Rajoy vs. Tsipras, el huevo y la gallina y lo de Bravo
“Hay que hablar con claridad: nosotros no somos culpables de la frustración que se ha generado en la izquierda radical griega, que prometió aquello que sabía que no se podía cumplir, como ahora ha quedado demostrado”, respondió Rajoy a Alexis Tsipras, primer ministro griego. Tsipras aseguró al Comité Central de Syriza que en las recientes negociaciones de Bruselas, España y Portugal habían tratado de conseguir la “rendición incondicional” de Grecia “antes de que nuestro trabajo produzca resultados y antes de que el ejemplo griego afecte a otros países, especialmente antes de las elecciones de España”.
El incidente verbal vuelve a poner de manifiesto con quien nos jugamos los cuartos. Para empezar, donde dice Rajoy “hablar con claridad” debió decir “hablar con verdad”. Porque si algo no se le puede negar a Tsipras es que dijo clarito lo que pensaba; o lo que le interesaba llevar al ánimo de los suyos. La cuestión, pues, queda reducida a quien dice la verdad. Una reducción que de poco sirve porque la verdad en política es relativa, la determinan los intereses que defienda cada parte y quienes asistimos al espectáculo según el grado de identificación, afinidad o simpatía con una u otra parte. El color del cristal, ya saben.
De todos modos tiene su coña que sea Rajoy, precisamente Rajoy, quien acuse a Tsipras de prometer aquello que sabía que no podría cumplir. Las hemerotecas están repletas de sus promesas de eliminar el paro, de no tocar la Sanidad, la Educación, las pensiones, los salarios y el conjunto de los servicios sociales y la rotundidad con que afirmó que no daría ni un solo euro público a la Banca. Y ya vimos lo que hizo ya en La Moncloa. Para su desgracia, no lo testimonian las páginas de los periódicos de papel olvidados en las hemerotecas sino las resplandecientes imágenes con sonido que corren y recorren las redes sociales y las pantallas de TV. Y lo que se ve y escucha son promesas incumplidas y el brutal incremento de las desigualdades sociales de las que no nos podremos recuperar en mucho tiempo. Es escalofriante que el 1% de la población española posea el 27% de la riqueza nacional y que el 10% de esa misma población tenga el 55%, nada menos. Cuando el presidente habla de recuperación debe referirse a la de quienes nunca padecieron la crisis y se han enriquecido aún más con ella. La satisfacción de las grandes empresas por el crecimiento de sus beneficios resulta obsceno ante lo que vemos a nuestro alrededor.
A Tsipras se le fue la mano señalando a España y Portugal como líderes de un “eje de poderes” juramentado para tumbar su Gobierno. Recurrió el primer ministro griego al sobado recurso del enemigo exterior para contrarrestar las críticas de quienes, dentro de su propio partido, se sienten defraudados y hasta engañados porque esperaban más de las negociaciones con la UE; como ha dicho Paul Krugman, Nobel de Economía 2008, quienes se han molestado porque “las negociaciones no hayan dejado margen para una abolición completa de la austeridad y un giro hacia el estímulo fiscal keynesiano, es que no estaban prestando atención”. Aprovechó Tsipras, en fin, la abierta hostilidad de Rajoy hacia su Ejecutivo para justificarse ante los suyos. Apuntaré, para dar una idea, que al economista norteamericano James Galbraith, asesor del ministro griego de Finanzas, Janis Varoufakis, le llamó la atención que España, junto con Portugal, fueran los más duros e intransigentes con los griegos en las negociaciones; lo que niega el ministro Luis de Guindos; mientras Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, no ve por ninguna parte esa conspiración que denuncia el hipersensibilizado Tsipras. Pero, sea lo que fuere, lo cierto es que Tsipras utilizó a España en su descargo cuando no puede ignorar que los dos países ibéricos, juntos o por separado, no pinchan ni cortan en la UE para liderar ese “eje de poderes” en su contra; aunque no les falten ganas, es empeño fuera de su alcance.
James Galbraith relacionó la dureza española con los trances electorales que aguardan a Rajoy y al PP que tratan de romper el espejo de Podemos y convencer al electorado de que el único en que puede mirarse es el de la austeridad. Que Tsipras demuestre que no es así, que cunda la idea de que la austeridad ha fracasado podría contagiar al electorado español y de ahí las aprensiones. No acaban de ver que igual el virus Podemos es tan autóctono y potente que afectó también al centro derecha de Ciudadanos, que se define liberal progresista. A mi entender, Rajoy vive de espaldas a lo que se juega ahora mismo en Europa necesitada de encontrarle al problema griego el enfoque correcto para una buena y justa solución que incluya, por supuesto, el pago de la deuda helena. Me explico.
Hizo referencia Rajoy al fracaso de Tsipras que, según él, se ha demostrado al salir los griegos trasquilados de las negociaciones; a su entender, por supuesto, ya que son muchos los analistas que consideran ya de por sí un éxito el mero hecho de que la UE accediera a negociar. Grecia apenas representa el 2% de la economía europea, pero acudió a Bruselas con propuestas de máximos; como lo hizo la UE. Las dos partes se sentaron convencidas de la imposibilidad de llegar a acuerdos sin concesiones mutuas, como en cualquier negociación; y de que son necesarios esos acuerdos. Los griegos, como era de esperar, no sacaron adelante todo lo que pretendían pero, ha indicado Joaquín Estefanía, al éxito de que la UE se aviniera a negociar ha de añadirse que Grecia sea el primer país que ha peleado con Bruselas, Frankfurt y el propio Washington las condiciones económicas de sus ciudadanos; con lo que ha conseguido, según Paul Krugman, poner fin “al ciclo de una austeridad cada vez más despiadada”. Cosa que no puede tildarse de fracaso. Asegura Estefanía que las calles, hasta no hace tanto abrumadas por la desgracia, han levantado el ánimo y recuperado el sentido de su propia dignidad; hasta el punto de que el 76% de los consultados en una reciente encuesta apoya la política seguida por Tsipras y Varoufakis. Quiero decir, en definitiva, que en estos momentos es tan temerario dar por sentado el fracaso griego que celebra Rajoy como proclamar su éxito incuestionable: uno y otro dependerá de que vuelva o no a caer Grecia en la política clientelar y de corrupción de tantos años de Pasok y Nueva Democracia, la opción que fue Rajoy a defender en Atenas durante la campaña electoral. Una mala iniciativa, pues acudir en apoyo de uno de los dos partidos desprestigiados, concretamente del que falseó las cuentas griegas, equivale a respaldar a las familias “reinantes” que llevaron a Grecia al fondo del pozo. Dime con quién andas y te diré quién eres y también con quién vas. Para que después venga García-Margallo, ministro de Exteriores español, a poner el grito en el cielo acusando a Zapatero de deslealtad por reunirse en La Habana con Raúl Castro. Con olvido de la forma en que Aznar se paseaba por el mundo aconsejando a los inversores extranjeros no meter un duro en España mientras tuviera un Gobierno socialista. La memoria flaca lleva al cinismo.
Da la sensación de que Rajoy no advierte o desdeña las implicaciones de la crisis griega para el conjunto del proyecto europeo que Joschka Fischer, ex ministro de Exteriores y ex vicecanciller alemán, sitúa en el ámbito del nuevo papel de Alemania en Europa. A Merkel, viene a decir, le ha tocado gobernar cuando su país ha asumido la dirección del continente y no le queda otra que situar la crisis griega en el marco geopolítico adecuado. En el que figura, cómo no, Ucrania donde Putin ha lanzado a Europa, a la que no tiene en mucha consideración, un envite que llega al desafío militar.
Según Fischer, en ese contexto geopolítico el caso griego demuestra que la crisis del euro no es tanto financiera como de soberanía; que el triunfo electoral de Syriza, un partido contrario a la austeridad, expresa la voluntad de los griegos de oponerse al control externo de su país; pero, al propio tiempo, si Grecia se salva de la bancarrota se lo tendrá que agradecer al dinero de los contribuyentes extranjeros, que no estarán dispuestos a aportarlo sin garantías verificables y reformas razonables. Algo que aceptan los griegos y comparte la UE: es preciso, por tanto, ayudar a Grecia a salir del atolladero sin sufrimiento o con un sufrimiento más llevadero que implica, por supuesto, el cumplimiento de sus compromisos pero sin merma de su dignidad nacional que las “instituciones”, como llaman los griegos a la troika, han violentado. La actitud de Jean-Claude Juncker, que adoptó un premeditado papel de intermediario, responde a la necesidad de impedir que caiga al suelo el jarrón y se rompa en pedacitos.
Está claro que no mueve a los socios europeos de Grecia sentimientos de piedad a la hora de ceder en algo; y que Rajoy invoque su solidaridad no debe hacernos olvidar que la solidaridad empieza por uno mismo; en este caso por el Eurogrupo, que sabe lo que puede significar que Grecia se vaya o la echen del euro y de la UE. La cuestión de fondo, vuelvo con Fischer, es que el caso griego ha puesto de manifiesto que la unión monetaria no funciona porque la soberanía democrática de un país (Grecia) chocó con la soberanía democrática de otros Estados. Y no es difícil comprender que la salida de Grecia del euro y de la UE, el “Grexit” la llaman, tendría como único ganador geopolítico a Rusia sobre una Europa desarbolada en la que volverían a campar los nacionalismos, que ya están ahí, como si nada hubieran aprendido de las dos guerras mundiales del siglo XX iniciadas en su suelo. Nacionalismos que en más de un caso derivan hacia el fascismo y ahí tienen, para no salirnos de Grecia, agazapado en el tercer lugar del ranking, a Aurora Dorada declarado abiertamente nazi. Como ha indicado Tony Judt, no es probable que la democracia sucumba a los encantos del autoritarismo y el totalitarismo, pero se defiende mal de sus taras congénitas y puede caer ante una versión corrupta de sí misma. Imagino que la corrupción a que se refiere es la degradación general del sistema democrático hasta tornarse inservible.
Es evidente que este no es el paisaje que contempla Rajoy. No sé lo que piensa el PSOE, pero resulta significativo que Iratxe García, secretaria para la UE de la Ejecutiva Federal socialista, se limitara a considerar “estéril” el choquetazo de Tsipras y Rajoy y recomendara al primero que se ponga a trabajar y el segundo que abandone su alianza con los “austericidas”. Todo en clave electoral doméstica de piñita asada, piña mamada. Aunque tampoco puede irse mucho más allá ante la sospecha de que mucho ocultan las informaciones que nos dan, las que hemos de aceptar como el único material de trabajo a nuestro alcance. Así, para los medios informativos españoles, las instituciones de la UE tienen un rango intelectual y de gobernanza notable. Un papanatismo del que disienten, por lo general, los estadounidenses menos sospechosos de veleidades izquierdosas. Ellos no tienen en mejor consideración a Europa que Putin. Al fin y al cabo, en Europa estallaron las dos guerras mundiales de las que la segunda arrastró a las dos superpotencias a la guerra fría, de la que se erigieron protagonistas absolutos. Si Rusia trata de protegerse de la inmediatez europea, de donde le han venido no pocos males, de Napoleón a Hitler, para Estados Unidos Europa sigue de primer baluarte de su seguridad. Son resabios de sus mutuos recelos y mucho me temo que la solución para Ucrania está en que se pongan de acuerdo Putin y Obama con Europa de monaguillo. No todo acabó con la caída del muro de Berlín.
Pero a lo que iba: los medios americanos suelen dar una imagen del funcionamiento interno de la UE poco tranquilizador. Consideran que los europeos no saben negociar, que no funcionan de forma coordinada, que cada país continúa elaborando propuestas en función de sus problemas internos, de la presión a que se vean sometidos por movimientos sociales o nacionalistas, estos con frecuencia inquietantes y nunca al servicio de la construcción de la Europa unida. En esos tiras y afloja internos, que ha señalado James Galbraith, destaca el ministro alemán de Finanzas, Wofgang Schäuble, del que se dice que desprecia de forma ostensible y malcriada, con frecuencia sin leerlas siquiera, las propuestas que no se ajustan a su rígida ortodoxia. Viene bien, en definitiva, tener en cuenta los intereses geopolíticos de Rusia y los Estados Unidos en relación con los de la propia Europa y el papel director asumido por Alemania para medir el alcance del asunto griego. Con un temor de fondo: si Grecia se aleja de Europa, Rusia habrá ganado una importante baza geopolítica y no creo que la actitud de Schaüble, salvo que sólo haga de policía malo, sea buena para la UE, que sería la gran derrotada. Es cierto que Grecia apuesta por Europa pero no deben olvidarse sus querencias orientales que se advierten si hacemos allí turismo más atentos a las costumbres de las gentes que a sus ilustres ruinas.
Viene esto a cuenta de que el lunes 9 de marzo vuelve a Bruselas Varoufakis con las primeras propuestas concretas de la forma en que los griegos piensan hacer frente a los compromisos adquiridos hace unos días. Relacionado con este asunto están las declaraciones a El País de Juncker respecto a los aprietos de Tsipras para explicar a los suyos que no podrá cumplir varias de sus promesas electorales. Justo en ese punto, no creo que casualmente sino dentro de la línea pepera de no ponérselo fácil al Gobierno griego, el ministro Guindos aseguró que Grecia negocia ya un tercer rescate de hasta 50.000 millones de euros, lo que supondría nuevas condiciones de los acreedores y un plus de engorrosas explicaciones de Tsipras a sus compatriotas por cuanto ha negado, una y otra vez, que piense pedir un nuevo rescate. Aunque el Eurogrupo se apresurara a desmentir la existencia de esas negociaciones, es evidente que el “desliz” de Guindos queda ahí flotando y no dejará de crearle al Gobierno griego dificultades.
Por el propio Varoufakis y de fuentes del gobierno heleno sabemos que este lunes los griegos presentan en Bruselas un paquete de seis medidas con la pretensión de que sean implementadas de forma inmediata. Entre ellas figura un plan para paliar la crisis humanitaria; un proyecto de ley sobre el pago de las deudas a Hacienda y a los fondos de pensiones y una oferta de reforma del sistema tributario, con la activación del Consejo Fiscal y la creación de un nuevo organismo para realizar auditorías. Estas medidas responden a la sugerencia del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloen, de que los socios liberen este mismo mes de marzo parte del último tramo del rescate si Atenas introduce reformas inmediatas. Serían unos 7.200 millones de euros. El desbloqueo de ese dinero pasaría por una revisión de los acreedores que tendría lugar a finales de abril. Varoufakis seguramente reclamará, además, la entrega de los 1.900 millones de la venta de bonos helenos en manos del Banco Central Europeo, también supeditados, al parecer, a la revisión de las reformas en abril.
El ministro griego está seguro de que Grecia podrá cumplir con los pagos y cuenta con varias alternativas en caso de que los socios nieguen algún tipo de ayuda inmediata. Hasta ahora Grecia viene cumpliendo gracias a la ayuda europea pero su congelación hasta abril puso al Gobierno griego en apuros. De ahí los rumores de negociación de un tercer rescate, que se firmaría en junio; el que Luis de Guindos convirtió en noticia, rápidamente negada por el Eurogrupo.
Bien por Wert y los obispos
Si les digo la verdad, me han llamado la atención las críticas al currículo de la asignatura de Religión piadosamente elaborado por los obispos y aceptado, como no podía ser menos, por el devoto Gobierno pepero. Da gusto la forma en que recuperamos el olor a incienso que creíamos reducido al botafumeiro gallego. Sin embargo, los eternos descontentos, que están a la que salte incluso por encima de lo divino, no contemplan los aspectos positivos del dicho currículo que cualquiera, con menos prejuicios, reconocería; en particular que, por fin, se evalúe el “asombro” de los alumnos ante el origen divino del Universo. A mayor pasmo y estupefacción, más nota. Sólo queda ahora extender ese criterio evaluativo a las demás asignaturas y evitarle a nuestros nietos pasar por la experiencia de aquellos mis horribles tiempos de examinando cuando el estupor ante las preguntas de los examinadores se computaba negativamente como falta de ignorancia. Esta es, sin duda, una de las ventajas que tendría extender la evaluación positiva del asombro a las demás asignaturas. Pero hay otras.
Con el actual sistema, los padres de hijos que no acaban de arrancar se sienten obligados a contratar profesores particulares de refuerzo. Un gasto que no todos pueden permitirse y que se ahorrarían porque siempre es más barato enseñarles a los guayetes cogidos in albis las muecas y expresiones de estupor que pagarles a quien les enseñe Matemáticas, pongamos por caso.
Tampoco han valorado los críticos, desagradecidos, lo doloroso que habrá sido para los prelados disponer que se enseñe a la muchachada que “Dios interviene en la Historia”. Desde luego, es fiel a la concepción redentorista de Jesús, que cargó con todos los pecados de la Humanidad. Pero es mucho demasiado atribuirle a Dios la máxima responsabilidad de las atrocidades de siglos de Historia, de las que se están cometiendo ahora mismo y de las que vendrán, lo que implicaría cuasi exculpar a los monstruos criminales que las ordenaron desde el Trono, desde la presidencia de una república o en los cuartelillos de la Guardia Civil. Sin contar con que el alumnado podría acabar poniendo en duda la infinita bondad y omnipotencia de Dios que tolera y no impide tanta canallada.
Hay, desde luego, otros riesgos. Puede ocurrir que en las salas de profesores lleguen a las manos los de Religión y los que después de muchos años consiguieron comprender para el postulado de Herman Weyl y su perreta por eliminar la ambigüedad del tiempo a partir de la época de Planck; la expansión del Universo después del Big Bang y de su contrario aún inédito, el Big Crunch, o sea, “la fin del mundo” que diría Dominguito el de Las Perreras. Es muy fuerte descubrir que les hubiera bastado seguir el rastro del huevo a la gallina nacida, a su vez, de otro huevo hasta llegar a la gallina o al huevo primigenio, vaya usted a saber qué fue primero. Una porfía profesoral que ahondaría en el desconcierto de los alumnos pues ahí es nada pasar del aula en que los entretienen echando millo a las gallinas a la de al lado, donde les hablan de sitios más allá de todas las galaxias quienes nunca los han visitado. Y que las más de las veces no creen siquiera en los ovnis. Y a ver como se toman lo de Darwin que ya está necesitando un buen dogma de fe que ponga las cosas en su sitio.
Es por eso que me parece mezquino que los eternos descontentos, lejos de aceptar la verdad revelada se agarren a la desvelada por la Ciencia más que nada por molestar, se quejen de que los obispos elaboren los currículos y designen a los profesores de Religión y que sea el Estado, qué menos, quien les pague sus salarios con el dinero de los contribuyentes; incluidos los seguidores de otras religiones que ni siquiera se mencionan, pero se les exige que tributen a favor de la Religión verdadera.
Bravo y el mercado de invierno
No es ningún secreto que José Miguel Bravo quiere repetir como presidente del Cabildo de Gran Canaria, tanto es su afán de servicio. Lo dijo él mismo al correr la noticia de que el dedazo del muy ministro apuntaba a Australia Navarro, que es mejor mandada. (1)
Si hacemos historia, recordarán que Soria desplegó todo el potencial de sus malas maneras para defenestrar en su día a Bravo y ponerse él de presidente del PP canario. También recordarán que no le permitió levantar cabeza durante años por lo que se especuló con las razones que tuvo para ponerlo de repente de cabeza de la lista del Cabildo en las últimas elecciones locales. No me constan los motivos concretos para sacarlo del ostracismo, pero seguro que, fueran los que fuesen, guardaban relación con sus propias ambiciones, lo único que le haría tragarse un sapo.
Una de las explicaciones, según cuentan, es que Bravo tuvo siempre la estima de Rajoy y quiso Soria contentarlo para coger cacho en el Gobierno. Lo que lleva a la malintencionada conclusión de que ahora ya no confía demasiado en la reelección de Rajoy y que, en cualquier caso, él no tendrá continuidad en el Gobierno si vuelve a formarlo el PP. O sea, nada le impide volver a darse el gustazo de mandar a Bravo al banquillo y reservarse el mando del PP en exclusiva para sus cosas de él, en lo que le viene mejor una Australia agradecida. Por cierto: no dejo de preguntarme si el prematuro anuncio de que será esta señora la designada no responderá al viejo truco de echar por delante el nombre de aquel candidato/a que se pretende anular al someterlo al desgaste los dimes y diretes. Y de ser así, habría que preguntarse quién fue el mala leche que filtró el nombre.
Otra tesis, difundida por la rumorología, madre de las Ciencias del entretenimiento, daba por descontado que Rajoy quiere devolver a las islas al excelentísimo indicándole que su próxima parada debe ser la presidencia de Canarias. Quienes tal piensan aseguran ahora que entonces interesó el asunto a Soria, que se dedicó a dejarse sentir los fines de semana, no todos, cosa que afeó, sigan recordando, a López Aguilar. Desde entonces no ha parado de darnos a los canarios patadas en el trasero confiando en que nos revolveríamos contra Paulino Rivero y le allanaríamos el camino. Sin embargo, mucho ha llovido desde entonces, Rajoy no pasa por sus mejores momentos, no es segura su reelección y Soria no figura en la lista de los personajes más queridos en Canarias; fuera, claro, del círculo de sus incondicionales, que dejarán de serlo cuando se convenzan que el firmamento soriano está sufriendo el Big Crunch que les dije en comentario anterior.
Uno, como comprenderán, tiene sus tesis. Y se me ocurre que no en vano ambos dos, Bravo y Soria, son ex alumnos de los Jesuitas. Solo que el primero lo fue en los tiempos en que la compañía todavía pitaba de lo lindo y Soria unos años después cuando había cundido la desgana. Es decir, Bravo lo fue cuando la compañía pitaba y Soria coincidió con la desgana de la Orden al comprobar que un número alarmante de sus educandos acababan en las filas del mester de progresía cuando no de rojos retintos. Entre eso y el Opus se le puso a los Jesuitas la cosa cuesta arriba. Así, si Bravo aprendió el manejo de los tiempos y la debida contención y a actuar en cada momento del modo más conveniente, Soria salió elefante en cacharrería que, encima, no se contenta con abollarlo todo sino que disfruta acojonando con su corpulencia a los cacharreros que no se atreven a rechistar. Bravo es más viscontiano y cercano al estilo de Jerónimo Saavedra, también ex de jesuitas, con un punto de zorrería isleña que aguardó su momento y cuando tuvo la oportunidad, maniobró hasta convertirse en el mejor activo electoral del PP grancanario.
Entonces salta la noticia o el rumor de que Soria prescindirá de Bravo. Este no oculta su elegante decepción, deja que corran los días y cuando estima que la noticia es ya cosa corruta (no corrupta, aclaro) deja caer que no descarta presentarse en otra lista y compara esa decisión con los fichajes de futboleros de invierno y el consiguiente cambio de equipo. Lo ponen a parir, lo critican, pero se mantiene en el candelero (o el candelabro, recuerden) para volver luego a matizar. Iría, dice, con una fuerza seria que le garantice la defensa que necesita Gran Canaria en estos momentos; una defensa insular sin la lacra del insularismo, cosa que mucha gente firmaría sin más. Como aún Australia Navarro no ha sido designada por el omnipotente, tampoco descarta repetir con el PP como independiente, al estilo de Gabilondo en la Comunidad de Madrid. Lo que pudiera ser un intento de tranquilizar a Soria mediante su renuncia a estar en el partido y alejar el miedo a que le dispute ese espacio. La posición, la supuesta maniobra de Bravo la refuerza el convencimiento de la gente de que a Soria le traen al fresco los asuntos canarios en general y los grancanarios en particular. El petróleo, el REF, las energías alternativas, AENA forman parte de un largo etcétera en los que no ha movido un dedo o ha intervenido contra la opinión de la gente que se ha pasado por el arco del triunfo. Por ahí, por la defensa de la isla, puede encontrar Bravo un filón que Soria no puede explotar porque no es creíble.
Sigue Bravo el modelo López Botas. Recordaré a los que no eran nacidos entonces que, además de una calle, fue buen alcalde de la ciudad, para mí el que puso en marcha la ciudad que cuajaría en el siglo XX, líder de un partido que tenía por lema “Todo por Gran Canaria” y al que llamaban “bombero” porque se reunía en los locales de los bomberos. López Botas costeó de su bolsillo algunas obras en la ciudad, lo que no sería el caso de Bravo, pero en lo demás, creo que toca teclas parecidas.
Esta, imagino, es la estrategia seguida por Bravo. No sé hasta qué punto es deliberada o pura intuición. Pero de ser así, creo que acierta al punto de ser el peor gallo con que puede tropezarse Soria; o el mejor, según se mire. Éste, en cambio, se esmera en colmar de halagos a Fernando Clavijo, al que no tengo el gusto pero me da que todavía distingue cuando un huevo quiere sal. Debe estar Soria sopesando la posibilidad de un apaño con CC si decide por último presentarse y ahí tiene a Clavijo. Pero debe haber en CC gente mejor informada de lo que hay que le ha pedido a Soria, por favor, que no manosee tanto a su candidato. Así es si así les parece y ya veremos si no.
(1) Ya escrito este texto me entero que quien irá al Cabildo es Mercedes Roldós. Como no cambia el fondo del asunto, lo dejo tal cual.
El drama, camino de la tragedia (según para quien)
La semana pasada, harto de dimes y diretes, decidí tomarme a coña el asunto de las relaciones de José Miguel Bravo con el señor del Gran Dedazo. Las puse con el telón de fondo de su pasado colegial en dos épocas distintas de los jesuitas y había acabado el texto cuando me enteré: el Gran Dedazo se había movido y dedignado a Australia Navarro como candidata a la presidencia de Canarias y puesto a Mercedes Roldós de cabeza de la lista para la corporación insular grancanaria. Alexis González, redactor en jefe de CANARIAS AHORA, pretendió que volviera a escribir el texto pero, qué quieren, a estas edades ya tiene uno calculados los trotes que se puede permitir a la semana y no estaba por la labor. Me limité a darme por enterado, con el compromiso de dedicarle unas líneas a añadir cuando el trabajo se sacara del espacio de los suscriptores para ofrecerlo en abierto.
En realidad, no tengo mucho más que añadir al control dedocrático que ejerce el señorito sobre su partido. A lo sumo, la forma en que ha prescindido de Asier Antona, por si no estaba claro que los afanes de fidelidad meritocrática no pueden con la deleznable condición de militante de isla no capitalina. En lo demás, aparte de darse el gustazo de quitar de en medio a Bravo, la designación de Australia pone de relieve que el verdadero candidato soriano es Fernando Clavijo y que, si las cosas vienen bien dadas, no será la candidata nominal pepera obstáculo para un entendimiento con la CC clavijera, lo que permitiría al muy ministro continuar enredando en las islas sin necesidad de pasar el mal trago de presentarse a unas elecciones. Más o menos, lo mismo que pretende con Roldós. Los intereses de Soria están ahora en otra parte pero necesita todavía el certificado de residencia que le aseguran sus dos candidatas. No creo, aunque nunca se sabe en estas asirocadas ínsulas, que Navarro pueda hacerse con la presidencia, pero si obtiene resultados suficientes que sumar a los de CC y sale presidente Fernando Clavijo, tendrá su premio en virtud de ese pacto, la oligarquía tinerfeña prolongaría su hegemonía durante otros cuatro años y todos tan contentos. Si le sale bien, continuará el drama y si le fallan los cálculos, en los que no parece haber valorado la presencia de fuerzas emergentes, puede ser una tragedia para el PP.
Ante semejante panorama, por muy hipotético que pueda parecer, no deja de tener razón Bravo al asegurar que lo han tumbado porque su defensa de Gran Canaria frente a la hegemonía tinerfeña no está bien vista en un PP subordinado a Soria. Hablan los peperos de la ingratitud de Bravo, al que tanto apoyaron para colocarlo al frente del Cabildo en la legislatura que acaba. Con olvido de que su dedignación de entonces respondió también a las conveniencias sorianas del momento. Vienen a exigirle, en definitiva, que acate la voluntad soberana de Soria que tiene ahora depositadas sus esperanzas en Clavijo para no perder su credencial de barón territorial mediante una pirueta sin duda llamativa.
“Hay que hablar con claridad: nosotros no somos culpables de la frustración que se ha generado en la izquierda radical griega, que prometió aquello que sabía que no se podía cumplir, como ahora ha quedado demostrado”, respondió Rajoy a Alexis Tsipras, primer ministro griego. Tsipras aseguró al Comité Central de Syriza que en las recientes negociaciones de Bruselas, España y Portugal habían tratado de conseguir la “rendición incondicional” de Grecia “antes de que nuestro trabajo produzca resultados y antes de que el ejemplo griego afecte a otros países, especialmente antes de las elecciones de España”.
El incidente verbal vuelve a poner de manifiesto con quien nos jugamos los cuartos. Para empezar, donde dice Rajoy “hablar con claridad” debió decir “hablar con verdad”. Porque si algo no se le puede negar a Tsipras es que dijo clarito lo que pensaba; o lo que le interesaba llevar al ánimo de los suyos. La cuestión, pues, queda reducida a quien dice la verdad. Una reducción que de poco sirve porque la verdad en política es relativa, la determinan los intereses que defienda cada parte y quienes asistimos al espectáculo según el grado de identificación, afinidad o simpatía con una u otra parte. El color del cristal, ya saben.