Los islamistas moderados del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, lograron este domingo convencer al electorado para gobernar por otros cuatro años, pese a los temores infundidos por oposición y Ejército sobre la “amenaza islamista”.
El simbólico pañuelo de cabeza de la esposa del ministro de Asuntos Exteriores, Abdullah Gül, candidato del gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) a presidente de la República la pasada primavera, fue interpretado por la oposición laica como un paso más hacia una islamización indeseada por amplios sectores de la población.
Erdogan, el avezado político y ex alcalde de Estambul (1994-1998) no sólo tuvo que retirar el candidato, sino que abrió la caja de los truenos en una sociedad repleta de contradicciones y paradojas, que ningún político, por astuto que sea, puede armonizar en un plazo tan breve como es un período gubernamental de cuatro años y medio.
Pero obviando la vertiente religiosa, el electorado ha premiado hoy en las urnas la gestión económica del Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP), con un rápido crecimiento económico, una moneda estabilizada -a la que se restó seis ceros- y una inflación controlada en comparación con cifras pasadas.
Por el contrario, esta formación fracasó en la lucha contra el desempleo, que se mantiene tenazmente alto -oficialmente entorno al 10%- y el proceso de privatización lanzado por Erdogan ha sido, cuanto menos, controvertido, al vender sectores estratégicos como los de comunicaciones e industria petroquímica.
También se ha reprochado a Erdogan su excesivo liberalismo en la entrada de capital procedente de países extranjeros en las inversiones nacionales.
Pese al amplio apoyo popular para gobernar en solitario, con casi el 47% de los votos, Erdogan deberá buscar en el futuro un consenso más amplio en las cuestiones sometidas al Parlamento.
Para cualquier enmienda constitucional se necesitan dos tercios de la cámara ó 367 diputados, menos que los cerca de 340 que recibirá el AKP, si no hay cambios de última hora en el reparto de fuerzas políticas, una vez concluido el escrutinio oficial.
Referendo en octubre
Queda pendiente un referendo, previsto para octubre, sobre un paquete de reformas constitucionales que contempla, entre otras cosas, la elección por sufragio universal directo del Presidente de la República, sistema que sustituiría a la actual votación parlamentaria.
El político de 53 años deberá también abordar el acuciante quebradero de cabeza que le proporcionan los kurdos, ante todo los guerrilleros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que actúan desde el norte de Irak, y prometió que este conflicto será uno de los primeros que ocupará al nuevo Parlamento.
Las negociaciones de adhesión a la Unión Europea también necesitarán un espaldarazo en la nueva legislatura, tras su paralización en diciembre por la negativa turca a abrir sus puertos y aeropuertos a la República de Chipre, con la que mantiene un contencioso acerca de la división de la isla.
Tambien la oposición deberá hacer las cuentas tras los malos resultados de las elecciones.
El Partido Republicano del Pueblo (CHP), liderado por Deniz Baykal, se había erigido como la alternativa del gubernamental AKP, pero la acentuación de su mensaje nacionalista y laico frente a los islamistas moderados, en lugar de centrarse en sus propuestas sociales, no le reportó los votos esperados y apenas mejoró tan sólo un punto porcentual sus resultados de 2002, hasta el 21%.
Baykal, quien ha conducido al CHP desde 1992 y no ha conseguido triunfar ni en una sola elección a la que se ha presentado, deberá replantearse su posición y la renovación del partido.
Quien sí se benefició del nacionalismo creciente fue el ultraderechista Partido de Acción Nacionalista (MHP), encabezado por Devlet Bahçeli, que vuelve a la Gran Asamblea Nacional de Turquía tras una legislatura sin representación parlamentaria.
De hecho, estos nacionalistas a ultranza pasaron del 8,3% al 14,4% de los votos en las elecciones de este domingo.
Pero la suma de los escaños de ambos partidos no es suficiente para arrebatarle el gobierno al AKP, como muchos habían planeado.
La primera víctima de las elecciones fue el líder del Partido Democrático (DP), Mehmet Agar, quien presentó su dimisión con algo más de la mitad de los votos escrutados por el descalabro sufrido en las urnas.
El DP, heredero del histórico Partido de la Justa Vía (DYP), acusó su fallido intento de alianza con el Partido de la Madre Patria (ANAP), algo que parece condenar a ambos partidos a la desaparición.
Tras los desastrosos gobiernos de coalición de los años noventa, los turcos han optado en las elecciones de 2002 y 2007 por gobiernos monocolores que garanticen una mejor estabilidad.