Son como niños
“Hay que acabar con la corrupción socialista”. El otro día, como tantos otros a las ocho de la mañana, una hora menos en Canarias, la radio/despertador me metió a la SER en la cama. Consumía yo, en la forma acostumbrada, las dosis de estiramientos y bostezos de ordenanza y comenzaba a irritarme la voz chillona, grabada en un acto político pepero. Llegó un momento en que no pude aguantar la trémula indignación con la que proclamó que la corrupción a erradicar era la socialista, en lo que se mostraba comprensivo con las del PP cosa del pasado y de iniciativas individuales aisladas no “del PP” sino urdidas “contra el PP, si bien concedía la posibilidad de que fueran simples errores. Eso a pesar de la evidencia del saqueo sin precedentes del país con implicaciones de altos cargos peperos con actuaciones que responden a un ”protocolo“ establecido para llevárselo crudo. Los tribunales han señalado las responsabilidades del PP como organización que los peperos niegan como si los demás no tuviéramos ojos en la cara y ellos respetaran, como dicen, las resoluciones judiciales: menos ésta, de la que han llegado a negar su existencia.
Vaya por delante que a nadie le parece mal que un partido de Gobierno, como el PP, llame a acabar con la corrupción venga de donde venga, sea del PSOE o de los Templarios; pero manda huevos que el PP, precisamente, se rasgue las vestiduras de esa forma, al precio que están las telas. Además de desvergüenza, denotan los populares un absoluto desprecio del buen sentido del ciudadanaje al que pretende engañar. Es una muestra más de la desconsideración y el desprecio de esta derecha atrasada a la que conviene diferenciar de la otra derecha culta y democrática. Por un momento, llegué a pensar que Ciudadanos, el partido de Rivera, provenía de esos círculos que vieron venir el naufragio de Rajoy. Tremendo error pues se ha visto que Rivera y sus mujeres y hombres de confianza se empeñan en recrear el mito del enfrentamiento de las dos Españas con un enfrentamiento en condiciones como las que tan bien han servido al reaccionarismo español. Si no, fíjense en que la España de Rivera comienza por rechazar y no “ajuntarse” con autonomistas y nada les digo de separatistas. Y lo hace en unos términos que excluyen cualquier posibilidad no ya de entendimiento y comprensión. Por no extenderme demasiado recuerden, el supuesto escupitajo que le lanzara al ministro Borrrell el diputado Jordi Salvador, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC).
Como se ha informado, el único que vio revolotear el pollo hasta el extremo de llegó admitirse la posibilidad de que el lapo no llegara a formarse en la distinguida garganta de dicho diputado que no pasó del mero regurgitar sin entrar, ni salir, en la intención final de Salvador pues no puedo poder descartar ni su mala intención ni que, enrealidad, tuviera el diputado catalán un acceso de carraspera al pasar ante Borrell y tratar de darle las buenas tardes. Recuerden que, por citar un caso conocido, a Lorenzo Olarte se le desrizaba el pelo cuando se cruzaba con él por los pasillos. Recuérdese que Borrel quiso aplicarle a Canarias el 155 por los días en que Olarte afirmaba que Madrid iba a enterarse de lo que vale un peine. Pero a lo que iba: el escupitajo que nadie vio le sirvió a Rivera para afirmar que Sánchez escupe a diario a todos los españoles. Mientras, su socio y sin embargo rival, el masterizado (que no pasterizado) Casado, acusa al presidente de no salir a defender a su ministro, comentario que completa Maíllo, introduciendo la sospecha de que el silencio se debe a que el socialista le debe la presidencia, justamente a Rufián, también diputado de ERC. Son como niños.
“Hay que acabar con la corrupción socialista”. El otro día, como tantos otros a las ocho de la mañana, una hora menos en Canarias, la radio/despertador me metió a la SER en la cama. Consumía yo, en la forma acostumbrada, las dosis de estiramientos y bostezos de ordenanza y comenzaba a irritarme la voz chillona, grabada en un acto político pepero. Llegó un momento en que no pude aguantar la trémula indignación con la que proclamó que la corrupción a erradicar era la socialista, en lo que se mostraba comprensivo con las del PP cosa del pasado y de iniciativas individuales aisladas no “del PP” sino urdidas “contra el PP, si bien concedía la posibilidad de que fueran simples errores. Eso a pesar de la evidencia del saqueo sin precedentes del país con implicaciones de altos cargos peperos con actuaciones que responden a un ”protocolo“ establecido para llevárselo crudo. Los tribunales han señalado las responsabilidades del PP como organización que los peperos niegan como si los demás no tuviéramos ojos en la cara y ellos respetaran, como dicen, las resoluciones judiciales: menos ésta, de la que han llegado a negar su existencia.
Vaya por delante que a nadie le parece mal que un partido de Gobierno, como el PP, llame a acabar con la corrupción venga de donde venga, sea del PSOE o de los Templarios; pero manda huevos que el PP, precisamente, se rasgue las vestiduras de esa forma, al precio que están las telas. Además de desvergüenza, denotan los populares un absoluto desprecio del buen sentido del ciudadanaje al que pretende engañar. Es una muestra más de la desconsideración y el desprecio de esta derecha atrasada a la que conviene diferenciar de la otra derecha culta y democrática. Por un momento, llegué a pensar que Ciudadanos, el partido de Rivera, provenía de esos círculos que vieron venir el naufragio de Rajoy. Tremendo error pues se ha visto que Rivera y sus mujeres y hombres de confianza se empeñan en recrear el mito del enfrentamiento de las dos Españas con un enfrentamiento en condiciones como las que tan bien han servido al reaccionarismo español. Si no, fíjense en que la España de Rivera comienza por rechazar y no “ajuntarse” con autonomistas y nada les digo de separatistas. Y lo hace en unos términos que excluyen cualquier posibilidad no ya de entendimiento y comprensión. Por no extenderme demasiado recuerden, el supuesto escupitajo que le lanzara al ministro Borrrell el diputado Jordi Salvador, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC).