De Las Teresitas a las terceritas
Las Teresitas y la alquimia
En 1998, el empresario sirio Amid Achi se sentaba en el Consejo de Administración de CajaCanarias. Pero no debía estar muy familiarizado con los modos y las maneras de la rama tinerfeña de esta tierra, que llamamos “nuestra” por pura licencia literaria. Estaba el Consejo en manos de una especie nueva, remedo de aquellos coburgo en los que al menos quedaba algo de señorío. Cosa que no debía saber Achi al votar contra la concesión de un préstamo de 5.000 millones de pesetas (33 millones de euros si no he multiplicado mal) a Inversiones Las Teresitas, la empresa recién formada ad hoc días antes por Felipe Manuel Armas y Carlos Plasencia, empleado e hijo, respectivamente, de los empresarios Ignacio González y Antonio Plasencia, los muñidores del invento, al parecer.
Me ahorro el relato porque ya hay quien se ocupa de informar del desarrollo de la vista de tan feo asunto. Toca a la Justicia dictaminar qué hay de cierto en lo que se diga durante la vista y no es cosa de dejarse uno llevar por la tentación y pegar a echar maldiciones. Lo que no impide a quienes contemplamos el espectáculo desde la lejitud, que decía el clásico, reparar en la magnitud y las malas formas de las chapuzas concurrentes. No sé en qué acabará todo pero convendrán que mucho habrá que decir si la Sala considera demostrado que el préstamo se concedió sin exigir los avales imprescindibles habituales y con una celeridad desusada; si se establece que, en efecto, el dinero se destinaba a la compra por la entidad beneficiaria del préstamo de unas parcelas sobre las que pendía resolución judicial; si se localiza la piedra filosofal que permitió a Inversiones Las Teresitas elevar sustancialmente el valor de los terrenos; si se descubre la entraña del proceso alquímico completado con la venta al Ayuntamiento de Santa Cruz no de todo el lote de suelo, sino de la primera línea de playa, por casi el doble de la cantidad solicitado como préstamo solicitado: operación que para el ex alcalde Miguel Zerolo resultó beneficiosa para el ayuntamiento de la capital tinerfeña.
Comprenderán que si las cosas ocurrieron tal y como aseguran varios testigos quedaremos a la espera de cómo se reparan los daños, si se exigen responsabilidades y si, con el embullito, se le pide al Banco de España la razón de que no interviniera ante el cúmulo de irregularidades testimoniadas de las que comenzó a saberse enseguida. Por mi parte, las primeras noticias las tuve a través de amigos tinerfeños tan indignados como impotentes para hacer algo en una sociedad de las características de la santacrucera, que es muy suya.
Cuando los rumores se extendieron más de lo conveniente y llegaron a las paginas de los periódicos, no faltó quien recurriera al pleito insular en su condición de instrumento histórico de la oligarquía económica y política para encubrir usos y abusos y sinvergonzonerías llegado el caso. Preferí dejarlo estar al saber que habría denuncias y para no caer en la trampa de darle pie a quienes aseguraban en Tenerife que todo se debía a pérfidas maniobras de canariones, temerosos de que Las Teresitas le hiciera sombra a Las Canteras, cual era su destino manifiesto. Como si el sol no saliera igual para todos. Otra de tantas estupideces que producen vergüenza ajena; por más que siempre ha servido para escaquear mejor la verdad.
Lo que me lleva ahora a ocuparme del caso son las declaraciones de Achi, que no sé si es ya socio del Club Náutico santacrucero, acerca de las coacciones que sufrió para que dejara de oponerse al préstamo solicitado por Inversiones Las Teresitas. Lo presionaron y llegaron a advertirle que si seguía en plan estrecho, negándose al compadreo amical de toda la vida, sus empresas “lo pasarían mal”. Dice Amid Achi que le metieron el miedo en el cuerpo y permitió que su negativa figurara como abstención en la correspondiente acta. Ya no se trata de una utilización, digamos discutible hasta que haya sentencia, sino de algo que rebasa los límites de la vista de la causa para entrar en otro terreno, el del chantaje intentado con evidente conciencia de la propia impunidad pues se conocen, por el mismo Achi, quienes le cayeron arriba y lo invitaron a mirar para otro lado, dada la relevancia de los dos poderosos señores que estaban detrás de Inversiones Las Teresitas y no querían arriesgar su patrimonio personal en los avales que se le exigen a cualquiera. Bastante impresentable todo. Al menos tal y cómo nos lo han presentado.
Las arenas de Tauro
Poco, por no decir nada, sé yo de playas artificiales; de arena, por supuesto. Y en el caso de Gran Canaria me pregunto si no hay suficientes naturales como para dejar en paz las de callaos y mariscos costeros con sus intersticios, charcos y charcones en la bajamar y el olorcillo a maresía que la arena mata; o eso me parece.
Viene esto a cuento de la lectura, hace días, de cierta información acerca de las extensiones de costa que se modifican cada año y casi nunca para bien. Recordé, ya ven, el litoral de Las Palmas de mi infancia. Desde las ruinas del antiguo muelle de San Telmo con su estatua de don Benito leproseada por el mar y las maresías hasta San Cristóbal. Todo un mundo que recorría la trasera de Triana, saltaba ante el teatro Pérez Galdós la desembocadura del Guiniguada hasta la Plaza del Mercado en el margen derecho del barranco y continuaba por la trasera de San Agustín y la Audiencia, el colegio de los jesuitas, el cementerio, las plataneras de la Vega de San José, San Cristóbal… Nada queda de aquel litoral, salvo el barrio de San Cristóbal enterrado por la autovía al sur. Por no quedar, tampoco está ya el túnel de La Laja donde se cerraban las sabrosas apuestas de las pegas de vela latina. A nadie dolió aquella masiva modificación/destrucción del litoral de la ciudad y tampoco es cosa de entrar ahora a discutir si pudo o no evitarse para mejor o para peor porque hubo de todo: lo cierto es que el proceso continúa a escala insular y no sé por qué me da que la ley del Suelo de Clavijo lo acelerará. Y ya no me refiero sólo al litoral sino a zonas como la de Guanarteme que se pretende recuperar construyendo viviendas de mayor standing; o Tamaraceite, a la que están acabando de borrar por completo su personalidad agraria.
Pero a lo que iba: no entiendo de playas artificiales ni se su incidencia en el medio aunque imagino que no será poco. Sin embargo, no me llega la imaginación para comprender cómo es posible que se permita convertir costas que la Naturaleza ha hecho de una manera en otra cosa mediante la descarga, en este caso, de toneladas y toneladas de arena bajo las que queda ese marisco que aloja formas de vida que no por humildes dejan de tener su papel. Aunque sólo sea el de entretener a los chiquillos buscándolas. Ya digo que poco entiendo de este asunto. Pero entiendo que también la arena tiene vida aunque sea prestada por los vientos y el mismo mar que la lleva de acá para allá, la deposita en un lugar de la costa para volvérsela a llevar y traerla de nuevo al cabo del tiempo. No parece que la arena traída en camiones y volcada donde mejor cuadre al negocio que sea entre en ese circuito y no sé, tampoco, si tendrán alguna forma sustitutiva de la mecánica no sólo de renovar la arenas sino de higienizarlas porque, la verdad, dudo mucho que quienes la trajeron se ocupen de cuidarla.
Como doctores tiene la Iglesia no insistiré por ese lado, que parece no preocupar a nadie y tampoco es cosa de darle pie a quien corresponda para responsabilizar a quienes defienden el patrimonio natural y urbano de la suspensión de tantas y tantas inversiones creadoras de puestos de trabajo a pallollo. Como saben, la creación de esos puestos es el principal objetivo de los inversores que exigen, a cambio de su esfuerzo desinteresado, que no vengamos con boberías como proteger cuatro arboluchos, tres bichos y una piconera. A nada de eso me referiré porque ya es demasiado lo de la playa de Tauro donde descubrieron, una vez enarenada, que el marisco sepultado impedía a la marea alta invadir las viviendas que allí hay y que ahora el agua sube por la arena en un deleite y se mete puertas adentro. Hay miedo de lo que ocurra como se meta el mal tiempo por lo que han decidido construir un muro que detenga las aguas. Dicen que será una escollera natural(?) lo que, seguramente, hará que el primer niño que nazca una vez construida se llamará Moisés. Todo muy racional y lógico.
De todos modos, reconozco que, a diferencia de cómo se hubiera solucionado el problema cuando Él habitaba entre nosotros, no empezaron esta vez por echar a la gente antes de echar la arena. Los engorros de la democracia, ya saben.
Santa Rita
La santa de Casia, tocaya de Rita Barberá, se traía un curioso trasteo con las abejas, mayormente las blancas, que comenzó ya en la cuna con los enjambres que la visitaban y velaban su sueño sin picarla. En la simbología del laborioso insecto, las abejas felices y en libertad volado de flor en flor presagian felicidad; sin embargo, si el zumbido deja de ser tranquilo y adormecedor y se vuelve amenazante, augura calamidades. Pero está la ex alcaldesa de Valencia y senadora muy lejos de los simbolismos apícolas de modo que mejor la relaciono con Rita la Cantaora, de la que viene al pelo una copla de su repertorio que dice tal que así: “Males que acarrea er tiempo, quién pudiera penetrarlos, para ponerle remedio antes que viniera er daño”.
Esta Rita, gloria del flamenco, se ajusta más que la santa a la figura de Barberá. Incluso aseguraba haber vivido como una reina para llegar a vieja “probe” del todo. Como saben, a eso voy, hasta no hace tanto cuando a un sujeto de los que cargan sobre la tajarria se le hacía un encargo poco deseable, no se limitaba a decir simplemente que no, como Pedro Sánchez, sino que contestaba “que lo haga Rita la Cantaora” a similar. Que es, justamente, lo que ha venido a decirle Barberá a Rajoy. Se dio de baja del PP para que no le vengan con conduermas, pero le dijo a Rajoy y que de senadora dimita Rita la Cantaora. No quiere ni por nada perder el aforamiento.
Debe recordarse que Barberá no es senadora electa sino que accedió a la cámara dentro de la cuota de designación del parlamento valenciano. Su nombramiento de senadora fue, como es bien sabido, la forma de facilitarle ir escapando de la Justicia en el caso Taula, de blanqueo de capitales, en el que están imputado todos los que fueron sus concejales y hasta 49 personas dependientes de ella. Es como trincar a toda una banda y no molestar a su jefe.
El plante de Barberá fue consecuencia de la decisión del juez del Supremo de investigarla y ocurrió el pasado martes 13 en cuyo entorno se lió De Guindos con el asunto de Soria; se supo que Matas negociaba con la Fiscalía confesar a cambio de no ir a prisión; Bárcenas anunció que se retiraba del procedimiento contra el PP por el destrozo de su ordenador; Álvaro Lapuerta, ex tesorero del PP, se libraba del procesamiento por demencia y en Ourense se exhibió el propio Rajoy en compañía de José Manuel Baltar, otra joya del PP, empapelado por cohecho.
Estos son unos pocos de los casos conocidos en que Rajoy ha obrado con torpeza o con prepotencia, aunque la coincidencia de la fecha funesta y todas estas novedades deben haberle hecho pensar que las meigas no existen, pero haberlas háylas. Es formidable la cantidad de gente que Rajoy ha puesto por las nubes en público que están ahora en trances con la Justicia sin que Rajoy parezca inmutarse, como si la cosa no fuera con él. Manuel Jabois ha puesto de manifiesto que Rajoy no ejerce de presidente porque no ha sido investido; lo que aprovecha para no rendir cuentas al Parlamento de los escándalos con una mano y seguir permitiéndolos con la otra; suele alegar de no pocos asuntos, que no sabe nada de eso que me pregunta, que no estaba informado o que eso lo lleva la Justicia y el sorprendente pretexto de confesar que no conocía en el que se había perpetrado algo. Rajoy, además, se ha rebelado como un gafe. Basta que señale a alguien con el dedo y alabe sus virtudes y servicios para que acabe por salirle rana como dijo Esperanza Aguirre de sus hombres de confianza que resultaron estar hasta el cuello en el parque temático de la corrupción que es España para Iñaki Gabilondo.
Se ha pasado Rajoy de gallego y dejó a Albert Rivera con los glúteos al aire y ánimo de devolverle las cartas a los pocos minutos de la investidura en que Rivera respaldó a Rajoy y se supo del nombramiento de Soria para el Banco Mundial que se acompañó de la correspondiente ración de mentiras. Un asunto que puso de relieve que Ana Pastor no es presidenta de las Cortes sino la delegada en ellas del Gobierno al evitar que Guindos explicara este nombramiento en el pleno.
Pero a pesar de todos los pesares Rajoy sigue en lo suyo burlándose de todo el mundo y dejando cada vez más claro que el bloqueo de la política es, antes que de nadie, responsabilidad suya y que confía mejorar sus resultados en unas terceras elecciones.