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Radicales, extremistas y demás ralea

Mucho han apelado los peperos durante la campaña electoral al sentido común, con lo que confirmó la sospecha de que no es el más común de los sentidos. Aunque tenga sentido, no común desde luego, que después de una legislatura culpando a Zapatero de la crisis mundial y de utilizar su legado para justificar su cruel política, arremetiera Rajoy contra Pedro Sánchez cargándole de antemano los desastres que puedan producirse en los cinco meses que nos separan de las próximas generales. Dan los peperos la sensación de no soportar que los priven de sillones y escaños que consideran suyos por derecho divino. La actitud de algunos de los desplazados, negados a entregar personalmente la vara de alcalde a su sucesor, dice bastante de esa arrogancia herida. Y me parece justo anotar que el ex alcalde de Las Palmas, Juan José Cardona, no sólo asistió a la toma de posesión de Augusto Hidalgo, su sucesor, sino que lo felicitó y hasta le deseó suerte: un gesto cortés, de aceptación de las reglas de juego y si me apuran de valentía teniendo sobre su cabeza un personaje de la catadura de José Manuel Soria y su panoplia de rayos jupiterinos.

No sé si ustedes lo han notado, pero siempre que los peperos pierden, reaccionan como si les hubieran robado algo. Y subrayo que el PP perdió las elecciones no porque niegue que fue la fuerza más votada, que lo fue, sino porque la ley permite a los demás grupos sumar sus resultados y configurar mayorías que superen los resultados del partido más votado. Cabe, desde luego, la discusión de si es justo, injusto, medio pensionista o cosa del Diablo, si debería o no modificarse, aunque dando por sentado que se trata de una práctica legal; que, por cierto, también le ha servido al PP para hacerse con el poder allí donde ha podido cerrar pactos con otras fuerzas. No les haré el listado pues se trata de información de fácil acceso, aunque sí reseñaré, en la parte que nos toca, el acuerdo PP-CC para impedirle a Juan Fernando López Aguilar acceder a la presidencia de Canarias; a pesar de que el PSOE fue en aquella ocasión el partido más votado, con diferencia. Que no se rasguen las vestiduras, pues.

Extremismo constitucional

Rajoy, recuerden, adoptó una actitud que podría calificarse de tolerante cuando el 15-M. Miles de personas se echaron a la calle y parece que el hombre no perdió entonces el oremus que acaba de extraviársele. Seguramente no le inquietó el grito de “no nos representan” dirigido al conjunto de la clase política y le tranquilizaría aún más el declarado propósito de los portavoces de la movida de no organizarse como partido convencional y practicar el asamblearismo puro y duro que tanto nos entretuvo en nuestros tiempos mozos. Se equivocó Rajoy al pensar que aquello fue un desahogo ocasional que se disolvería como un azucarillo. No contó con que hay gente mala atenta a la oportunidad de hacer daño y de la que surgió la idea de Podemos. Que tampoco le preocupó hasta que dio la campanada de las elecciones europeas, seguida, para más inri, de su decisión de constituirse en partido y concurrir a cuantas elecciones se les pusieran por delante. Eso ya era harina de otro costal y castigó la osadía alineando a la nueva formación con los “antisistema”. Algo chocante pues la decisión de participar en procesos electorales implica la aceptación de las reglas del sistema, su integración en él. No se explica esto, salvo que Rajoy considere que el sistema es el PP. Lo cierto es que, en lugar de alegrarse de que Podemos dejara extramuros el proyecto bolivariano-castrista, se lo tomó a la tremenda. La derecha siempre ha necesitado tener al Diablo enfrente, ya saben.

Ahora, después de las elecciones últimas, insisten los peperos en que Podemos y su entorno lo forman un hatajo de “extremistas radicales”; la política del miedo de toda la vida. Aunque sin desmerecer la parte que le corresponde a Podemos del susto que se llevó Rajoy en las elecciones, me da que la gran preocupación del presidente del Gobierno español es la mejor lectura que han hecho los socialistas de lo que ocurre. Creo que Pedro Sánchez busca el modo de poner al PSOE en su sitio. Tuvo sus reticencias, como si dudara de la conveniencia de soltarse del bracillo pepero, tan del gusto de más de un peso pesado del partido, pero por último dio un primer paso con las debidas cautelas. De su flexibilidad y de la de Podemos dependerá que el centro-izquierda y la izquierda ocupen su lugar, lo que será posible si funciona el invento que se traen entre manos, que el PP tratará de que fracase. De momento va a cumplirse la primera semana de las nuevas corporaciones sin que haya ocurrido nada irremediable. Ni siquiera lo fue la intervención de Rajoy ante la Ejecutiva nacional pepera del jueves pasado; de la que me quedé con su preocupación por los ciudadanos, pobrecitos míos, que están a merced de “esa gente”; lo que, traducido a romance, es la advertencia de que hará lo imposible para que se estrellen, como ya se está viendo en la estrambótica explotación del episodio de los twits del concejal de Madrid, Guillermo Zapata, y con la imputación a su compañera Rita Maestre. Todo ello con el adobo de la denuncia de un “frente anti PP”, formado por el PSOE y los radicales, sin plantearse siquiera que algo habrán hecho mal los peperos para que nadie quiera cuentas con ellos; salvo Ciudadanos con las debidas cautelas de chicos buenos y aseaditos: la operación más inteligente de la derecha española que recuerdo. Y que no por casualidad arranca de Cataluña y no de la meseta, pero esa es otra historia.

Y vuelvo con el extremismo de Podemos y de su entorno. No me parecen nada extremistas Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, ni el alcalde de Valencia, Joan Ribó, al que, por cierto, ya ha denunciado uno del PP por ir en bicicleta sin casco. Con olvido de que no es obligatorio el casco en zonas urbanas para los mayores. De momento, son los dos que llevo más vistos con el añadido, quizá, de Ada Colau que ha accedido a la alcaldía con normalidad y sin malas caras. En Cataluña tienen a Mas porque la felicidad perfecta no existe, pero hay diferencias entre la vida política barcelonesa y la madrileña tan dada a magnificar chorradas. Supongo que se deberá al seny y supongo que también a la irrelevancia allí del PP, qué quieren que les diga. Fíjense y comparen.

En cualquier caso, oculta el PP que incluso los extremistas que puedan haber llegado de Marte están sometidos a las leyes y que hay en las corporaciones funcionarios expertos que indican lo que puede o no pueden hacerse, recuerdan las limitaciones presupuestarias, etcétera. Sin duda, los programas llevan propuestas irrealizables o de difícil realización y toca a los políticos batallar para mejorar las leyes o reinterpretarlas, si fuera el caso, buscar fórmulas de financiación y lo que haga falta. Esto quizá lo desconozca el PP pues en los genes del partido están el autoritarismo y la soberbia que lleva a la adopción de decisiones ilegales, no necesariamente corruptas, para que arree el que venga detrás. Sin ir más lejos y a título de ejemplo, la cuestión de la Biblioteca del Estado en el parque San Telmo de Las Palmas y su derribo por sentencia judicial que no acaba de ejecutarse. Corresponde, pues, a los funcionarios bajar del guindo a los que lleguen demasiado subidos. Razón tenía aquel conserje del Ministerio de Industria que, ante un desplante del entonces ministro Gregorio López Bravo, le espetó lo de qué le pasa al interino éste.

Llama la atención, por otro lado, tras la lectura de los programas, que el fuerte de las propuestas heterodoxas sea la lisa y llana exigencia de que se respeten y desarrollen los derechos ciudadanos proclamados por la Constitución; como el derecho a un trabajo con retribución digna; a la salud y la educación; a la vivienda, a la igualdad en todos los sentidos, etcétera; además de las libertades públicas inseparables de la cultura democrática. Que consideren extremistas a quienes reivindican esas cosas da qué pensar; pero no creo necesario extenderme en este punto porque podría llevarme muy lejos, o sea, muy atrás.

Aunque, valgan verdades, tengo la sensación de que la gran preocupación pepera es la mejor lectura que han hecho los socialistas de la situación. Las veleidades neoliberales no le han sentado bien a la socialdemocracia europea e imagino que Pedro Sánchez está por la labor de reencontrar su sitio y necesita entenderse con la izquierda con tanta flexibilidad como la que necesita la izquierda, marcando los dos los puntos de encuentro y de sus respectivas autonomías. Juntos pero no revueltos. No sé si el invento funcionará pero, de momento, es evidente el desconcierto de Rajoy que el jueves, en la reunión del Comité Ejecutivo del PP, se soltó el pelo contra el secretario general del PSOE al que un par de días antes culpó del estrambótico episodio de los twits del concejal de Zapata. Contrasta la normalidad del resto del país con lo que ocurre en Madrid. Habrá que ver dónde está el extremismo.

Para radical, el PP

El término “radical” es uno de esos palabros que nunca se definen porque todo el mundo cree saber lo que significan así que, para no perderme, me atendré a la acepción pepera de que radical es lo peor que se puede ser. Resisto incluso la tentación de remontarme al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux y sus tremendos escándalos de corrupción para limitarme a asegurar que es precisamente la política del PP, durante la legislatura a punto de concluir, la más radical “lerrouxista” de las practicadas en lo que llevamos de democracia. Con corrupción incluida, claro. Si no es así, ya me explicarán cómo llamar a la vuelta de calcetín que le ha dado Rajoy al país que ha empobrecido a millones de españoles. De las clases medias y populares se entiende ya que por arriba, desde 2008 a esta fecha, se ha incrementado el número de millonarios nada menos que 50.000, un 40%. Un ritmo superior al del resto del mundo. Una crisis muy selectiva, pues.

Estos son los datos aportados esta misma semana por el informe que elaboran periódicamente Capgemini, multinacional de origen francés, y el Royal Bank of Canada. El informe se refiere a la riqueza en el mundo y confirma lo que ya sabíamos por otras fuentes: el preocupante aumento de la desigualdad económica en España que, por la marcha que lleva, igual desemboca en catástrofe social. Sobre todo porque la desigualdad no la provoca una simple política económica, que se cambia si no funciona: estamos ante un Gobierno marcado por una ideología, la neoliberal de Friedman y la escuela de Boston, que recomienda justo lo que Rajoy nos ha hecho. El Gobierno pepero ha seguido las recetas de Friedman hasta en la rapidez con que ha aplicado sus medidas para no darle tiempo a los afectados de hacerse cargo y reaccionar. Por eso, para cogernos con los calzones en los tobillos, engañó al electorado: aseguró por activa y por pasiva que no haría lo que puso en marcha nada más llegar a La Moncloa. Nos cambió la vida antes de que nos diéramos cuenta. Si eso no les parece radical, no sé qué me dirán de lo apuntado por el informe que acabo de citar acerca de la desigualdad: sufrimos una política económica deliberada que genera millonarios por un lado y pobreza por el otro.

La noticia del incremento de los millonarios la alivió la sospechosa oportunidad de la encuesta de presupuestos familiares con su registro de un levísimo incremento del gasto familiar que pasó a engrosar los macronúmeros en que se apoya Rajoy para asegurar no que España va bien, todavía no se atreve, sino que se va remediando.

Dicen que España no recuperará el nivel de 2007 hasta dentro de dos años. Una expectativa que yo pondría en un bloque de hielo porque pueden estar alentando la esperanza de que aguantando un poco más volveremos a ser felices. Es decir, mejor es no arriesgarse y votar en noviembre al PP para que no se fastidie la cosa. Ese es el mensaje que pretenden. En este sentido, el miércoles pasado Luis Linde, gobernador del Banco de España, anunció de hecho que en el futuro no habrá pensiones por lo que recomendaba a los jóvenes practicar la virtud del ahorro que les ponga a cubierto en el futuro. A muchos les pareció sarcástico el consejo de Linde cuando los salarios de los que han conseguido empleo han caído tan bajo que ni siquiera permiten salir de la pobreza. El régimen de transferencias de las rentas del trabajo a las del capital ha sido el objetivo por lo que tampoco debería sorprender que el empobrecimiento de la población se corresponda con el aumento del censo de millonarios.

Zapata y Rita Maestre

Desde siempre, tras unas elecciones la oposición ha dado a los electos cien días de tregua para que se hagan con el cargo. Esta vez no ha sido así, al menos en Madrid donde comenzó enseguida la batalla para demostrar al electorado que le ha tocado un Gobierno municipal que llevará al desastre a la capital de España. Al PP se le han juntado las prisas por ponerse en marcha de cara a las legislativas de noviembre y la despechada corajina de perder el Gobierno municipal y ni cien días ni leches.

El primer episodio, el de Guillermo Zapata que iba para concejal de Cultura pero no llegó. Se le cruzaron en el camino unos twits realmente repugnantes que no dejan de serlo por más que los escribiera hace años y los hayan sacado de contexto. El contexto, por lo visto, era no sé qué debate sobre los límites del humor negro. No sé, la verdad, como se puede debatir ese asunto a base de mensajes tan cortos y como se le puede ocurrir a alguien con un mínimo de sensatez largar burradas y sobre todo mencionar nombres de personas. Hay mucha gente que tiene en la mayor consideración a Zapata, que ha tenido que renunciar, como no podía ser menos, a llevar la concejalía de Cultura aunque siga como concejal. Ni qué decir tiene que la decisión de Manuela Carmena de mantenerlo tiene que ver más con su ponderación de jueza que con su nueva condición de política. Es evidente que sopesó el asunto, consideró que sí, que debía irse de Cultura, pero se negó, por su sentido de la Justicia, a condenarlo de por vida por mucho que condene el contenido de los twits del conflicto. Una decisión que ha sido muy discutida y con la que no está de acuerdo el socialista Antonio Carmona, que apoyó a Manuela para que se hiciera con la alcaldía, aunque la aceptara porque confía en su criterio.

El incidente no ha dudado en utilizarlo Rajoy para ir creando ambiente dentro de su forma poco noble de hacer política. Era curioso ver detrás suyo, sonriendo complacido, a Rafael Hernando, portavoz del Grupo Popular en el Congreso. Un personaje que no destaca precisamente por su prudencia y que hizo no hace tanto burla de la memoria histórica y de los familiares de asesinados por el franquismo asegurando que han venido a acordarse de sus muertos para hacerse con el dinero de las subvenciones. Este es uno de los tantos comentarios que hemos oído en boca de peperos de los que no pocos continúan ejerciendo cargos públicos. Sin consecuencias claro. Esto que digo no significa que esté de acuerdo con Iñigo Errejón, uno de los dirigentes de Podemos que atribuyó el caso Zapata a la campaña en contra del PP. Porque ni aunque así sea no resta gravedad al asunto. El que hayan esperado años para poner en circulación el contenido de los twits pone de manifiesto la intención, el juego sucio si se quiere, pero eso no justifica a Zapata.

Caso distinto es el de Rita Maestre. Es una chica joven, concejala también del equipo de Manuela Carmena, que hace años participó en un acto de protesta en la capilla de Universidad Complutense durante la celebración de un acto religioso. Su acción fue calificada de ofensa al sentimiento religioso por la que sigue imputada. Resulta curioso que siga el PP manteniendo en sus listas y en sus cargos no ya imputados/as e incluso a gente que habrá de sentarse en el banquillo por delitos de corrupción y se muestre tan estricto con Maestre. Incluso más que el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, que le ha restado importancia y ha demostrado en sus declaraciones un tono y una templanza que nada tiene que ver con la actitud del anterior arzobispo Rouco Varela.

En el caso de la concejala, Carmena se ha negado a adoptar medida alguna. Ella conoce bien el contexto en que se produjo la acción en que intervino Maestre que no tiene que ver con la Religión en sí sino con el artículo 16 de la Constitución que dice, claramente, que “ninguna confesión tendrá carácter estatal” por más que, de hecho, siga funcionando como tal la católica. Que en la Complutense haya una capilla reservada para el culto católico no indica otra cosa. Lo que se ve corroborado por la asistencia de representantes de los poderes del Estado asistir como tales, no como simples creyentes, a actos religiosos. Sin ir más lejos, hace unos los alcaldes electos de Santiago, La Coruña y Ferrol se encontraron con la celebración en Santiago del tradicional homenaje al Santísimo Señor Sacramentado. No acudió ninguno de los tres, lo que generó división de opiniones pues junto a los que criticaron su ausencia, también los hubo, creyentes incluso, que recordaron la aconfesionalidad del Estado y la necesidad de diferenciar entre el espacio público y el religioso y de respetar también los sentimientos de los pertenecientes a otras confesiones y hasta los de quienes no profesan ninguna. El que parece no haber entendido nada es el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, para quien el problema es “el olvido de Dios”, idea que contrasta con la de monseñor Osoro. Es evidente que se trata de un asunto no resuelto porque, realmente, no ha generado conflictos graves, pero sigue estando ahí.

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Mucho han apelado los peperos durante la campaña electoral al sentido común, con lo que confirmó la sospecha de que no es el más común de los sentidos. Aunque tenga sentido, no común desde luego, que después de una legislatura culpando a Zapatero de la crisis mundial y de utilizar su legado para justificar su cruel política, arremetiera Rajoy contra Pedro Sánchez cargándole de antemano los desastres que puedan producirse en los cinco meses que nos separan de las próximas generales. Dan los peperos la sensación de no soportar que los priven de sillones y escaños que consideran suyos por derecho divino. La actitud de algunos de los desplazados, negados a entregar personalmente la vara de alcalde a su sucesor, dice bastante de esa arrogancia herida. Y me parece justo anotar que el ex alcalde de Las Palmas, Juan José Cardona, no sólo asistió a la toma de posesión de Augusto Hidalgo, su sucesor, sino que lo felicitó y hasta le deseó suerte: un gesto cortés, de aceptación de las reglas de juego y si me apuran de valentía teniendo sobre su cabeza un personaje de la catadura de José Manuel Soria y su panoplia de rayos jupiterinos.

No sé si ustedes lo han notado, pero siempre que los peperos pierden, reaccionan como si les hubieran robado algo. Y subrayo que el PP perdió las elecciones no porque niegue que fue la fuerza más votada, que lo fue, sino porque la ley permite a los demás grupos sumar sus resultados y configurar mayorías que superen los resultados del partido más votado. Cabe, desde luego, la discusión de si es justo, injusto, medio pensionista o cosa del Diablo, si debería o no modificarse, aunque dando por sentado que se trata de una práctica legal; que, por cierto, también le ha servido al PP para hacerse con el poder allí donde ha podido cerrar pactos con otras fuerzas. No les haré el listado pues se trata de información de fácil acceso, aunque sí reseñaré, en la parte que nos toca, el acuerdo PP-CC para impedirle a Juan Fernando López Aguilar acceder a la presidencia de Canarias; a pesar de que el PSOE fue en aquella ocasión el partido más votado, con diferencia. Que no se rasguen las vestiduras, pues.