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El Celtic Castilla o cuando el éxito deportivo llega por no dejar de ser un equipo de barrio

Celebrando un gol

Luis de la Cruz

Madrid —

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El pasado 2 de junio el campo de fútbol que hay junto a la Avenida de Pablo Iglesias fue una fiesta. Ese domingo, ante unos quinientos asistentes, el equipo local -Celtic Castilla- consumaba frente al fuencarralero Santa Ana el mayor ascenso del equipo de Chamberí hasta la fecha, de Primera Regional a categoría Preferente. El gol de penalti de Rubo a diez minutos del final ya está impreso en la retina de los presentes y en los anales del club.

Viajamos ahora 55 años atrás, a la calle de Castilla, en el barrio de Bellas Vistas (Tetuán). En 1969 en la radio sonaba Mari Trini, en la liga de fútbol el Atlético de Madrid partía la pana y a España llegaban, tímidamente, los ecos de la resaca en las barricadas parisinas. Pero en la calle de Castilla el asunto de mayor trascendencia será la creación de un club de barrio, el Celtic Castilla, que heredó el nombre de la propia calle y del Celtic de Glasgow. El aguerrido equipo escocés había ganado la Copa de Europa en 1967 y estaba de moda.

En aquel momento, las filas del Celtic se nutrían del hoy desaparecido Colegio Castilla, cuyos alumnos daban patadas a la pelota en la plaza de Miguel Rubiales, donde estuvo muchos años la sede social del club. Aún está en el portal de al lado la Taberna de Castilla. Actualmente, las oficinas del club están frente al campo de Canal, en el Paseo de San Francisco de Sales (Chamberí) pero el carácter barrionalista del equipo sigue siendo uno de sus principales activos, como confirma Javier Romero, director deportivo y entrenador del primer equipo, con el que hemos mantenido una interesante conversación.

Aquel primer Celtic jugaba con camiseta celeste, como el Celta de Vigo. Hoy, con su ya clásica elástica blanca con franjas roja y azul, son algo más que el equipo de una calle que se nutría de un cole. Estan en Preferente, que este año pasará a llamarse Autonómica, la última de las categorías no profesionales. El año que viene algunos de sus partidos se podrán ver en Telemadrid y llegar hasta ahí tiene mucho que ver con el trabajo y el arraigo de unos colores a un barrio.

Desde hace unos años el club se ha profesionalizado. Cuenta con 18 equipos, desde los chupetines (los debutantes, niños de 3 y 4 años) hasta el equipo senior. Entre ellos hay equipos mixtos, hasta cadete, con unas 25 o 30 chicas. Hay psicólogo, entrenador de porteros, fisios… pero uno de los emblemas del Celtic Castilla es su condición de equipo de barrio. Aunque el de Canal fue de los primeros campos de Madrid que tuvo césped artificial y la historia del Celtic allí se cuenta por décadas, es cierto que el primer equipo jugaba antes en el Vicente del Bosque, del Barrio del Pilar. A pesar de la cercanía, se dejaba notar el exilio y las gradas no transmitían el mismo calor que en el campo junto a la Avenida de Reina Victoria.

Javier llevaba, de aquellas, el Senior B, que se había montado por necesidad. Había en el club una buena camada de juveniles que se encontraban sin sitio cuando tocaba llamar a las puertas del primer equipo. Se creó entonces un segundo equipo, que sí jugaba en Chamberí. La gente de la casa fue subiendo y sorpasó al primer equipo, que se nutría sobre todo de jugadores de fuera que llegaban y se iban cada temporada. “El sentimiento de pertenencia al club era menor”, explica el entrenador. El nuevo equipo siguió jugando en su campo de siempre... hasta hoy.

“Crear un vínculo con el barrio y un sentimiento de pertenencia al club ha sido clave, ha hecho que cada fin de semana el campo esté lleno de niños animando. Todos los chicos han pasado por alguna categoría de la cantera y esto hace que cuando las cosas van mal no se bajen del barco”, explica el director deportivo.

Un equipo muy vinculado a un campo que no le pertenece

Aunque el campo en el que entrenan y juegan es conocido como “el del Celtic Castilla”, e incluso Google Maps lo consigna así, el terreno de juego pertenece al Canal de Isabel II, que se lo alquila a ellos y a otros equipos de la zona, como por ejemplo la Asociación Deportiva Cultural Malasaña.

Hasta hace poco, era habitual ver a principio de curso las farolas de Chamberí y Tetuán tapizadas con la convocatoria a las pruebas de los diferentes equipos del Celtic. “Lo hemos tenido que dejar de hacer porque con el boca a boca es suficiente. Este junio, por ejemplo, tuvimos 180 nuevas solicitudes de inscripción. Contamos ahora con 400 niños y este es nuestro límite por el momento”, explica Javier. Esto hace que la mayoría de integrantes de los distintos equipos del club  sean de su zona de influencia: Moncloa, Chamberí y Tetuán.

“Nuestra mayor limitación es no disponer de campo propio, tenemos una muy buena relación con Canal pero disponemos de un número de horas limitado. Si no, tendríamos más niños aún. Lo que más nos duele es tener que descartar en septiembre y en junio a muchísimos porque no hay hueco. Es un problema del barrio, no hay campos en las zonas de Chamberí y Tetuán”, se lamenta Javier Romero.

El año que viene, el Celtic Castilla jugará mayoritariamente con equipos de lejos del casco urbano, lo que revela que el problema es propio, sobre todo, de la capital. Salvo el Zona Norte, del Barrio del Pilar, y el Aravaca, no se encontrarán con equipos de la ciudad. Irán a Colmenar Viejo, San Agustín de Guadalix o Robledo de Chavela, entre otros municipios.

El precio del alquiler del campo es otro de los retos con que se topa un equipo como el Celtic. “Por suerte, nosotros tenemos una gran cantera que permite sufragarlo, pero el mayor problema es que no hay horas disponibles para ampliar horas de entrenamiento. Se realquila a universidades, antes también a empresas privadas (ya, por suerte, no)”, explica Romero.

El problema viene de lejos. En 2000 El País publicaba que tras la reconversión de los campos de fútbol al césped artificial por parte de la Comunidad de Madrid, las tarifas subieron de los 23 a los 54 euros la hora para los entrenamientos; y de los 40 a los 106 euros los partidos, lo que suponía un salto inasumible por los equipos residentes, que posteriormente consiguieron una bonificación del 50%.

En aquel momento, también hizo su aparición en escena el fantasma de la especulación urbanística, un run run que ha sobrevolado en otras ocasiones sobre unos terrenos, aledaños a la Avenida Reina Victoria, que se antojan muy jugosos para el constructor. Una modificación del Plan General de Ordenación Urbana permitió la recalificación de una parte de las instalaciones como de uso residencial.

El último susto llegó súbitamente a cuenta de un megaproyecto conocido como Milla Canal, que pretendía convertir parte del suelo del Canal de Isabel II en una zona central para el ocio en Madrid, con un pabellón para 5.000 espectadores. Aunque los detalles del proyecto no llegaron a concretarse, los terrenos del campo de fútbol vieron cernirse sobre ellos la sombra de las excavadoras.

 “Un día vimos de repente una serie de grúas y arquitectos en el campo y pronto nos enteramos de la noticia del Wizink Center de Chamberí. Nos dio un bajón increíble”. Desde el Celtic Castilla se pusieron en contacto con Canal y se les dijo que se estaba estudiando el proyecto. Por suerte para la afición del equipo, y tras la movilización ciudadana, que mostró su rechazo al mismo, el proyecto Milla Canal habita, por el momento, el purgatorio de los proyectos urbanísticos anunciados a bombo y platillo y luego abandonados.

La temporada que viene, por lo pronto, el esquinazo conocido como campo del Celtic Castilla volverá a vibrar, más si cabe, con el equipo que nació 1967 en una pequeña vecina. Un equipo que sigue siendo, hoy, en el que juegan los chicos de los barrios de Chamberí y Tetuán.

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