Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
Y llegó la vida y paró al comandante
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Hace unos diez años, Fidel ya era un zombi que la cúpula comunista, encabezada por su hermano Raúl, sacaba a pasear cuasi embalsamado cuando políticamente interesaba, es decir, cuando los rumores sobre la muerte del guerrillero y luego burgués ponían en ebullición el caldero del potaje. ¿Qué potaje se formará cuando nos abandone el mesías sin posibilidad alguna de resurrección? Así que aparecía en pijama un acañado Castro y se sacaba la foto con algún bananero en perfecta simbiosis. Yo gano y tú ganas. Pero, mientras, era evidente que la isla caribeña tenía la camisa de la hoz amartillada hecha jirones. Y Obama que lo vio y Raúl no tuvo otro remedio que verlo. De modo que ahora comienza un proceso de deconstrucción del que ya iremos sabiendo. Cosas de la vida que tiene sus cosas, que hasta El Campechano ha estado más cercano a la capilla ardiente que el mismísimo Putin.
Efectivamente, al igual que aquí cantaron Raimon, Lluis Llach, Victor Manuel, Paco Ibáñez, Marina Rosell, María del Mar Bonet e incluso Serrat, anunciando el triunfo de las libertades tras la caída del golpista Franco – eso que se dio en llamar la canción protesta – en Cuba también se las prometían muy felices después de que el comandante de la guerrilla de Sierra Maestra le hiciera un enorme feo a mi familia poniendo en fuga a Fulgencio (el mulato bonito) y el 9 de enero de 1959 dijera a las masas enfervorecidas: “La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo”. Y tenía más razón que un santo. Tal es así que, aunque nunca faltaron los buenos puros que se fumaba Felipe Dios Isidoro González, el curvilíneo y seductor Tropicana, el son de Compay Segundo y el mojito de La Bodeguita del Medio, los restantes elementos a deglutir escasearon cuando los norteamericanos decretaron un cruel embargo ni siquiera superado por la banca española en coyuntura alguna que se conozca. El presidente Eisenhower colocó un cerco económico en octubre de 1960, mandó a hacer puñetas las relaciones diplomáticas a comienzos de 1961 y hasta diciembre de hace un par de años no aflojó el asunto. Calientes se pusieron los yanquis, aunque la guerra era fría, al ver que Cuba se arrejuntaba con la URSS en eso de la dictadura del proletariado, los comisarios políticos y la economía dirigida y Moscú colocaba misiles en las calentitas aguas del Caribe. Tremendo mosqueo se cogió Kennedy cuando se percató de que, en cualquier momento, mientras le guiñaba un ojo a Marilyn Monroe o le acariciaba la rodilla, le podía caer en la testa – nada tiene que ver con testículo – una cabeza nuclear. Así que, como se dice en Canarias, JFK, se encochinó, bien de serrano bien de pata negra, habló con la CIA para que entrenara a unos disidentes y estos invadieran Colba. Así la llamó Colón al despistarse con el nombre, posiblemente por el mareo que llevaba encima consecuencia de la navegación en carabela o nao, que eso tiene tela. Y se metieron los esquiroles a invadir la isla por la Bahía de Cochinos de una manera tan a lo Pancho Villa, que en menos de tres días Fidel los rechazó como agua sucia. Se acabó la diversión.
Como todo lo que vengo diciendo está recogido en cientos de libros, parece estúpido alargarse en datos históricos. Es mejor reflexionar, y en algún momento alucinar, con los brotes maniqueístas inmediatamente derivados del óbito de Castro. Los mismos, exactamente los mismos – alimentados por las mismas bajas pasiones, quiero decir – que los aparecidos en España al desplomarse la apepepera Rita Barberá y, acto seguido, el poeta comunista Fernando Macarro Castillo, conocido como Marcos Ana, que pasó 23 años en el talego franquista y posteriormente conoció a Neruda, a Miguel Hernández ( en la cárcel), a Alberti, a Salvador Allende y hasta a Picasso.
Estos últimos días he podido observar que la vocación fratricida de España sigue ahí y, como es un tema tan sucio y espantoso, preferí darle más importancia a los 25 años de la muerte de Camarón de la Isla que al deceso de Fidel y a las camisetas del Che, ya incorporadas al mercado capitalista. He leído mucho – muy pocas cosas relevantes, a mi juicio – sobre todo este asunto que ya ha superado la realidad para adentrarse en el mito. Porque Sierra Maestra es mito y mito es el Diario de Bolivia. Y creo que, escuchando la rajada voz de Camarón y los dedos de Paco de Lucía y Tomatito sobre las cuerdas a vertiginosa velocidad, he revisitado una historia que ya es historia y que, observado por Trump – mucho peor ejecutante que Miles Davis o Chet Baker – me ha llevado por las piedras caídas de un Muro lleno de graffittis, por esa perestroika con mancha negra en la calva de Gorbachov, por los sesos esparcidos de John en Dallas, por la desmembración de la URSS, por la criminal refriega de la antigua Yugoslavia, por la Guerra del Golfo – ¡Qué bonito nombre para matar!: Operación Tormenta del desierto – dirigida por el excelente general Norman Schwarzkopf, quien murió ya hace más de cuatro años en Florida. Y vi derrumbarse las Torres gemelas de Nueva York y a los hutus y tutsis destrozarse a machetazos. Las hambrunas, el VIH, el ébola, el pánico de la inmigración, masacres en Madrid, Paris, Afganistán, Turquía, el fundamentalismo, el yihadismo, el DAESH y el ISIS … y, junto a muchas cosas más que no caben en este papel de chips y ejercicios binarios, descubrí la Globalización, el Nuevo Orden Mundial, la Corporatocracia, el Brexit, la corrupción de los partidos políticos y la Justicia, el fracaso de la UE y hasta los esotéricos campos de la conspiranoia donde nada es verdad ni es mentira sino todo lo contrario.
Me temo que cuando muere algún personaje al que el tiempo haya dado placet para la eternidad, los estúpidos retoman el pasado para exhumar los odios. Lo hemos visto estas horas y días. Otros, ausentes de rencor y Talión, piensan tal vez en el Marqués de Santillana, en Albert Camus, en Schopenhauer – El Amor, las Mujeres y la Muerte – Freud, Rilke, Wilde, Saramago, Benedetti, Nietzsche … en verdad, todos los que han trasladado el pensamiento a los demás con la ayuda de una pluma. Que no hay otra cosa que Eros y Tánatos. Por ello, en una ocasión, allá a la mitad y un poco más del siglo XX, llegó el comandante y mandó parar. Y ahora la vida ha parado al comandante. Y a todos parará un día sin ser avisados de cuando la guadaña surcará el aire con ese silbido frío que dejan las hojas de acero. Aunque las espadas se templan, la Parca prefiere el corte de hielo. Se acabó la diversión. No para todos. Los que se divierten se suceden, independientemente de las ideologías muertas. Es igual que sean fascistas o comunistas, que ya no hay de esas cosas, que son otras las que llegan y, como señaló Gramsci: las fuertes crisis acaecen cuando un paradigma comienza a irse y no habiéndose marchado del todo, entra otro a sustituirlo. En esas estamos, mientras el respirar y los latidos no los marca la voluntad sino algo que nos viene dado y que va ralentizando su caminar hasta que se detiene. Un día escribí, y en uno de mis libros está, que “La vida no es otra cosa que conducir la carne a la putrefacción”. No, no es pesimismo. Crudeza, sí.
Decía que, aunque la diversión se acabara y desgraciadamente ya Frank y Ava no pudieran besarse por las oscuras calles entonces plenas de neones, yo, estéticas aparte, nunca he querido obedecer al comandante. Porque no me gusta que me manden y porque fue declinando hacia la zorruna burguesía que se nutre del metal. Como el Che, que de guerrillero libertador pasó a gozar con dar muerte. Así se lo escribió a su padre desde la indigencia de los montes de Bolivia.
Cuando acontece la ausencia definitiva, la corrección política se ve en la necesidad de alabar al que yace yertas las manos en cruz, unos; y otros gozan lanzando esputos sobre lo que el cadáver fue cuando aún era ser animado. Por mi parte, y lo digo porque soy quien escribe, la muerte no es juicio sino, por lo que sabemos, simple desaparición física. Ni absuelve ni condena. Por ello, he comentado estos días de garzones, iglesias, aguirres, monederos, carteras, aznares y otras especies, que nunca hubo mejor somnífero en el planeta que los discursos de Fidel. Dicen que pronunció 2.500 con una duración por unidad de más de cinco horas. Asesinó a Gracián y a Jean-Baptiste Poquelin. Ni los chamanes yaquis con sus botones de peyote, ni los hechiceros sioux, ni los mormones y amish, ni Franco, ni Hitler, ni tranquimazines, otras benzodiazepinas y orfidales, ni el ácido lisérgico, ni el pegamento esnifado, ni el opio, ni la heroína. Ningún psicotrópico pudo derrotar a Fidel que, aunque era comunista, sabía lo que Goebbels sabía: hay que sembrar las mentes con todas las mentiras posibles – si cae alguna verdad no importa – para que esas mentes sometan el pensamiento al gurú que los ha abducido. Y, entonces, gobiernas. Quizás no supe hablar cuando debí. Hay algo en tu mirar que nunca vi, silencio sin piedad en vez de amor, más cuando quise hablar alguien cantó (roncó). Juntos bailando van alrededor, mientras miraba yo frente a los dos, sentí que alguien habló y era tu voz. Cuando te acarició alguien cantó (roncó).
No quisiera emular a Castro con un papiro interminable, pero he estado meditando estos días sobre la falsificación del carpe diem. Para mi, es presente continuo que no puede ser fijado en un attosegundo. Es una filosofía que está siendo trasladada de manera mercantil al confort y al mundo de la manipulación de los mensajes. Lo que no quiere decir otra cosa que es un ariete, un toro embolado, un caballo de Troya, contra el espíritu. Es tal la chabacanización del carpe diem, que uno debe abandonar la corrección literaria para hablar con propiedad. El que venga detrás, que arree. El otro día, Trump. Hace poco, Rita. Y luego, Marcos Ana … Y todos los que habrán de venir para generar disputas y controversias, insultos y amenazas, azufre y fuego. Todo, bien orquestado de modo que en las mentes jamás habite ni la cultura, ni el pensamiento en libertad ni el entendimiento. Muchos no han comprendido aún que el sistema está formado por los que lo sostienen y por los que están en contra. No han asimilado que es el tablero donde se juega la partida el que es preciso cambiar. Desde el terreno individual hasta la gran pradera de las sociedades que constituimos.
Por cierto, las cenizas de Castro recorren toda la isla caribeña – ese Franco bajo palio saliendo de la catedral, esa Plaza de Oriente, esa carretera general – para que los cubanos puedan despedirse de él a fuego lento. Yo, con la mente desbocada, pensé que serían arrojadas al mar desde el pequeño yate de uno de sus hijos. Me equivoqué. Sus restos quedarán en Santiago. ¡Y cierra España!
Epílogo
Te vi llegar y yo no había sido. Ni existió tiempo tras de mí. No había heridas ni culpa. Ni vida, ni amor, ni muerte. Ni conciencia. Todo estaba por caminar y en sus labios se dibujaban los senderos a seguir. Te vi llegar y entrarme dentro. Y quise echar del templo a fariseos y mercaderes. Acogerte en el espacio más sagrado de mi ser. Pero en las sombras acechaba el imposible. No hay gasas para las marcas de la vida y los fantasmas están atados con cadenas que les impiden partir.
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