Los miembros de una secta apocalíptica rusa esperan en una catacumba la llegada del fin del mundo, que debería ocurrir en mayo de 2008, y amenazan con inmolarse si alguien intenta impedir su encierro.
“En mayo me uniré a ellos y juntos esperaremos la llegada del Anticristo”, respondió Piotr Kuznetsov, líder de la secta, a los funcionarios de la Fiscalía de la región de Penza (500 kilómetros al sudeste de Moscú) que le interrogaron.
Kuznetsov, un ingeniero de 43 años al que hace varios años le fue diagnosticada una esquizofrenia tras proclamar públicamente que era un profeta, ha sido detenido por la policía y podría ser condenado a tres años de cárcel.
“Moriremos todos, pero en la otra vida seremos jueces. Os juzgaremos por vuestros actos”, añadió Kuznetsov, al que acusan de “lavar el cerebro” a sus fieles.
Desde hace varias semanas 29 personas, incluidos cuatro niños -uno de un año y medio-, se encuentran refugiadas en una catacumba, que ellas mismas cavaron tres metros bajo tierra.
En el habitáculo subterráneo han hecho acopio de víveres, agua y varias bombonas de gas y bidones de gasolina, suficientes para resistir hasta mayo de 2008, cuando debería tener lugar la Apocalipsis.
Las autoridades locales han intentado infructuosamente persuadirles para que abandonen su búnker, pero éstos responden que se “prenderán fuego” si alguien intenta descender a su refugio antes de que llegue el juicio final.
“¡Déjennos en paz!”
“¡Déjennos en paz!”, gritan por los seis agujeros de ventilación de los que dispone la catacumba.
En un primer momento, el supuesto Anticristo debería hacer acto de aparición en marzo de 2008, pero Kuznetsov cambió la fecha debido a su coincidencia con las elecciones presidenciales.
Según la prensa rusa, “padre Piotr”, como se gusta llamar, temía que la gente vinculara la elección del nuevo líder ruso con la llegada del Anticristo.
La temperatura en la cueva llega a descender durante la noche hasta los cero grados, por lo que las autoridades temen por el bienestar de los niños ahora que asoma el invierno.
En cambio, los miembros de la secta, autoproclamada “la auténtica Iglesia Ortodoxa Rusa”, e integrada en su mayoría por mujeres -varias procedentes de Bielorrusia y Ucrania-, insisten en que la catacumba es “confortable”.
Disponen de habitaciones separadas para hombres y mujeres, cocina, un pozo y un improvisado cuarto de baño.
Las autoridades definen al grupo como “una secta ortodoxa radical y apocalíptica”, cuyos miembros hasta hace unas semanas vivían en varias casas de madera sin televisión ni teléfono, informó la agencia Interfax.
El caso ha adquirido resonancia nacional y el ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia ha enviado a la zona un equipo integrado por psicólogos y médicos.
“La postura del Gobierno es proseguir las negociaciones con los miembros de la secta y persuadirles para que cambien de planes”, señaló Yevgeni Gusenov, jefe del departamento de Interior de Penza.
Las autoridades quieren que Kuznetsov persuada a sus pupilos para que dejen en libertad a los niños y, por el momento, las fuerzas de seguridad descartan el recurso a la fuerza ante el temor de que los adultos cumplan con lo prometido y se prendan fuego “a lo bonzo”.
Las autoridades han almacenado reservas de alimentos y medicinas en un casa de madera aledaña en caso de que a los miembros de la secta se les agoten los víveres.
Ante la gran atención mediática que ha originado este caso, las autoridades tomaron la decisión el domingo de prohibir la presencia de reporteros en el pueblo de Nikólskoye donde se encuentra la catacumba.
Las autoridades bielorrusas informaron de que Kuznetsov fue deportado en abril pasado tras ser detenido “en posesión de literatura prohibida” y ser acusado de “actividades misioneras ilegales”.
Precisamente, en la región bielorrusa de Brest, limítrofe con Polonia, vivía una de las mujeres que se encuentran en la catacumba junto a sus tres hijos.
Sin rastro
“Destruyeron sus documentos de identidad” para no dejar rastro, informó un portavoz del ministerio de Interior local.
Algunos expertos han aconsejado a los autoridades que actúen con cautela, ya que los miembros de la secta podrían “cometer un suicidio colectivo” si sienten que las fuerzas de seguridad planean asaltar el refugio.
Así ocurrió en marzo de 2000 cuando más de un centenar de miembros de la secta religiosa apocalíptica Restauración de Los Diez Mandamientos de Dios se inmolaron en Uganda en un ritual masivo tras encerrarse en una iglesia e incendiarla.
Según la Asociación de Centros de Estudio de Religiones y Sectas, en Rusia existen en torno a 80 sectas y cultos con entre 600.000 y 800.000 miembros, en su mayoría surgidas tras la desintegración de la URSS aprovechando el vacío ideológico y espiritual dejado por la caída del Comunismo.