Israel ha declarado el cierre hermético de los territorios de Cisjordania y Gaza durante el fin de semana por temor a atentados palestinos tras la matanza de Beit Hanún. El Ejército israelí informó en un comunicado de que el cierre fue impuesto al amanecer y no se permite la entrada de palestinos de esas dos regiones al territorio de Israel.
El comunicado aclara que las fronteras sólo estarán abiertas al paso de casos humanitarios aprobados por la Oficina de Coordinación y Enlace del Ejército, y a unos 7.000 palestinos que tienen autorización para trabajar en Israel o por motivos religiosos.
Se trata de 1.300 trabajadores del sistema sanitario, unos 3.000 trabajadores dedicados a la recogida de la aceituna, 550 maestros y 900 clérigos cristianos y musulmanes, además de acompañantes de casos humanitarios.
Igualmente “permanecen abiertos los pasos fronterizos de Karni, Erez, Sufa, Nahal Oz y Kerem Shalom”, todos ellos con Gaza, para el abastecimiento de mercancías.
El estado de alerta máxima en Israel fue declarado después de que el miércoles 18 civiles palestinos murieran en un bombardeo erróneo del Ejército israelí en el norte de Gaza.
Según la investigación preliminar, siete proyectiles de 155 milímetros alcanzaron varios edificios de viviendas en Beit Hanún, donde, entre las víctimas, hubo trece miembros de una misma familia.
El Ejército sostiene que el accidente se debió a una tarjeta electrónica defectuosa instalada en los sistemas de guía del cañón cinco días antes del bombardeo.
La tarjeta alimentó el sistema de la pieza de artillería con las coordenadas erróneas, lo que provocó el desvío de siete proyectiles hacia las viviendas civiles, a unos 500 metros del bosque que querían bombardear.
Después del bombardeo, distintas organizaciones armadas palestinas amenazaron con reanudar los atentados suicidas en Israel, lo que llevó a su Gobierno y al Ejército a declarar la alerta máxima.
Este viernes, la policía concentraba sus esfuerzos en la parte oriental de Jerusalén este, donde residen unos 200.000 palestinos, y foco de tensión en el pasado por el efecto devastador que suele tener cualquier protesta en el que es el tercer lugar más sagrado para el Islam, la mezquita de Al-Aksa.
Miles de agentes rodearon al amanecer la ciudad antigua de Jerusalén para restringir el acceso a la Explanada de las Mezquitas a mayores de 45 años y con tarjeta de identidad israelí.
Como resultado, sólo unas 10.000 personas han podido acceder a los rezos en la Explanada.
El dispositivo de seguridad israelí ha estado dirigido in situ, y de forma excepcional, por el ministro de Seguridad Interior, Avi Dichter, y por el jefe de la Policía, Moshé Karadi, conscientes ambos de la necesidad de relajar la tensión en la zona.
El jueves, en la ciudadela, varios cientos de palestinas se manifestaron desde Al-Aksa hasta la comisaría del Muro de las Lamentaciones, así como junto a la Puerta de las Flores y, ya fuera de las murallas, en las calles Saladino y Sultán Suleimán.
La Policía cerró este viernes todas las calles alrededor de la ciudad amurallada para impedir la entrada de vehículos y que los manifestantes trasladaran las protestas a los lugares santos en el interior.
Por el momento no se ha informado de disturbios en la zona, que es vigilada desde el aire con un globo aerostático dotado de potentes cámaras de seguridad y con un circuito cerrado de televisión que envía la señal de lo que ocurre en cada calle a una comisaría en el interior de la Ciudad Vieja.
En la mañana de este viernes fuentes de los servicios de seguridad dijeron que tienen en su poder más de ochenta amenazas de atentado, una decena de ellas concretas, argumento con el que justificaban el cierre de fronteras.