Cuatro convidados a una mesa. Uno de piedra. Otro anfitrión. Varios que sin tampoco mucho querer aconsejan por fuera, por seguir demostrando que queda mucho por evolucionar. En la mesa: Mauritania, Frente Polisario, Marruecos y Argelia. De piedra, sólo Mauritania. Evocando al romanticismo tardío, el Frente Polisario. De galán despechado: Marruecos. Y como sultán de la arena y el desierto: Argelia. El decorado lo pone Naciones Unidas. Lo malo de esta superproducción es que no hay final.
Los cuatro actores permanecen a estas horas en Viena. Además, están acompañados por Christopher Ross, pieza clave en el asunto, pues sin él en la mesa, no existiría. ¿Qué buscan? Una solución para un conflicto que data de 1975 y mantiene a entre 50.000 y 200.000 personas [según quién las cuente] aislados en el desierto del Sahara en condiciones infrahumanas.
Con los argumentos sobre la mesa, y a pesar de que queda mucha necogiación, la solución se antoja imposible. Marruecos reclama un Sahara marroquí y el Frente Polisario pide un referéndum para acreditar la soberanía del Sahara Occidental. Naciones Unidas arbitra el partido y ha propuesto un empate: Unas elecciones en el Sahara Occidental y que de ahí, salga una voz que diga cual es el destino de aquella tierra. El Frente se lo piensa, pero acepta. Tiene ciertas garantías. Marruecos ni se lo piensa, sabe que puede ser el canal por dónde se desangre un país con una economía creciente. No quiere baches, ni alteraciones, ni una modificación en la línea de ruta. Su apuesta es clara: Más autonomía.
Argelia observa desde la distancia pero con toda la intención. Tiene su favorito. Es la nación más poderosa en la actualidad de las allí presente. Sus reservas de petróleo han elevado su statu quo internacional y tiene un peso considerable. El Estados Unidos del primer presidente negro, [Barack Obama] le ha guiñado el ojo y ahora andan de luna de miel.
Mauritania tiene poco que decir, apenas aprende a hablar aún. Un mes escaso del nuevo gobierno y turbulencias recientes que han denostado su crecimiento. Eso sí, entre sus primeras palabras se ha escuchado Marruecos.
Así las cosas, parece que el final de esta superproducción nacida en el Sahara tiene un final distante. Un final que podría estar más cerca tras las negociaciones, que, por cierto, para la mayoría de los analistas internacionales consultados les parece harto complicado. El problema, en este caso, lo tiene Marruecos, que no apoya la intención de Naciones Unidas.