribuida a los expertos del Panel Intergubernamental sobre del Cambio Climático de la ONU.
Oposición de Estados Unidos, Canadá y Japón
La UE ha mantenido durante dos semanas su posición de firmeza para que el acuerdo recogiera de una forma clara que las naciones industrializados se comprometen a reducir sus emisiones de dióxido de carbono y siempre apostó por que el texto incorporara esta horquilla.
Estados Unidos, Canadá y Japón se han opuesto a esos compromisos por considerarlos prescindibles y que podían condicionar las futuras conversaciones.
La Hoja de Ruta de Bali, llamada así porque encauzará las negociaciones que comenzarán el año próximo y que concluirán en Copenhague en 2009, también contempla la transferencia de tecnología “verde” a las naciones emergentes, así como ayudas para paliar los efectos del cambio climático y “recompensas” por la protección y conservación de bosques y junglas.
La deforestación es responsable del 20 por ciento de los gases causantes del efecto invernadero, porque los árboles talados desprenden a la atmósfera todo el carbono que almacenan, que viene a representar el 50% de su composición.
Los representantes de 190 países, todos aquellos miembros de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, han conseguido en Bali un acuerdo histórico porque, aparte de los compromisos citados, reintegra a Estados Unidos a la corriente general contra el calentamiento del planeta y consigue que, por primera vez, China y la India acepten que tienen que controlar sus emisiones.
Pero la Hoja de Ruta de Bali, como su propio nombre indica, es sólo el comienzo de un viaje cuya siguiente etapa comenzará en el 2008.